COCOON Y EL CURIOSO CASO DE LOS POBRES EN VENEZUELA QUE VOLVIERON A SERLO

índiceCocoon es una película estadounidense de 1985, dirigida por Ron Howard, que narra lo que le sucede a un grupo de ancianos al bañarse en la piscina de la casa vecina a la residencia de retiro donde viven. En la piscina hay unos capullos con extraterrestres, lo que le da al agua unos efectos revitalizantes, produciéndoles a los ancianos un retorno de sus energías y de sus ganas de vivir. Una vez que el agua pierde estas propiedades, los ancianos vuelven a tener las limitaciones propias de la tercera edad.

He recordado esta película porque el hecho pasajero de la revitalización de los ancianos se parece, metafóricamente hablando, al fenómeno social que supuso la salida transitoria de la pobreza de una parte importante de las familias venezolanas durante estos años de revolución bolivariana. Y digo transitoria porque tanto las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), así como un estudio de finales del 2014, realizado por tres importantes universidades del país, confirman que efectivamente una gran cantidad de familias que se alejaron de la pobreza por un tiempo han vuelto lamentablemente a serlo.[1]

En el periodo que media entre el ascenso al poder de Hugo Chávez, en 1999 y los dos años como presidente de Nicolás Maduro, una de las ejecutorias más publicitadas y utilizada políticamente ha sido mostrar los resultados de las políticas económicas y sociales que redujeron drásticamente la tasa de pobreza en Venezuela. En cifras, mientras en 1998 la tasa de pobreza total rondaba 46,5%, de los cuales 19,1% representaba la tasa de pobreza extrema, en el 2012 habían caído hasta 24,2% y 6,9% respectivamente, según los datos del INE, utilizando encuesta por hogares y medida con el método de la línea de ingreso.[2]

Junto con la reducción de la pobreza ocurrió una mejora en la distribución del ingreso, lo cual supuso que el Índice Gini se redujera desde 0,469 en 1999 hasta 0,404 en el 2012.  En este sentido, mejoró la distribución de los ingresos a favor del 20% de los hogares más pobres y de los subsiguientes quintiles, a expensas de la reducción en la participación en el ingreso total del 20% de los hogares más ricos.[3]

Las políticas económicas causantes de esta reducción de la tasa de pobreza son bien conocidas: un incremento exacerbado del gasto público, utilizado para la redistribución de ingresos por la vía de importantes subsidios a los alimentos y a los servicios básicos, a la par de transferencias directas de ingresos mediante becas, pensiones, bonos y otras ayudas económicas. Otra estrategia utilizada fue la de aumentar ostensiblemente la nómina de trabajadores en instituciones públicas y empresas del Estado. También contribuyó con la reducción de la pobreza el establecimiento, a partir del 2004, de las “Misiones”, las cuales se convirtieron en la estrategia por excelencia para paliar las necesidades básicas insatisfechas de las familias consideradas vulnerables.

Estas políticas se implementaron a la par de la instrumentación, desde  2003, de un control del tipo cambio que favoreció las importaciones baratas de mercancías de todo tipo, mientras al mismo tiempo se aplicaban controles de precios a la producción de bienes nacionales, especialmente los alimentos y los servicios básicos. Por lo demás, en la medida que los altos precios del petróleo generaron cuantiosos ingresos fiscales, la aplicación de estas políticas resultó viable.

Con este escenario de trasfondo, el más importante efecto de la reducción de la tasa de pobreza fue el aumento significativo de los niveles de consumo de la población venezolana, lo cual, si bien impactó en el estímulo de la producción nacional, por sobre todo generó la afluencia desmesurada de las importaciones, cuyo valor experimentó un importante crecimiento hasta el 2012. En este contexto, quedó hasta cierto punto neutralizado el efecto negativo de la tasa de inflación, que años tras año se ha situado por arriba de un dígito, lo cual ha tenido como consecuencia la merma recurrente del poder adquisitivo de las familias, especialmente las asalariadas.

No obstante, como ya se indicó en una entrada escrita hace dos años en este blog, aún reconociendo el logro de reducir la tasa de pobreza a la mitad de la que se encontraba en 1999, la pregunta relevante era si con estas políticas la reducción de la pobreza sería sostenida y duradera o, por lo contrario, tendría un efecto pasajero, transitorio, volteándose las tornas en el momento que se presentara un escenario desfavorable, especialmente con el precio del petróleo, que impidiera mantener el nivel de gasto público orientado a las transferencias de ingresos, las Misiones y el ritmo de importaciones baratas.[4]

Mi propia conclusión era que estas políticas no conllevaban a una reducción de la pobreza que se vislumbrara sostenible en el tiempo. Y no lo era porque, aunque el tema de la pobreza y su combate efectivo es un asunto complejo, la evidencia empírica en las naciones que han logrado reducir la pobreza de manera sostenida, apunta a que esta reducción se ha conseguido en lo fundamental mediante la creación de empleos productivos. Para la creación de empleos productivos se necesita como mínimo dos condiciones. Por un lado, fomentar un buen clima de negocios que incentive la tasa de inversión doméstica y que también atraiga a la inversión extranjera directa. Por otro, asegurar una estabilización macroeconómica que garantice que los ingresos de los nuevos trabajadores productivos y las ganancias de productividad reflejadas en un incremento de los ingresos, no se deterioren, si se permite la concurrencia simultánea de altas tasas de inflación y devaluaciones recurrentes.

Cuando uno revisa el caso venezolano, se constata que ninguna de estas dos condiciones mínimas para anular la pobreza de forma sostenida se ha cumplido. En estos términos, los intentos erráticos del Estado por reducir el número de familias pobres mediante políticas que no hacen sostenible esta reducción, ha terminado por devolverlas a la condición de pobreza, especialmente en los últimos dos años. Este resultado era previsible, en la medida que no se atacaron, o se hizo de manera muy tímida, las causas estructurales de la pobreza en Venezuela.

La corroboración de este fenómeno la apunta el propio INE, al reconocer que se produjo un aumento de la tasa de pobreza entre el 2012 y el 2013, al pasar ésta de 24,2% en el 2012 a 28,4% en el 2013. Más allá de las cifras oficiales, que no contemplan lo ocurrido en el 2014, si se toman como válidas la metodología aplicada y las cifras de pobreza resultantes del estudio de las universidades antes citado, la tasa de pobreza habría escalado, hacia finales del 2014, hasta 48,9%. Un porcentaje que es superior a la tasa de pobreza existente en 1998 (46,5%) y supone la incorporación de nuevos pobres a ese contingente.

Todo indica que en el 2015 el escenario económico se caracterizará por una contracción importante de los ingresos del Estado venezolano, provocado por la drástica caída de los precios del petróleo, sumado a los desequilibrios macroeconómicos, que se seguirán reflejando en sucesivas devaluaciones, así como en una alta tasa de inflación, para la cual se tiene la expectativa de que este año pudiera ser superior al 100%. Cabría agregar la agudización de los problemas de escasez y desabastecimiento de bienes básicos, sumado a la abrupta caída de la producción nacional y del flujo de las importaciones.

En este escenario, es muy probable que la tasas de pobreza (total y extrema) experimenten un nuevo incremento, pues los pobres venezolanos siempre son los sospechosos habituales para pagar las consecuencias de las políticas desacertadas, llámense neoliberales o populistas, y esta vez no será diferente. Incluso es de temer que se generen nuevos pobres, resultado de los costos sociales que previsiblemente tendrá cualquier ajuste económico que se haga.

Los milagros como el de Cocoon puede que sucedan una sola vez, si acaso suceden, pero oportunidades como las que se presentaron en la economía venezolana para derrotar la pobreza de manera sostenible, puede que no se repitan. Haberla desaprovechado me deja la sensación de haber presenciado una enorme pérdida.


[1] Las universidades involucradas en el estudio fueron la Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela y Universidad Simón Bolívar. La investigación se llama: “Análisis de Condiciones de Vida de la Población Venezolana 2014”.

[2] Las tasas de pobreza del INE se miden semestralmente, de manera que estas cifras anuales representan un promedio de las tasas de pobreza semestrales.

 [3] Al final de la entrada se presentan dos Gráficos, el primero refleja la correlación entre la disminución de la  tasa de pobreza y el aumento de los precios del petróleo, el segundo muestra la distribución del ingreso por quintiles durante el periodo 1997-2011.

[4] La entrada se llama: LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA SI TIENE QUIEN LE ESCRIBA (y III), publicada el 11 de abril de 2013.

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