LA FIEBRE Y LA GATA DE KARL LAGERFELD

Dedicado a mis estudiantes de Medición del Bienestar de la Maestría en Seguridad Social de la UCV

The_Fever,_2004_DVD_coverLa fiebre (Fever) es una película Británico-Estadounidense del 2004, dirigida por Carlo Gabriel Nero e interpretada, a manera de casi un monólogo, por Vanessa Redgrave, con breves apariciones de Michael Moore y Angelina Jolie. La película trata de un viaje de introspección que realiza una mujer proveniente de un país rico, de visita en un país pobre, causado por una fiebre que padece una noche. Más allá de las descripciones que se hacen de las condiciones políticas y económicas de varias naciones, resulta curioso que a lo largo del film no se nombra ningún país en particular.

La calentura de la mujer, como si le hubiera generado un delirio, hace que se cuestione sus creencias económicas y políticas, al contraponer  la dura realidad de las condiciones de vida de la gran mayoría de las personas que habitan en las naciones pobres, con relación a como ella misma vive en una nación rica. La pobreza en los países no desarrollados suele reflejarse en carencias de alimentos, servicios básicos, educación. Los pobres padecen desigualdades y discriminación, sufren enfermedades endémicas y frecuentemente son los más afectados por las luchas políticas, las guerras civiles. Por contraste, ella cuenta con un alto estándar de vida, teniendo los medios y el tiempo necesario para consumir una gran cantidad de bienes y servicios, compartir con sus amigos, asistir al ballet, viajar.

En su toma de conciencia, la mujer disecciona algunos de los males del capitalismo y alerta sobre el efecto narcótico que la comodidad y el consumismo están ejerciendo en muchas personas de los países desarrollados, distanciándolos de la necesaria reflexión sobre problemas que incluso los afectan en sus propias naciones, como el alto nivel de desempleo, el crecimiento de la pobreza o el aumento de la desigualdad económica. Este distanciamiento también los lleva a cubrir con un velo de ignorancia o indiferencia el reconocimiento de los aún más graves problemas que enfrentan millones de seres humanos más allá de las fronteras de sus sociedades.

Una parte de su arenga lo dedica la mujer a interpretar el análisis de Marx sobre el fetichismo de las mercancías. Se pregunta cuántas veces ella misma ha comprado objetos, una prenda, por ejemplo, por el puro placer o satisfacción que la prenda le reportará como objeto en sí, sin detenerse a pensar que detrás de su fabricación hay unas relaciones sociales de producción que pueden ser causa de explotación y de injusticia para los trabajadores. Sin intuir que la decisión de fabricar la prenda la tomó un grupo económico poderoso, al que exclusivamente le importan los consumidores que pueden pagar esa prenda y cualquier otra mercancía, volviendo, hasta cierto punto, invisibles muchas de las necesidades de los que no pueden comprar casi nada.

Aunque el monólogo de la mujer apunta a develar la vacuidad del consumismo y el amodorramiento de ideas que produce la excesiva comodidad en el capitalismo, en una escena del film se deja colar, con cierta ironía, las contradicciones de la clase gobernante de un país que está experimentando una revolución. Ella ha viajado por curiosidad a ese país y conversa con un periodista mientras saborean unos helados. El periodista, que tiene diez años viviendo allí, la alecciona sobre la paradoja de que a los turistas extranjeros les permiten disfrutar de esos famosos helados para mantener la buena imagen de la revolución en el exterior, pero como la leche con la que se elaboran es escasa, ésta no llegará a las familias con niños, los que más la necesitan.

Tenía unas horas de haber visto La fiebre cuando leí un artículo en el diario El País, del 01 de abril del 2015, llamado ‘Choupette’, la gata millonaria de Karl Lagerfeld”. Me asombro al enterarme que la gatita del reputado diseñador de modas alemán ganó el año pasado, haciendo de modelo publicitaria de marcas prestigiosas, la bicoca de tres millones de euros, tiene dos niñeras exclusivas para su cuidado y una gran colección de bolsos y accesorios, viaja siempre en primera clase, hay escrito un libro sobre su vida y cuenta con miles de seguidores en Instagram y en Twitter. Según su dueño es mucho más sofisticada y elegante que cualquier persona, sabe estar en silencio y no discute, odia a los otros animales y a los niños.

Al terminar de leer el artículo sentí contrariedad, aunque no, por supuesto, con la minina de la historia. Sobra decir que Choupette nada sabe de desempleo, desigualdad, pobreza, explotación. Pero tengo la impresión que las excentricidades de Lagerfeld y de tantos otros como él, podrían extenderse casi sin cortapisas a su visión de los problemas sociales que aquejan al mundo. Una visión seguramente superficial y despreocupada, que no refleja el menor interés por las dificultades colectivas. Que esta superficialidad no atañe exclusivamente a millonarios y, en general, a las élites económicas de los países tanto ricos como pobres, sino que se trata de una distorsión de la realidad mucho más extendida de lo que generalmente se cree, es lo que precisamente pone en perspectiva la película La fiebre.

Vale la pena acotar que el tratamiento de esta “modernidad líquida”, para decirlo con la etiqueta analítica que a propósito de algunas de estos problemas estableció el filósofo polaco Zygmunt Bauman, ha sido abordada abundantemente por académicos e intelectuales desde diversos flancos sociológicos y políticos.  Por su parte, en los últimos años los economistas, a partir de diversos estudios, han hecho un llamado de atención sobre el aumento de la concentración de la riqueza y el ensanchamiento de la desigualdad, especialmente en Estados Unidos y algunos países de Europa. Pero ha sido sobre todo con la publicación (originalmente en francés en 2013, en inglés y en español en 2014) del libro “El capital en el siglo XXI”, del economista francés Thomas Piketty, que esta problemática ha adquirido una sólida corroboración empírica y ha recibido una amplia notoriedad.

De manera pues que los problemas y conflictos al interior de las sociedades ricas y pobres, sumado a los problemas globales, exigirán de los ciudadanos posturas cada vez más informadas, cada vez más argumentadas. No bastará con que la gente, sobre todo los jóvenes, se indigne, proteste. Hay mucho por reflexionar, hay mucho por proponer al respecto. Y uno no debería esperar tener una fiebre para tomar conciencia de ello.

 

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