AMANTES GALÁCTICOS

Me entero por una noticia que en una lejana galaxia, a unos 3.500 millones de años luz de la Tierra, dos agujeros negros se encuentran y emiten una gran llamarada de luz y resplandor. Leo sobre ellos y me da por pensar que son amantes. Los agujeros negros, un hombre y una mujer, están unidos en una danza interminable, rodeados de la oscuridad más absoluta. Se encuentran y se aman como cuentan unos versos del cantautor uruguayo Jorge Drexler en su canción Fusión, preguntándose mientras descansan entrelazados: dónde termina tu cuerpo y empieza el mío…cuánto de esto es amor, cuánto es deseo, se pueden o no separar…dónde termina tu cuerpo y empieza el cielo, no cabe ni un rayo de luz…quién fue el que nos unió en un mismo vuelo, los mismos anhelos tal vez la misma cruz…

Haciendo el amor en uno de sus encuentros, los agujeros negros se encendieron de una manera prodigiosa, emitiendo un chorro de luz tan grandioso y luminoso que su llamarada pudo ser captada por los astrónomos de la NASA y así los descubrieron.

Y entonces me da por pensar que mis amantes galácticos explican la teoría de los fósforos del doctor John Brown, el inefable personaje de la novela Como agua para chocolate, de la escritora mexicana Laura Esquivel (llevada al cine con mucho éxito). La teoría de los fósforos del Dr. Brown, que se la transmitió su abuela y él se la cuenta a Tita, la protagonista de la novela, dice más o menos así:

Todos nacemos con una caja de fósforos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda de una vela. Pero el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los fósforos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. Esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de fósforos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo…

Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los fósforos uno a uno, porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todos de un solo golpe, producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver…y nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino.

A Tita y Pedro, su enamorado y amante en esa historia maravillosa, la emoción de reencontrarse y amarse libres de ataduras les produjo un calor tan grande que se les encendieron todos los fósforos de golpe, provocando una gran llamarada luminosa, tan luminosa que otros amantes, en una lejana galaxia, la recrean cada vez que también se reencuentran y se aman.

icovarr@ucla.edu.ve

@iscovarrubias

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