ESCUELA PARA POBRES (I)

escuela para pobres (padrón)En una novela llamada “Escuela para pobres”, del escritor venezolano Alejandro Padrón, se cuentan las experiencias que viven unos millonarios que tienen la bizarra idea de aprender a ser pobres. Para lograrlo se inscriben en una misteriosa escuela, donde aprenden a mendigar, a buscar su comida dentro de la basura, a dormir debajo de puentes y a escapar de los peligros que acechan en las calles de las zonas lumpen y marginales de la ciudad.[1] La novela plantea hasta qué punto somos realmente libres de elegir nuestro destino, pues casi siempre estamos sometidos a las presiones y limitaciones que nos imponen unas creencias, una educación, una cultura, la religión, la sociedad, la familia. Ocurre una suerte de “trampa de la riqueza”, de la que los millonarios de la novela, aún deseándolo, parecieran no poder escapar.

Esta muy buena ficción literaria me ha hecho pensar en la trampa contraria, esta sí muy real, la que afecta a un poco más de ochocientos millones de personas en el mundo: la pobreza extrema. Abundan los estudios sobre el crecimiento y el desarrollo económico que ahondan en las causas y las consecuencias que supone para una parte relevante de la población mundial, especialmente de los países de África, Asia y América Latina, vivir en condiciones precarias, sufrir la desigualdad económica y tener pocas posibilidades u oportunidades para revertir esta condición social.

La situación de los pobreza en el mundo y su necesidad de alivio, cuenta con las voces y la acción de prestigiosos economistas, como el Nobel de Economía Amartya Sen, quien ha desarrollado un marco teórico en torno a la definición de pobreza, particularmente desde el enfoque de la privación de capacidades, su medición y su relación con la calidad de vida y el desarrollo humano. Por su parte, el Nobel de la Paz Muhammad Yunus ha puesto en práctica, desde mediados de la década de 1970, vías innovadoras de acceso al financiamiento para los pobres, de la cual emergieron los microcréditos como una estrategia para salir de la trampa de la pobreza.[2] La relevancia del tema se pone una vez más de manifiesto al otorgársele el Nobel de Economía del 2015 a Angus Deaton, quien ha dedicado su trabajo investigativo al ámbito del consumo, el bienestar social y el diseño de políticas efectivas para combatir la pobreza. El tema ha ganado un importante espacio en los foros globales de las instituciones internacionales, donde es un tópico recurrente de análisis y reflexión y constituye el trabajo central de diversas ONG en el mundo.

Un aspecto atinente al estudio de la pobreza es que no resulta del todo fácil medirla. Si es vista como carencia de ingresos, la pobreza es, por definición, relativa. Una persona con un nivel de ingreso que lo califica como pobre en Estados Unidos, no necesariamente lo es, por ejemplo, en Nicaragua. Por esta razón, algunas mediciones propuestas están sujetas a discusión y pueden ser arbitrarias. En la práctica, considerando los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU, con respecto al objetivo: “Erradicar la pobreza extrema y el hambre”, se utilizó un criterio del Banco Mundial, consistente en definir una persona en pobreza extrema como aquella que vive con ingresos menores a un dólar con veinticinco centavos (1,25 $) diarios, siendo la siguiente línea de pobreza la de las personas que subsisten con un ingreso menor a 2 $ diarios.

Para el caso de América Latina y el Caribe, la Cepal elaboró su propio indicador de pobreza extrema, siendo ésta la situación en que no se dispone de los recursos que permitan cubrir al menos las necesidades básicas de alimentación. Se considera, pues, pobres extremos a aquellas personas que residen en hogares cuyos ingresos no alcanzan para adquirir una canasta básica de alimentos, así lo destinaran en su totalidad a dicho fin. Por su parte, se entiende como pobreza total la situación en que los ingresos son inferiores al valor de una canasta básica de bienes y servicios, tanto alimentarios como no alimentarios. Otras mediciones de organismos nacionales e internacionales también se decantan por indicadores que se centran más en las llamadas necesidades básicas insatisfechas (NBI) que en definir la pobreza en función de una línea base de ingreso.

Sea cualquiera de las mediciones que se tomen, la pobreza, y en particular la pobreza extrema, constituyen una rémora para el desarrollo pleno de la sociedad que la padece. De hecho, hay naciones que sufren tanto el flagelo que, como lo señala el economista Paul Collier en su libro “El club de la miseria” (Turner, 2008), son sociedades enteras las que están entrampadas en la pobreza, de la cual, por décadas, por siglos, no han podido salir. Por otra parte, pueden existir marcadas diferencias territoriales en los niveles de pobreza de un mismo país. Al respecto, en un estudio de la OCDE, se señala que en México mientras en el estado norteño de Nuevo León, la pobreza afecta a alrededor del 20% de la población, en el estado sureño de Chiapas alcanza al 76%.[3]

En cuanto a la evolución en los últimos 25 años de la pobreza extrema en el ámbito global hay buenas noticias. El ODM que precisaba el logro de reducir la pobreza extrema a la mitad en el 2015 se cumplió cabalmente, pues mientras en 1990 cerca de 2.000 millones de personas vivían en extrema pobreza, un 36% de la población mundial, en 2015 son aproximadamente 836 millones las personas que enfrentan esta condición, un 12% de la población del planeta. El Banco Mundial estima que con las políticas adecuadas la pobreza extrema pudiera ser erradicada en el 2030. En el caso de América Latina, la reducción de la pobreza extrema siguió la tendencia global, pero, por lo menos desde el 2011, considerando toda la región, ésta no ha experimentado nuevas reducciones. La pobreza extrema se ha estancado en un nivel en torno al 11-12% de la población, lo cual representa aproximadamente 69 millones de personas en esta situación, según el informe “Panorama Social de América Latina 2014” de la Cepal.[4]

El problema de la pobreza no sólo atañe a los países en desarrollo, puesto que también se ha vuelto un asunto de interés político y económico en las naciones ricas. El problema no es tanto el porcentaje de pobreza, que sigue siendo bajo en todos los países desarrollados, sino el porcentaje que ha alcanzado un indicador que mide el riesgo de que una persona caiga en la pobreza o la exclusión social. Cuando se toma en cuenta este indicador, el resultado es que ha ido en aumento en los últimos años, especialmente en Europa, de manera que en 2014 aproximadamente uno de cada cuatro europeos, alrededor de 122 millones de personas, estaban en riesgo de caer en pobreza o exclusión social. Los mayores incrementos se han dado en Grecia y en España, donde está afectada por esta situación el 36% y el 29,2% de su población, respectivamente.[5]

Un problema que se ha revelado concomitante a la pobreza es el aumento de la desigualdad económica, incluso en varias naciones desarrolladas, siendo la investigación vertida en el libro de Thomas Piketty “El capital del siglo XXI” (FCE, 2014), el trabajo más completo y reconocido en los últimos años sobre este asunto. En realidad, la desigualdad ha aumentado tanto globalmente que en un reciente informe de Credit Suisse se asegura que el 1% de la población mundial tiene una riqueza, en dinero líquido o en inversiones, que es equivalente a la riqueza del 99% restante. En números más concretos, el 0,7% de la población mundial acapara el 45,2% de la riqueza total y el 10% más rico tiene en su poder el 88% de los activos totales.[6]

En cierta forma, la desigualdad ilumina otras características de la pobreza extrema que no salen a la luz cuando se describe mediante una línea base de ingreso, al menos por dos razones. La primera razón tiene que ver con lo vulnerable que resulta medir a un pobre en función de sus ingresos, mucho más si vive en un país que tiende a ser altamente volátil en cuanto a su crecimiento económico o sufre de desequilibrios macroeconómicos que reducen las transferencias fiscales de ingresos o donde se generan altas tasas de inflación. En este caso, la probabilidad de que una persona que traspasó esta línea de ingreso recaiga en la pobreza extrema es relativamente alta. La segunda razón tiene que ver con el acceso a los servicios, pues el hecho de que una persona traspase la línea de ingresos, definiéndolo como alguien que ya no es un pobre extremo, no significa tener fácil acceso a servicios básicos u otros servicios, como los financieros, o que no resulte costoso acceder a ellos, servicios que resultan cruciales para escapar de la trampa de la pobreza.

Al respecto, se puede mencionar que en términos de accesos a servicios aún alrededor de 2.500 millones de personas en el mundo no tienen una cuenta financiera y cerca de 1.400 millones no tienen servicio de electricidad, para señalar dos restricciones vinculadas con la pobreza. Por su parte, el mayor costo por acceso a determinados servicios básicos que sufren los pobres se deja entrever en el caso de los hogares de algunas barriadas marginales de Lima, donde el acceso al servicio de agua potable les cuesta 10 veces más que a los hogares de urbanizaciones de clase media o ricas. Esta paradójica situación supone que las familias pobres sacrifican un mayor ingreso relativo, que les serviría para el consumo de otros bienes esenciales o el disfrute de otros servicios.

En torno a estas mediciones y los avances o retrocesos relativos en el combate a la pobreza, se focalizan las discusiones acerca de cuáles son las políticas más efectivas para su erradicación. Como en todos los análisis de políticas públicas, en el caso de las implementadas para enfrentar la pobreza importa tanto o más la calidad de la política y las competencias de las instituciones involucradas que la cantidad de recursos destinados a las mismas. Un ejemplo manifiesto de ello ha sido las políticas de este tenor que a lo largo de tres lustros se han llevado a cabo en Venezuela.

El aspecto fundamental a destacar aquí es que en Venezuela los éxitos relativos obtenidos en la reducción de la pobreza no necesariamente han hecho mella en sus causas estructurales. Esta se encaró mediante políticas que privilegiaron el aumento del gasto público dirigido a las familias de escasos recursos, a través de transferencias de efectivo, subsidios al precio de los alimentos y de los servicios básicos, mediante la implementación de programas, las llamadas “misiones”, orientados a incrementar su acceso a la salud y a la educación. Si bien es cierto que en los últimos 15 años se redujo ostensiblemente la tasa de pobreza, en la medida que la calidad de las políticas implementadas no ha sido una norma y que el gasto público real destinado a atender las necesidades de los pobres ha disminuido, como un efecto de la caída de los ingresos fiscales petroleros, la reversión de la disminución de la pobreza se ha convertido en una amenaza latente.[7]

En el plano internacional, la llamada “ayuda para el desarrollo” destinada por los gobiernos de los países ricos, organismos multilaterales y donantes institucionales a las naciones pobres, ha resultado un ámbito de discusión relevante entre académicos, líderes políticos y empresariales y los propios donantes, en cuanto a la evaluación de la efectividad de las políticas vinculadas a la ayuda, especialmente las dirigidas a reducir la pobreza.

En este sentido, existen por lo menos dos posturas contrapuestas. Una primera postura se corresponde con la de quienes si bien objetan la forma como ha sido utilizada la ayuda, sostienen que se necesita más no menos. El otro planteamiento supone que dicha ayuda ha significado una pérdida del dinero invertido, o es dinero que ha sido desviado por autoridades corruptas para engordar sus propias cuentas. En este contexto, la ayuda ha terminado generando incentivos perversos, que no benefician a los pobres a los que está destinada.

A horcajadas de esta discusión, ha surgido una tercera corriente que ha puesto a prueba la efectividad de las políticas contra la pobreza, mediante un trabajo empírico y de campo en las comunidades más necesitadas de varios países. Son una suerte de laboratorios de la pobreza, en cierto sentido son las verdaderas escuelas para pobres y sus prácticas han arrojado hasta ahora resultados muy interesantes de analizar. En la próxima entrada nos ocuparemos de este tema.

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[1] Mi amigo y colega Alejandro Padrón también es librero, por lo cual le dediqué una entrada en este blog a él y su librería llamada LA LIBRERÍA “LA BALLENA BLANCA” La referencia de la novela es “Escuela para pobres” Editorial Mondadori, Caracas, 2009.

[2] Un libro de Amartya Sen que ya es un clásico en el tema de la pobreza y el desarrollo es “Development as freedom”, publicado en 1999, donde Sen expone su concepto de pobreza como un problema de privación de capacidades y libertades. La referencia en español del libro es “Desarrollo y Libertad”, Planeta, Barcelona, 2000. Una breve exposición de cómo se gestó y cómo funciona el famoso Grameen Bank, el banco de los pobres creado por Muhammad Yunus, se encuentra en una conferencia suya publicada en la revista Letras Libres de abril del 2006, a la cual se puede acceder desde el siguiente link: http://www.letraslibres.com/revista/convivio/el-banco-de-los-pobres

[3] Esta información se obtuvo de un artículo del diario El País: “La OCDE reconoce la brecha social entre el norte y el sur de México” del 15 de octubre del 2015 , al cual se puede acceder desde el siguiente link: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/15/mexico/1444932329_216654.html

[4] A este informe se puede acceder desde el siguiente link: http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37626/S1420729_es.pdf?sequence=6

[5] Un informe de Eurostat, la agencia estadística de la UE, define el riesgo de caer en pobreza como la posibilidad de que una persona reciba ingresos, descontadas las transferencias y los impuestos, que sean inferiores al 60% del ingreso promedio nacional. Esta información se obtuvo de un artículo del diario El País: “La pobreza golpea duro en el Sur de Europa desde el inicio de la crisis” del 16 de octubre del 2015 , al cual se puede acceder desde el siguiente link: http://economia.elpais.com/economia/2015/10/16/actualidad/1444997502_865517.html

[6] Esta información se obtuvo de un artículo del diario El País: “El 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto” del 13 de octubre del 2015 , al cual se puede acceder desde el siguiente link: http://economia.elpais.com/economia/2015/10/13/actualidad/1444760736_267255.html

[7] Como se discutió en otra entrada de este blog: COCOON Y EL CURIOSO CASO DE LOS POBRES EN VENEZUELA QUE VOLVIERON A SERLO, es muy posible, según mediciones no oficiales, que la tasa de pobreza en Venezuela haya alcanzado nuevamente niveles del 45-50% del total de los hogares, porcentaje observado en los años inmediatamente anteriores al inicio de la revolución bolivariana.

220px-Amartya_Sen_20071128_cologne   Yunus  Deaton

 

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