ÉRASE UNA VEZ UN ECONOMISTA INGENUO Y UN POLÍTICO AVIESO

A mediados de los años de 1990 asistí, junto con Alejandro Gutiérrez, a una reunión de trabajo con productores de papa de la zona andina de Mucuchíes, en el estado Mérida.[1] La reunión tenía por finalidad promover, entre los productores y las autoridades locales, un proyecto público-privado de producción y comercialización de semilla de papa certificada venezolana en la región andina, la principal zona productora de papa del país.

La factibilidad técnica del proyecto se sostenía fundamentalmente en el hecho de que el centro de investigación en semilla de papa, del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), había desarrollado en sus campos experimentales de los andes, variedades de semilla autóctonas que tenían un rendimiento un 50% superior, en kilogramos por hectárea cosechada, a los rendimientos que se obtenían con variedades de semilla certificada importadas, especialmente de Canadá y de Colombia. Con estos datos técnicos, se pretendía hacer una evaluación que demostrara la factibilidad financiera del proyecto. Se estimaba que, previsiblemente, al lograr un mayor rendimiento por hectárea en la producción de papa, se elevaría la tasa de retorno de la inversión de los productores andinos. Se pensaba que con la implementación del proyecto también disminuiría paulatinamente su alta dependencia de la semilla certificada importada.

El entorno macroeconómico a mediados de los años noventa permitía abrigar cierto optimismo en cuanto a la factibilidad del proyecto. En esos años se estaba experimentando algunos efectos favorables derivados del programa de ajuste estructural iniciado en 1989, que si bien en retrospectiva fue un programa de ajuste incompleto, donde se atendieron mal los costos sociales derivados de este tipo de ajustes, tuvo la virtud de contar con una política cambiaria acertada, aunque por corto tiempo.

Se buscó tener un tipo de cambio real equilibrado, competitivo, en un contexto donde se estimuló la exportación de bienes diferentes al petróleo, aprovechando además la política de liberación comercial que llevó a Venezuela a ingresar a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y a lograr acuerdos de integración regional y de libre comercio con varios países latinoamericanos, especialmente con su vecino, Colombia.

Retrospectivamente, las políticas de ajuste, especialmente la política cambiaria y la política comercial, lograron incrementar las exportaciones de bienes diferentes al petróleo. Por sólo nombrar la relación comercial con Colombia, tenemos que mientras en 1990 el comercio bilateral alcanzó una cifra cercana a los 500 millones de dólares, en 1997 se elevó hasta 2,5 mil millones de dólares, reflejando una tasa de crecimiento promedio interanual de 20,2%. Si bien la balanza comercial se inclinó durante todo el período a favor de Venezuela (excepto en el año 1991), es evidente que ambos países obtuvieron provecho de su comercio bilateral.[2]

No obstante, en el caso particular de la producción de papa en los andes, las minidevaluaciones del tipo de cambio, provocadas por el crawling peg implementado como política cambiaria, tuvieron el efecto de elevar el costo de la importación de semilla certificada. Este incremento conllevó a que los productores de papa comenzaran a utilizar la semilla importada para más de un ciclo de producción. Adicionalmente, la actividad arrastraba problemas concomitantes relacionados con deficiencias en el almacenamiento, transporte y comercialización a lo largo de la cadena productiva. Estas dificultades se reflejaron en la disminución de los rendimientos por hectárea del rubro y, por ende, en la pérdida de su competitividad, especialmente con relación a la importación de papa colombiana.

En este contexto, los consultores del proyecto pensábamos que las dificultades que enfrentaban los productores andinos de papa, por la pérdida de competitividad del rubro, suponían una oportunidad para hacer factible el proyecto de producción y comercialización de semilla de papa certificada venezolana. Se esperaba contar con el apoyo de los productores y de las autoridades gubernamentales locales y regionales.

Se estimaba, además, que el apuntalamiento del proyecto debía descansar en la promoción y desarrollo de otros factores competitivos para su éxito. Entre estos factores se contaban el importante apoyo técnico y de innovación que se recibiría del centro de investigación agrícola, la dotación de infraestructura de almacenamiento, transporte y de comunicaciones de calidad en la zona productora y el impulso de la cadena de valor, involucrando a los principales agentes productivos y de prestación de servicios del negocio.

En la práctica, fuimos bastante ingenuos en pensar que los argumentos que se presentaron en la reunión con los productores de papa los convencería de participar con entusiasmo en el proyecto. No fue así. Un político local, asistente a la reunión, soliviantó la discusión aduciendo que la medida que se debía tomar de inmediato era solicitar al gobierno nacional la prohibición de la importación de papa desde Colombia.

Nuestras razones se expusieron de forma sencilla y con ejemplificaciones, cuidándonos de que el proyecto no se entendiera como un asunto propuesto por tecnócratas, que planifican desde sus cómodas oficinas, alejados del día a día y de las realidades del campo. Sin embargo, no hubo manera de obtener la aprobación del proyecto por parte de los productores, pues la mayoría se decantaron por apoyar la solución más efectista y de corto plazo que ofrecía el político.

Desde esa reunión con los productores andinos de papa ha corrido mucha agua y Venezuela ha experimentado significativos cambios políticos, económicos y sociales. La realidad es que el proyecto de producción y comercialización de semilla de papa certificada venezolana nunca se llevó a cabo, por lo menos no como estaba planteado inicialmente, aunque en los campos experimentales del INIA se ha seguido produciendo variedades de semilla venezolanas y foráneas. No obstante, esta producción se ha revelado absolutamente insuficiente para cubrir la cuantía de la demanda requerida.

Los tradicionales problemas de la actividad se han exacerbado. Una dificultad actual se refiere a que no se trata de si se importa semilla certificada a un elevado costo, sino que, siendo el gobierno el único importador, el insumo no está llegando a los productores a tiempo ni en las cantidades adecuadas, al igual que otros insumos agrícolas, como los fertilizantes. Adicionalmente, los problemas de almacenamiento, transporte y comercialización para la producción de papa se han agravado.

Por su parte, las significativas distorsiones del actual control del tipo de cambio con tasas diferenciales, ha vuelto anticompetitiva la producción de papa y de muchos otros rubros agropecuarios, causando que dicha producción fluctúe ampliamente de un año a otro y no se haya incrementando sostenidamente. Este estancamiento queda corroborado al comparar la producción de papa a nivel nacional de 1998, de alrededor de 390.000 toneladas, con la del 2013, aproximadamente 420.000 toneladas, según estadísticas de la Confederación de Productores Agropecuarios (Fedeagro), con cifras del Ministerio de Agricultura y Tierras. Lo único seguro parece ser la incertidumbre que rodea tanto a las inversiones en esta actividad, así como la determinación del precio de la papa, que seguirá aumentando en la medida que los costos de producción sigan afectados por la alta tasa de inflación de la economía venezolana.[3]

La experiencia profesional con este proyecto fallido, me hizo reflexionar acerca de que la gran mayoría de los políticos venezolanos, de antes y de ahora, han tenido una miopía recurrente en confundir, a veces inconscientemente, a veces ex profeso, lo que son las consecuencias de un problema con sus causas. Esto los lleva a defender sus razonamientos de una manera sesgada, acomodaticia, con el propósito de convencer a sus electores de que están obrando en función del bien público. Por ello, a menudo las medidas que toman para la solución de un determinado problema están cargadas de demagogia o populismo. ¿No podemos competir con las importaciones de papa colombiana? prohibamos las importaciones ¿Qué hacemos con el problema del contrabando en la frontera y el desabastecimiento interno? cerremos la frontera. ¿El régimen de tipo de cambio flexible de Colombia nos hace daño? exijamos a su gobierno que instrumente un control de cambio.

Otra característica del político venezolano es su incapacidad para pensar no digamos en el largo plazo, un horizonte de veinte o treinta años, ni siquiera le importa el mediano plazo. La mayoría se concentra en soluciones de corto plazo, las que tienen más factibilidad política, a menudo al margen de su viabilidad técnica y financiera. Las medidas tomadas generalmente tienen un efecto positivo pasajero, pero no garantizan que el problema se solucionará. Frecuentemente, las dificultades regresan exacerbadas, causando más daño del que originalmente causaron.

Dicen que la política es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los políticos. Pero frecuentemente los economistas y otros técnicos involucrados en el diseño de políticas económicas, en planes y proyectos públicos, tienen que confrontar sus argumentos frente al muro de contención que suponen el razonamiento confuso, cortoplacista y acomodaticio de los políticos de turno en el poder. Por ello, la negociación entre economistas y políticos puede suponer un proceso de mucho desgaste.

En estos términos, como lo comenta Ricardo Hausmann en el contexto de las economías de América Latina, se paga un costo grande por no tener políticas más enfocadas en la transformación productiva de las actividades, en la incorporación de tecnología, de conocimiento, que permitan aumentar la productividad, la competitividad de sus sectores económicos, un aspecto fundamental del crecimiento de largo plazo.[4] Con los proyectos tecnológicos-productivos fallidos queda pensar, con un dejo de nostalgia, en tantas oportunidades pérdidas, en lo que pudo haber sido y no fue.

[1] Mi colega y amigo el Dr. Alejandro Gutiérrez es un destacado economista venezolano, experto en el área de economía agroalimentaria y en integración económica regional, fundador y director de la más importante institución en investigación agroalimentaria de Venezuela, el Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL), de la Universidad de Los Andes (ULA).

[2] En 1998, Colombia representaba el destino del 26,0% de las exportaciones venezolanas de bienes diferentes al petróleo dentro del total de exportaciones de estos productos, convirtiéndose así en el principal mercado para éstas. Las exportaciones colombianas hacia Venezuela alcanzaron una participación relativa de 10,6% en sus exportaciones totales, sólo por detrás de las dirigidas a Estados Unidos (34,7%). El auge del comercio bilateral significó el incremento del comercio inter-industrial complementario y del comercio intra-industrial, lo cual se correspondió con una mayor diversificación de productos importados y exportados.

[3] Como se destacó en la entrada DESBALANCES DE LA ECONOMÍA VENEZOLANA (II): LA ENFERMEDAD HOLANDESA (II) la recurrente sobrevaluación del tipo de cambio bajos diferentes regímenes cambiarios de la última década, volvió anticompetitivas las exportaciones de bienes diferentes al petróleo, las cuales han disminuido drásticamente. Teniendo como referencia el comercio bilateral con Colombia, los flujos comerciales alcanzaron en 2008 una cifra no superada hasta ahora de 7,8 mil millones de dólares, para luego retroceder, situándose en el 2014 a un nivel muy similar al obtenido en 1997, de 2,4 mil millones de dólares, según datos del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (Sela). Como un resultado apreciable de la sobrevaluación del tipo de cambio y, por tanto, de la pérdida de competitividad de las exportaciones venezolanas, se tiene que el país sobre el cual ha recaído la mayor parte del déficit comercial bilateral en los últimos 15 años ha sido Venezuela.

[4] La referencia para este comentario es una entrevista que realiza un periodista del diario El País a Ricardo Hausmann a la cual se puede acceder desde el siguiente link: http://economia.elpais.com/economia/2015/06/28/actualidad/1435509850_936215.html

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