DEL MARXISMO COMO UNA RELIGIÓN

Con cierta frecuencia leo textos de sociólogos, politólogos, economistas marxistas que pululan por la aldea global. Soy consciente de que sus planteamientos, vertidos en libros, artículos o entrevistas, donde reflejan su manera de pensar el mundo y sus problemas, tiene un importante peso relativo académico y cultural. Desde mi punto de vista, en sus propuestas hay un poco de todo. Algunos tienen un discurso bastante unidimensional, a menudo cargado de posiciones dogmáticas. Otros tienen ideas interesantes, pero, para ser honesto, al menos yo no las entiendo muy bien.

Esto último fue lo que percibí leyendo una entrevista a una destacada socióloga marxista boliviana llamada Silvia Rivera Cusicanqui.* Lo que me llamó poderosamente la atención de la entrevista, en realidad un diálogo, no fue tanto la mención de sus investigaciones, en clave postmoderna, sobre el neocolonialismo y el imaginario colectivo indígena, sino más bien, como ella misma cuenta, su forma de leer los escritos de Lenin. “Leer a Lenin como se lee el I Ching, abriendo al puro azar, y quedarse con una frase: Hay que soñar, pero a condición de creer firmemente en nuestros sueños, de cotejar día a día la realidad con las ideas que tenemos de ella; de realizar meticulosamente nuestra fantasía”.

¿Leer a Lenin al azar como se lee el I Ching? ¿De qué está hablando? Pues, más allá de que la frase del revolucionario ruso suena un poco a manual de autoayuda, Rivera Cusicanqui está hablando del poder de la palabra como epifanía, como revelación.

Es sabido que las fuentes de las revelaciones son los textos sagrados de las religiones y de los mitos fundacionales de las civilizaciones. La Biblia, el Corán, la Torá, las runas vikingas, el popol vuh, el I Ching y otros, contienen arcanos donde los estudiosos desentrañan significados, sirven de oráculos. Algunos marxistas parecen recrear, pues, esta práctica. Ya no se trata de aquel absurdo de adaptar la genética a las premisas del materialismo histórico, el proyecto de los años treinta del ingeniero agrónomo ucraniano Trofim Lysenko, el cual tuvo resultados desastrosos para la agricultura soviética. Ahora se trata de no ir a la saga de otras creencias en cuanto a descubrir revelaciones. La consigna es buscar afanosamente en los textos de Marx, Engels y Lenin, para sólo nombrar la santísima trinidad, la verdad que nos hará libres, juiciosos, sabios, felices, nos llenará de sueños y esperanzas.

Y es en este sentido donde cabe considerar al marxismo como algo parecido a una religión. Una religión sin Dios, eso sí, pero donde curiosamente, como lo hace entrever la socióloga, no falta la idea de un mundo luminoso, fantástico, donde el sueño se hace realidad. Un mundo por venir, pero, obviamente, asentado en un porvenir terrenal, el reino de los cielos materializado en la tierra.

Otro asunto que me llamó la atención es que Rivera Cusicanqui se cuida de hacer una comparación pedestre de su experiencia con los escritos de Lenin. Un pastor o un creyente hacen algo muy parecido con su Biblia. Pero eso no parece ser tan atractivo como lo es indagar en el I Ching, que es sofisticado y exótico ¿no es cierto? Sin embargo, desde la perspectiva planteada, leer los evangelios o los textos de Lenin viene a ser, a todos los efectos prácticos, más o menos lo mismo: revelar la verdad escondida detrás de unas palabras sagradas.

* A la entrevista completa se puede acceder desde el siguiente link: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/contra-el-colonialismo-interno/

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