DIFERENCIAL CAMBIARIO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN VENEZUELA

William Easterly es un economista ex-funcionario del Banco Mundial y profesor de la New York University (NYU). Es autor de un libro excelente llamado “The Elusive Quest for Growth: Economists´ Adventures and Misadventures in the Tropics” publicado en 2001, cuya relectura me ha permitido volver a ponderar sus planteamientos acerca de las causas y consecuencias del crecimiento económico y de por qué éste falla en tantos países, particularmente los latinoamericanos.[1]

Easterly expone una gran cantidad de información y evidencia empírica alrededor de las causas y consecuencias del crecimiento económico y la pertinencia o no de algunos de los modelos económicos clásicos explicativos de este proceso. El ahorro, la inversión en capital físico y humano, la ayuda al desarrollo, el endeudamiento externo, la educación, el conocimiento y la tecnología, en particular en cuanto a sus efectos de difusión y emparejamiento, son analizados bajo el tamiz de su impacto en generar incentivos favorables o desfavorables para que las sociedades no desarrolladas escapen o permanezcan en las “trampas de pobreza” en las que frecuentemente perviven.

Easterly es cuidadoso en no presentar recetas para el crecimiento o pontificar sobre un factor en particular como la panacea para el desarrollo. Por lo contrario, subraya una multiplicidad de aspectos y situaciones en los que los factores mencionados y otros más se pueden convertir en incentivos perversos, incentivos que hacen que las acciones o inacciones de los agentes económicos y de los gobiernos no puedan alinearse en la dirección de contribuir con el crecimiento económico.

Su análisis se extiende a la influencia que tienen las políticas económicas en el crecimiento. Se pasea por una gama de políticas fiscales y monetarias, como las orientadas a la estabilización de los precios, el control de las tasas de interés, el manejo de los déficits presupuestarios, la política comercial y la política cambiaria. En todos los casos trata de demostrar que las fallas de éstas, o la mala calidad de su instrumentación, terminan siendo costosas, en términos de crecimiento económico, para una nación.

Para apoyar sus argumentos, ofrece datos y evidencia empírica, existente para la época, sobre la relación entre las políticas económicas de mala calidad y el impacto negativo que tienen en el crecimiento económico. Así, una política económica que deriva en una elevada tasa de inflación conduce generalmente a un menor crecimiento económico. De la misma manera, altos déficits fiscales (como porcentaje del PIB) lastran el crecimiento. La fijación de las tasas de interés, que desemboca en tasas de interés reales negativas, también se cobran su cuota-parte en la merma del crecimiento. Y un efecto similar, de ralentizar el crecimiento económico, tienen los regímenes del tipo de cambio que terminan operando con una amplia brecha en el diferencial cambiario.[2]

A manera de ejercicio académico, vamos a poner el acento en el análisis que Easterly hace de las políticas cambiarias distorsionadas, acento que luego nos permitirá establecer un análisis similar en relación con la política cambiaria del gobierno venezolano de los últimos años y sus efectos. En este sentido, en su obra presenta información de un grupo de países cuyos regímenes de tipo de cambio los llevó a tener, en diferentes periodos, diferenciales cambiarios elevados, es decir, una brecha significativa del tipo de cambio oficial en dólares con respecto a su cotización en el mercado negro.

Easterly revisó los datos de varias economías con distintos diferenciales cambiarios en diferentes periodos. Para las economías que presentaron un diferencial cambiario por debajo de 40%, el crecimiento promedio anual del ingreso per cápita se situó en el orden del 0,1%. Por lo contrario, aquellas economías con un diferencial cambiario de cero, tuvieron un crecimiento promedio anual de 1,7%. La peor situación se presentó para los países cuyos gobiernos permitieron que el diferencial cambiario sobrepasase el 1.000%. En todos los casos, la tasa de crecimiento del ingreso per cápita fue negativa, de un promedio anual de -3,1%. Ejemplifiquemos con el caso de Ghana, que en 1981-1982 tuvo un diferencial cambiario promedio de 2.991% y una tasa de crecimiento promedio del ingreso per cápita de -7,7%. También fue el caso de Nicaragua en 1984-1987, con un diferencial cambiario promedio de 4.409% y una tasa de crecimiento promedio del ingreso per cápita de -5,6%.

Tres apreciaciones respecto a la información presentada por Easterly son pertinentes. Primero, no dice que el diferencial cambiario es la “causa” del mal desempeño económico, solo argumenta que hay una estrecha relación entre una política cambiaria distorsionada y malos resultados en cuanto a crecimiento económico. Segundo, los malos resultados se originan especialmente cuando el diferencial cambiario supera un umbral del 1.000%. Tercero, no establece, en rigor, una relación con el crecimiento económico de largo plazo, como se infiere de los periodos relativamente cortos que toma en cuenta para el análisis, pero la intención de lo que quiere demostrar se mantiene: un diferencial cambiario elevado es un lastre para el buen desempeño económico.

En Venezuela, el control de cambio, instrumentado desde febrero de 2003, con el objetivo explícito en su momento de frenar una importante fuga de capitales, se ha caracterizado por ser una política sometida a múltiples presiones institucionales, a devaluaciones y a distorsiones, teniendo como resultado la emergencia de una gran brecha entre la tasa oficial aplicada y la cotización del dólar en el mercado negro. Es sobre esta diferenciación cambiaria que vamos a aplicar la relación de Easterly, tomando en consideración un corto periodo: 2011-2015. Vamos a suponer que el diferencial cambiario de un año es el determinante del crecimiento del ingreso per cápita de ese año. Por supuesto, como tradicionalmente se estila decir, la correlación no necesariamente implica causalidad. ¿Cuáles han sido los resultados? ¿Corroboran la relación de Easterly o la descartan?[3]

Para establecer la relación se estimó el promedio de la cotización del dólar en el mercado negro para el año y se calculó el diferencial cambiario, tomando en consideración el tipo de cambio oficial que operó durante ese año. En el caso de los años en los que operan varias tasas, se tomó como referencia la tasa menor. Luego se comparó el diferencial cambiario con la tasa de crecimiento del PIB per cápita del mismo año. Para obtener el ingreso per cápita se usó una medida burda, pero válida para los propósitos del ejercicio, consistente en restar a la tasa de crecimiento del PIB, la tasa de crecimiento de la población, de aproximadamente 1,4% anual durante el periodo en análisis.

En este orden de ideas, tenemos que en 2011, la tasa oficial se situó en 4,30 Bs/$, mientras que el promedio del dólar paralelo para el año fue 8,65 Bs/$ y el diferencial cambiario de 101,26%. Según datos del BCV, la variación del PIB de 2011 fue 4,2% y el correspondiente crecimiento del ingreso per cápita 2,8%. Para 2012, la tasa oficial se mantuvo en 4,30 Bs/$, el promedio del dólar paralelo escaló hasta 11,35 Bs/$ y el diferencial cambiario fue de 163,93%. El PIB experimentó un crecimiento de 5,6% (4,2% en términos de ingreso per cápita). En 2013 se produjo una devaluación de 46,5% fijándose la tasa oficial en 6,30 Bs/$. El promedio del dólar paralelo fue de 28,66 Bs/$ y el diferencial cambiario de 355%, mientras que la tasa de crecimiento del PIB fue baja, pero positiva, de 1,3%. No obstante, la tasa de crecimiento del ingreso per cápita fue prácticamente nula.

En 2014 se mantiene operando, junto con otras tasas, el tipo de cambio de 6,30 Bs/$. El promedio del dólar paralelo fue 86,00 Bs/$ y el diferencial cambiario alcanzó la cifra de 1.265%. Aunque el BCV no ha hecho oficial la información correspondiente a la variación del PIB para todo el 2014, si comparamos la variación del PIB del primer semestre del 2014 con la respectiva al primer semestre del 2013, se tiene que éste experimentó un crecimiento negativo, de -4,9% (-6,3% en términos de ingreso per cápita).

En lo que va de 2015 sigue vigente un régimen cambiario en el que operan varias tasas, manteniéndose la tasa de 6,30 Bs/$. Estimado a partir de los datos correspondientes a los meses de enero hasta julio, el promedio del dólar paralelo fue de 340,07 Bs/$ y el diferencial cambiario escaló hasta reflejar una significativa brecha de 5.298%. Este último dato indicaría que este año, previsiblemente, la economía venezolana sufrirá una contracción importante. En este sentido, la proyección del FMI es que el PIB disminuya en un 7%, la de la CEPAL es que caiga en un 5,5% y algunos analistas venezolanos señalan un probable hundimiento de 8-10%.

Como se puede observar, los datos presentados para cada año están en consonancia con la relación que establece Easterly. Además, se infiere que el incremento explosivo del diferencial cambiario en los últimos dos años, superando el umbral de 1.000%, está vinculado al resultado negativo obtenido respecto al crecimiento del PIB del 2014 y a las estimaciones que proyectan un crecimiento del PIB igualmente negativo para el 2015.

El régimen de control de cambio no ha servido para impedir la importante brecha entre el tipo de cambio oficial y la cotización en el mercado negro. Tampoco ha sido efectivo para evitar la fuga de capitales, lo cual fue la justificación fundamental para instrumentarlo inicialmente. Como se documenta en el estudio “From Financial Repression to External Distress: The Case of Venezuela” del economista venezolano Miguel Ángel Santos y Carmen Reinhart, el control de cambio ha inducido la fuga de capitales, la cual se estima acumuló 130.000 millones de dólares en el periodo 2003-2013.[4] También se ha producido una importante salida de capitales por la vía de la sobrefacturación de importaciones, una de las consecuencias de la existencia del control de cambio.

El diferencial cambiario se agravó en el primer semestre del 2015, entre otras razones por la caída de los precios del petróleo, lo cual redujo la entrada de divisas proveniente de los ingresos por exportaciones petroleras en un 30-40%. Dado que el gobierno volvió inoperativo un fondo de ahorro macroeconómico creado en 1999 y aunque ha utilizado las reservas internacionales hasta mermarlas ostensiblemente, no ha habido manera de compensar esta caída. Las divisas en poder del gobierno representan el 95% del total ofertado y son férreamente controladas y administradas a discreción. Por tanto, ha ocurrido una sustancial restricción de las mismas para cubrir las importaciones de bienes y servicios demandados por el resto de los sectores económicos.

Por lo demás, la distorsión cambiaria ha retroalimentado con el proceso de emisión de dinero inorgánico para el financiamiento del gasto público, especialmente el financiamiento de PDVSA, que en el 2014 supuso un incremento de la liquidez monetaria de un 65,4% con respecto al 2013, lo cual presionó el incremento del nivel general de precios, como se colige de la alta tasa de inflación alcanzada en el 2014, de 68,5%. Cuando se compara la liquidez monetaria de agosto del 2014 con la respectiva de agosto del 2015, se observa un incremento de 90,7%. Por tanto, no es extraño que se proyecte una tasa anual de inflación para el 2015 superior a los tres dígitos. El aumento del diferencial cambiario puede ser explicado en parte entonces como un proceso donde muchos bolívares persiguen pocos dólares, en un entorno de expectativas inciertas y desfavorables para la economía venezolana.

¿Por qué se mantiene una política cambiaria que ha afectado tanto a la economía venezolana? Hay una variabilidad de factores que explican el empeño del gobierno en esta política fallida. La condición capitalista-rentística de la economía venezolana sería una de ellas, el modelo económico que se ha querido imponer en los últimos tres lustros, basado en el populismo redistributivo, sería otra. Ambas condiciones sirven muy bien al objetivo de diversos grupos de interés y de agentes que pugnan por capturar rentas en el corto plazo, en la medida que no existen los incentivos favorables para invertir en el futuro. Pero analizar esta problemática escapa al propósito de este tema.

 

[1] Easterly es conocido sobre todo por sostener un intenso debate, especialmente con Jeffrey Sachs, sobre la efectividad de la ayuda para el desarrollo que otorgan organismos multilaterales, gobiernos de países ricos y donantes institucionales a las naciones pobres. El libro tiene una versión en español con el título: “En busca del crecimiento. Andanzas y tribulaciones de los economistas del desarrollo” Antoni Bosch Editor, Barcelona, 2003.

[2] En los últimos tres lustros se han ampliado la literatura académica, especialmente la relacionada con trabajos econométricos que toman en cuenta una gran número de países y diferentes periodos, que corrobora los daños de las políticas económicas erráticas sobre el crecimiento económico. Se ha comprobado que la presencia de altas tasas de inflación o grandes déficits fiscales, al actuar como una suerte de impuestos a los incentivos de los agentes para invertir en el futuro, terminan mermando las posibilidades de crecimiento económico. No obstante, algunos de estos trabajos han estado rodeados de serios cuestionamientos.

[3] Se hace en esta nota un breve recuento de la política cambiaria desde la instrumentación del control de cambio en febrero de 2003, cuando se implementó un sistema administrado de divisas conocido como CADIVI. Para esa fecha el tipo de cambio se fijó en 1,6 Bs/$, siendo modificado en el 2004, llevándose hasta 1,92 Bs/$ y creándose un mercado de permuta, para hacer transacciones de divisas a través de títulos valores. Entre 2005-2009 el tipo de cambio fue de 2,15 Bs/$. En 2010 una nueva devaluación, en enero, supuso la puesta en práctica de dos tipos de cambio para diferentes bienes y servicios, de 2,60 Bs/$ para sectores prioritarios (salud y alimentación) y 4,30 Bs/$ para el resto de los sectores. Se eliminó el mercado permuta y se creó otro sistema de transacciones de divisas para personas naturales y jurídicas conocido como SITME. En el 2011-2012 se vuelven a unificar los dos tipos de cambio, manteniéndose el precio de 4,30 Bs/$. En febrero de 2013 el tipo de cambio oficial se devaluó, fijándose en 6,3 Bs/$, se elimina el SITME y se crea el SICAD, complementario a CADIVI. En 2014 CADIVI pasa a llamarse CENCOEX y opera para el tipo de cambio de 6,30 Bs/$, destinado exclusivamente para alimentos y medicinas, SICAD I opera para transacciones de divisas de personas naturales y jurídicas de otros sectores a una tasa inicial de 11,36 Bs/$ y se crea SICAD II, un mecanismo de subasta de divisas en donde participan las empresas. En 2015 se mantiene CENCOEX a la tasa vigente, se unifican SICAD I y II y se crea un sistema marginal de divisas (Simadi) que funciona de acuerdo a la oferta y la demanda. A lo largo de la existencia del control de cambio ha operado una tasa no oficial que no es otra que la cotización del dólar en el mercado negro, el llamado “dólar paralelo”.

[4] La referencia completa del estudio es: Carmen Reinhart y Miguel Ángel Santos “From Financial Repression to External Distress: The Case of Venezuela” CID Working Paper No. 293, abril, 2015. Se puede acceder al mismo desde el siguiente enlace: http://www.hks.harvard.edu/content/download/76883/1726912/version/1/file/Reinhart_Santos_Updated_June.pdf

 

Elusive_Quest_for_Growth_by_William_Easterly          en busca del crecimiento

 

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