VENEZUELA, REALIDAD GEOPOLÍTICA Y TEORÍA DE JUEGOS

En memoria de mi vecina y amiga Ana Cecilia Román, que me hacía el honor de leerme.

En el libro “El malestar de la Globalización” (Taurus, 2002), Joseph Stiglitz cuenta que siendo economista jefe del Banco Mundial, revisando los programas de rescate financiero del FMI le llamó la atención que el respectivo para la crisis financiera de Rusia en 1998 fue casi expedito, se aprobó sin dilación, mientras que en el caso de la crisis financiera de Argentina, desde principios del siglo XXI, se le dio largas al apoyo del organismo a la nación suramericana y, de hecho, al final no ocurrió rescate alguno. Stiglitz especula sobre la razón de este distinto trato: Rusia posee armas nucleares mientras que Argentina no.

Sabido es que Rusia con sus armas nucleares cuenta con una amenaza creíble para hacer estallar la estabilidad geopolítica global. En teoría de juegos, que dos jugadores tengan una amenaza creíble los dota de una estrategia disuasoria que limita el abanico de acciones de ambos.  En la práctica, el gobierno de un país sabe que su poderío le permitiría iniciar una guerra nuclear, pero también sabe que la reacción inmediata del gobierno del otro país sería responder al ataque. Este juego de guerra se repetiría hasta desembocar en la locura de una destrucción mutuamente asegurada (MAD, por sus siglas en inglés). Por tanto, la estrategia dominante del gobierno de cada país con armas nucleares es hacer saber al otro que cuenta con esta capacidad. Es una amenaza creíble convertida en un poder disuasorio. Esta manera de enfocar la estrategia del conflicto detrás de la posibilidad de una guerra nuclear para así evitarla, se le debe sobre todo a una de las mentes brillantes de la teoría de juegos, el Nobel de Economía Thomas Schelling. [*]

Señalo todo esto porque en la crisis política que sufre Venezuela se ha querido equiparar la negativa del presidente Donald Trump para reunirse con Nicolás Maduro con las reunión que por estos días sostuvo Trump con su homólogo de Corea del Norte, Kim Jong-un. Según algunos analistas, especialmente de izquierda, esto evidenciaría que el gobierno de los Estados Unidos no busca resolver la crisis política venezolana por medio del diálogo sino mediante una intervención militar, pues lo que en realidad quiere es apoderarse de su petróleo. Pero en esta argumentación se les olvida que Trump se reúne con Kim Jong-un y desdeña a Maduro por una razón geopolítica parecida a la sugerida por Stiglitz para el distinto tratamiento de las crisis financieras de Rusia y Argentina: Boom!

Que la realidad geopolítica global es asimétrica no es ninguna novedad. Que los principales actores de decisión de las acciones para la resolución de los conflictos calibran complejos intereses políticos y económicos en función de la relevancia del país en crisis, tampoco es ninguna novedad. Por ello, la crisis política padecida por Venezuela es diferente en varios aspectos claves a la que sufre Siria, Yemen o incluso en la propia región Nicaragua o Haití. Los contextos son distintos y la relevancia política y económica del país también. Por tanto, son distintas las motivaciones de los agentes internos y de los actores internacionales. Por lo demás, las opciones que se ponen sobre la mesa para una posible resolución del conflicto tampoco son uniformes. El distinto tratamiento que reciben las naciones provoca parafrasear una frase orwelliana: todos los países son iguales, pero algunos son más iguales que otros.

Ahora que el gobierno de Maduro solicita desesperadamente un diálogo internacional, cabe recordar que quienes han torpedeado por más de un lustro esta opción han sido ellos mismos. Y este torpedeo lo ha sido tanto en el contexto interno, frente a los opositores, así como frente a las exigencias de la comunidad internacional de encontrar una salida democrática a la crisis. Con la situación política y en especial la económica agravada, y el país sumido en una emergencia humanitaria, la opción del diálogo, utilizada hasta ahora por el gobierno de Maduro como una fórmula de engaño y distracción, finalmente se ha agotado.

Una razón por la que Trump rechaza dialogar con Maduro es que este ya no es reconocido como presidente legítimo de Venezuela ni por su gobierno ni por un grupo importante de gobiernos del mundo. En cambio sí han legitimado la autoridad de Juan Guaidó como presidente interino. Su liderazgo se apoya en trabajar para la materialización de los tres planteamientos de consenso para la solución de la crisis: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. De las opciones disponibles para el cumplimiento de estos objetivos, la intervención militar es la menos deseable. Las intervenciones militares norteamericanas causan urticaria en los gobiernos y rechazo de la población latinoamericana por diversas razones válidas y no validas. Pero sucede que en el escenario de la crisis venezolana la intervención militar representa la amenaza creíble. En este sentido, los “jueguitos de Nash”, expresión peyorativa que le leí a un intelectual de izquierda, ofrece un modelo de explicación útil y hasta cierto punto predictivo del curso de las acciones hacia la resolución de la crisis. Tengo la esperanza que en el caso venezolano la estrategia de la amenaza creíble de la intervención funcione y al final se materialicen los objetivos planteados para la solución de la crisis sin necesidad de recurrir a ella. Pero solo es una esperanza.

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[*]  Para comprender lo básico de la teoría de juegos los invito a leer el capítulo dedicado a esta teoría en mi libro “Aprendiendo Economía con Los Simpson”, disponible en: http://www.eumed.net/libros-gratis/2011c/1000/

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