LA BIBLIOTECA DE PINOCHET Y EL DELIRIO COMUNISTA DE CHÁVEZ

Leí por estos días un libro exquisito: “Antología de crónica latinoamericana actual” (2012, Alfaguara), que recoge, de la mano de su editor, Darío Jaramillo Agudelo, interesantes historias recreadas por excelentes cronistas de la región. Una de estas crónicas se llama “Viaje al fondo de la biblioteca de Pinochet”, escrita por el periodista chileno Cristóbal Peña. La historia se explaya en un aspecto de la vida y la personalidad de Augusto Pinochet, el referido a que desde joven fue un gran coleccionista, comprador compulsivo, de libros. Compraba numerosos libros a la mayoría de los libreros de Santiago, quienes lo mantenían al tanto de las novedades y de ejemplares raros o singulares que le interesaban. Ya siendo presidente de facto, los libreros eran invitados a visitar La Moneda con sus catálogos y ejemplares. Sin abordarlos directamente, el dictador seleccionaba los libros y luego un funcionario a su servicio pagaba, con fondos públicos, el monto de la compra.

Pinochet llegó a tener una biblioteca que albergaba alrededor de 55.000 volúmenes. Tenía predilección por los libros de historia, en especial, obviamente, los de historia de Chile, de geopolítica, geografía, las enciclopedias, las biografías y todo lo relacionado con estrategia militar y el arte de la guerra, también los del ámbito que abarca las ciencias sociales. Lo que no le gustaba era la literatura. Poseía ejemplares que no tenía ni siquiera la Biblioteca Nacional de Chile. Su biblioteca estaba tasada en un poco más de dos millones y medio de dólares. Esto lo sabemos porque debido a los problemas judiciales que enfrentó, siendo uno de sus activos, fue preventivamente embargada. No obstante, con anterioridad a sus problemas judiciales, en 1989, a pocos meses de dejar el gobierno, se desprendió de cerca de 30.000 libros, donándolos a la biblioteca de la Academia de Guerra del Ejército.

A pesar de poseer una gran biblioteca, Pinochet no era un gran lector. Tenerla reflejaba más la actitud de un hombre motivado por atesorar el saber que por sumergirse en él. En todo caso, no cabe duda que sentía un gran aprecio por su biblioteca, anudado a un cierto temor. Este temor se dibuja cuando nos enteramos que adquiría todos los libros de los catálogos relacionados con el comunismo y la teoría marxista. El cronista asoma la hipótesis que esto lo hacía como una manera de afirmar su convicción en el poder de los libros, las ideas. Pienso que efectivamente así conjuraba el peligro de unas ideas comunistas que en algún sentido son casi religiosas, que abogan por los desposeídos, los explotados y reafirman la esperanza de crear un mundo mejor. Por lo demás, Pinochet fue un dictador poseedor de una gran biblioteca que, irónicamente, aprobó la quema de libros y bibliotecas de los opositores a su dictadura.

A pocos días de haber leído esta historia, se me ocurre asociarla con la de otro personaje también militar y presidente, la que gira alrededor de Hugo Chávez y su aproximación a las ideas comunistas. Se cuenta que siendo adolescente, al comienzo de los años setenta, recibió la influencia de su hermano mayor Adán Chávez, quien era izquierdista desde muy temprana edad. También se ha dicho que siendo liceísta en la ciudad de Barinas, uno de sus profesores era comunista y lo motivó a aprender y abrazar el comunismo. Entonces me imagino a Chávez fisgoneando entre los libros de Marx, Engels, Lenin, de alguna humilde biblioteca que tendría el profesor. Es sabido que las ideas de estos pensadores han motivado a millones, especialmente jóvenes rebeldes, con causa o sin ella, a querer cambiar el mundo. Los ha dispuesto para la lucha, el compromiso, incendiar la pradera, crear diez, cien, mil Vietnam, a dejar comodidades, familia y hasta la vida en su deseo de transformar una sociedad que se les antoja injusta, desigual. Vuelvo a imaginar a Chávez terminando de leer el “Manifiesto Comunista”. Está exultante, como tocado por una epifanía, preguntándose qué pasaría si alguna vez llega a ser presidente y hace una revolución, una que transforme su país.

Probablemente nunca sabremos si Chávez fue comunista desde joven y lo ocultó por su formación militar o tal vez abrazó el comunismo en un impulso juvenil, como lo han tenido muchos. Lo que sí es un hecho incontestable es la gran ambición de poder que lo movía. Al igual que Pinochet, Chávez llevó a cabo un cruento golpe de Estado, en su caso, fallido. Luego llegó a presidente e impulsó una revolución con la que efectivamente logró incendiar la pradera. De ese incendio resultó un desastre social muy alejado de los delirios de comunista trasnochado que alguna vez quizás tuvo. Su revolución, ahora mismo a la deriva, dividió profundamente a los venezolanos y las malas políticas, autocracia, corrupción, de quienes lo acompañaron en su gobierno y han seguido su “legado” son la causa directa de la tragedia que hoy sufrimos. Esa es la verdad.

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