SENTIDO Y PARADOJA DE LA CONDUCTA DEL VENEZOLANO VISTA DESDE LA LECTURA DE “LAS FANTASÍAS DE JUAN BIMBA”

“Las fantasías de Juan Bimba. Mitos que nos dominan, estereotipos que nos confunden” (2011, Taurus) del siquiatra y economista Áxel Capriles, es un libro que explora sobre la personalidad colectiva del venezolano. Haciendo uso de definiciones y teorías sicológicas, antropológicas, sociológicas, Capriles inicia el ensayo revisando el manido concepto de identidad colectiva, afirmando que solo se trata de un constructo teórico interesado y oportunista. Es una definición resbaladiza que conduce por un camino equivocado para analizar el sustrato común en conductas y acciones de pueblos o naciones. De hecho la noción de identidad colectiva se vuelve peligrosa, en tanto a menudo disfraza o justifica tesis racistas, nacionalistas y xenófobas, especialmente mediante la negación del otro, generando el tipo de acciones y conflictos que son hábilmente explotados sobre todo por gobernantes o regímenes políticos, con propósitos demagógicos, populistas, belicistas, casi siempre con la finalidad oculta o manifiesta de perpetuarse en el poder.

Por el contrario, los mitos y estereotipos arraigados en el inconsciente colectivo y en las conductas de los pueblos, desnudando comportamientos que reflejan una determinada manera de percibirse e interpretarse, son muy reveladores y significativos de las posibilidades y limitaciones de un grupo social definido, habitando un espacio geográfico definido. En este sentido, Capriles aborda los mitos y estereotipos más representativos del venezolano a lo largo de su historia y en el presente. Los mitos de El Dorado, Kanaima, Maria Lionza y los estereotipos del “alzao”, Juan Bimba y el “cheverismo”, son revisados a la luz de nuestras creencias y nuestra manera de ser, analizando su influencia en no pocos de nuestros comportamientos colectivos. Voy a abreviar mi reseña del libro comentando la influencia que Capriles le atribuye al medio geográfico en la conducta del venezolano, el uso político del estereotipo de Juan Bimba y la paradoja que encierra el hecho que nuestro carácter alegre, familiar, despreocupado, gozoso, contrasta con nuestra incapacidad manifiesta para generar capital social. Lo comentado se trata de relacionar con algunos aspectos que describen nuestra crisis política actual.

Sobre la influencia del medio geográfico es dado decir que nuestra geografía tan diversa refleja caracteres y formas de conducta muy distintos entre, por ejemplo, un andino y un oriental. No obstante, Capriles repara en que la luz y la calidez del Caribe nos baña a todos y los cambios radicales del clima propios de un país caribeño, ahora llueve, sale el sol, se produce una ventolera, impactan en los estados de ánimo del venezolano, creando y recreando comportamientos y maneras de pensar que tienden a ser erráticos y volátiles, pasando rápidamente de  la euforia a la tristeza, motivando cambios de argumentos y de opinión en cuestión de días o incluso de horas. Algo de este carácter mudable, ciclotímico, se ha puesto de manifiesto en las opiniones de los opositores respecto a las acciones o inacciones de la MUD, cuyos líderes pasan de ser héroes a villanos en muy corto tiempo. Sus decisiones circunstanciales, en medio de la impaciencia que provoca no vislumbrarse una solución a la crisis, parecieran atizar las cambiantes reacciones de la gente opositora, sin desmedro de la culpa que tiene la propia MUD en todo esto, por su inconstancia de estrategia y propósito.

Al analizar el arquetipo de Juan Bimba, Capriles alerta que se trata de uno negativo, nutrido de una imagen manipulada y distorsionada de los más desfavorecidos económica y socialmente. Juan Bimba, viva en el medio rural o en el urbano, es la imagen estereotipada de un ser vulnerable, en permanente dependencia, incapaz de valerse por sí mismo, indefenso ante los poderosos que lo explotan y engañan. Los líderes demagógicos y populistas se han servido de este estereotipo como representación del pueblo venezolano para elevarlo a protagonista de sus luchas. Es sobre Juan Bimba convertido en pueblo que líderes con ideologías muy distintas han construido su causa, sus promesas de redención social, su revolución. Y poco importa lo que piense, cuáles son sus esperanzas; los líderes se han encargado de interpretarlo a su particular manera. Los gobernantes crean la sensación de que resuelven los problemas de Juan Bimba, pero al final sus políticas generalmente resultan más dañinas que beneficiosas. Eso sí, a cambio de las dádivas que le reparte, el gobernante siempre exigirá de Juan Bimba lealtad política y agradecimiento, pues es quien le ha vendido al menos el sueño de una redención social siempre postergado. De Juan Bimba se siguen aprovechando con ganancia los herederos de un líder que si en algo acertó fue darse cuenta que este estereotipo social seguía muy vigente entre los venezolanos. Juan Bimba sigue más vivo que nunca, cualquiera lo puede ver con su carnet de la patria esperando en una cola para que le entreguen una caja con comida.

El tercer aspecto se enfoca en el estereotipo del venezolano como un ser despreocupado, viviendo el día a día, capaz de hacer nuevas amistades en minutos, familiar, chévere, amable en el trato y siempre con sentido de humor más allá de las circunstancias desfavorables. Este es un estereotipo que en general los extranjeros visitantes por unos días, que han vivido un tiempo o permanentemente en el país corroboran. Igualmente ha sido confirmado por estudios de panel de países sobre percepción de valores, bienestar y felicidad, donde los venezolanos hasta hace pocos años puntuaban en los primeros lugares. De manera que más que un estereotipo se trata de un modelo de conducta muy arraigado que, no obstante ser visto como un rasgo colectivo positivo, encierra una preocupante paradoja. Y la paradoja estriba en que el mismo venezolano descrito a partir de esos valores es bastante incapaz de generar capital social, ese activo intangible que cuando se manifiesta resulta ser un extraordinario apoyo y complemento para el desarrollo económico. Los dos grandes pilares del capital social, la confianza y la cooperación, están en general ausentes de la conducta del venezolano que, por el contrario, manifiesta una gran desconfianza hacia quienes no forman parte de su círculo familiar y de amigos y es reacio a cooperar cuando no están comprometidos sus propios intereses y objetivos. Me atrevo a sugerir que la ausencia o déficit de capital social es quizás uno de los obstáculos que ha vuelto más conflictiva la situación política y económica del país, haciendo más compleja y difícil la salida pacífica y democrática. Por supuesto, Capriles no asoma ningún tipo de receta para resolver esta paradoja, pero su libro deja abierto el espacio académico y práctico para pensar en construir el capital social que tanto necesita el país. Se trata de un desafío, un buen punto de partida para corresponder con las interesantes reflexiones de este excelente libro, escrito con mucho sentido explicativo y amor por Venezuela. ©

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