LA LIBRERÍA “LA BALLENA BLANCA”

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Dedicado a mi amigo Alejandro Padrón

Alejandro Padrón camina de aquí allá por su librería La Ballena Blanca, organizando al detalle lo que será una velada con varios escritores españoles y venezolanos. La velada transcurre tal cual lo planificado y los asistentes se deleitan con las historias de algunos de ellos sobre los altibajos, las sorpresas, las amarguras, los descubrimientos que rodean, por humilde que este sea, el proceso de la creación literaria. Como es lo habitual, el público presente se entusiasma con la posibilidad que alguno de los escritores invitados escriba una dedicatoria en el ejemplar que llevan consigo de alguna de sus obras. Tengo suerte, el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka hace una dedicatoria en mi ejemplar de su novela La enfermedad (2006, Anagrama), ganadora del Premio Herralde del 2006. No sé si esté violando algún código que impida revelar las dedicatorias de los escritores en sus libros, pero igual me arriesgaré a develar la que Alberto colocó en el mío: “…Esta enfermedad que sólo se cura con palabras”.

Estoy otro día cualquiera en La Ballena Blanca y miro hojeando libros a un político venezolano, ex ministro, ex embajador en Argentina. No le conocía personalmente, pero la historia de su padre me la habían contado en Barcelona viejos camaradas suyos. Se trataba de un comunista catalán, militante, que estuvo a punto de morir en la guerra civil española, pero logró salvarse y recaló en Venezuela, en un poblado del interior del país llamado Nirgua. A mí la historia completa de la odisea de este hombre me pareció digna de una novela, quizás porque había terminado de leer por esos días Soldados de Salamina (2001, Tusquets) del escritor español Javier Cercas y la historia, de alguna manera, se asemejaba. Lo abordé y luego de presentarme le conté de estos amigos de su padre y de cómo me había enterado de su vida extraordinaria. Se transfiguró de emoción y comenzó a evocar recuerdos de su progenitor en la densidad de unos escasos minutos, como si el vacío de algún olvido lo pudiera llenar ahora de memoria. Creo que el ambiente especial de la librería se presta para que uno haga algún tipo de catarsis.

La Ballena Blanca tiene un diseño arquitectónico que en cierta forma semeja la estructura ósea de una ballena. Uno puede sentirse en su interior como esos personajes de la literatura que han vivido dentro de estos cetáceos. Ser Jonás, meditando sobre los designios de Dios (si concedemos que la Biblia también es una obra literaria) o Gepetto, buscando con desesperación a su problemático hijo de madera. También puede uno hojear libros hasta cansarse, tomarse un delicioso té o un café con galletas caseras, participar en una animada tertulia sobre las bondades literarias de este o aquel escritor, sobre el último triunfo (o derrota) del Barsa, del Real Madrid, de las posibilidades de La Vinotinto de acceder al Mundial de Fútbol o, como iba a faltar, de la situación política del país.

En estas reuniones espontáneas participan académicos e intelectuales de alto calibre, de excelente formación. La razón es que La Ballena Blanca está localizada en Mérida, una ciudad enclavada en la cordillera de los andes venezolanos y que aloja en su interior a la Universidad de Los Andes, una de las más importantes del país, ciudad donde nací y donde me formé como economista. Mérida bulle de cultura, de saberes, sus librerías reflejan esta condición privilegiada.

Alejandro Padrón forma parte de ese grupo que comparte una perspectiva amplia e informada sobre casi cualquier tema. También es escritor de novelas como Escuela para pobres (2009, Mondadori) y de un libro donde desmenuza la experiencia de un académico lanzado a descifrar las complejidades de la diplomacia venezolana en los inicios de la era chavista: Yo fui embajador de Chávez en Libia (2011, La Hoja del Norte). Pero, por sobre todo, Alejandro es un personaje literario. Se ha inventado y reinventado a sí mismo varias veces. Es como Maqroll el Gaviero, el entrañable personaje del escritor colombiano Álvaro Mutis, siempre proyectando, siempre soñando, pero con la importante diferencia que la mayoría de sus proyectos académicos, literarios, empresariales no han sido fallidos, han llegado a puerto, o mejor, utilizando una metáfora kavafiana, siguen navegando, descubriendo lo que Ítaca tiene por ofrecer.

Uno de estos proyectos es precisamente La Ballena Blanca. Este cetáceo cargado de libros nada por los océanos con la confianza de que en su interior alberga tanta sabiduría, tantas sorpresas, que uno desearía quedar atrapado en ella. No es casualidad que el escritor español Jorge Carrión en su ensayo Librerías (2013, Anagrama) la haya incluido entre las mejores librerías que él ha conocido por todo el mundo. Ojalá quienes me leen y no la conocen tengan alguna vez la oportunidad de vivir la experiencia de conocerla.

 

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4 respuestas a LA LIBRERÍA “LA BALLENA BLANCA”

  1. Alejandro Gutièrrez dijo:

    Bello y realista artìculo. Te invito un cafè, en el cafè de La Ballena Blanca. Un abrazo.

  2. Freddy Garcia dijo:

    En efecto, Gracias a la recomendación del autor de este extraordinario articulo, tuve la oportunidad de conocer este palacio de letras, del cual obtuve un par de Souvenirs que no podría haber encontrado en ningún otro sitio… Agradecido Profesor Isaías.

  3. Isaías Covarrubias Marquina dijo:

    Gracias Alejandro, y, por supuesto que ese café va, saludos y un abrazo amigo.

  4. Isaías Covarrubias Marquina dijo:

    Tiempo ha que escribí esta entrada y hoy 16 de septiembre releo con placer para celebrar el cumpleaños de mi entrañable amigo Alejandro Padrón.

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