BRASIL Y LA EFECTIVIDAD DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

Dedicado a mis amigos y colegas brasileños, en especial Karine Bandeira y Eduardo Mauch Palmeira.

Una vez conocidos los resultados de lo que fue la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, sabemos que está a las puertas de ser gobernada por un ultraderechista, ultraconservador. El dilema que hoy enfrenta la nación latinoamericana de mayor tamaño geográfico y económico no solo es problemático para el destino del propio Brasil, sino también para el de toda la región. Esto es así porque, dejando al margen el colapso de Venezuela y su “freakonomics” nunca antes vista en la región, la mayoría de las demás naciones latinoamericanas, al igual que Brasil, pueden confrontar serias dificultades de gobernabilidad, en la medida que las políticas públicas han sido poco efectivas para solucionar los desafíos sociales para los cuales se diseñan e instrumentan, en especial, las destinadas a la reducción de la tasa de pobreza, el nivel de desigualdad o lograr alcanzar una estructura económica de alto nivel de productividad y competitividad.

En efecto, a las diversas fallas del mercado sobre las que se asientan las economías de los países latinoamericanos hay que sumar las fallas del Estado. Lo peor de todo es que el mal desempeño gubernamental e institucional empeora conforme en la región gana terreno la acción de grupos y élites políticas que se enquistan en el poder. La amenaza que se cierne ya no es solo la posible agudización de los problemas sociales generados por la poca o nula efectividad de las políticas públicas, sino también el peligro de deriva hacia la ingobernabilidad o hacia el autoritarismo antidemocrático.

Considero que es un error colocar las fallas del Estado referidas a las políticas públicas en relación a si las instrumentan gobiernos de izquierda o de derecha. Ciertamente estas políticas a menudo están contaminadas de la ideología del gobierno que las aplica, pero lo que realmente importa evaluar es si son efectivas de acuerdo a los objetivos que se hayan fijado y los resultados obtenidos. La mayor parte de las veces la gente común no las juzga con base en sus principios políticos o ideológicos, principios que, demás está decirlo, son perfectamente válidos y respetables; la gente lo que juzga es si determinada política pública ha mejorado su bienestar o si, por el contrario, le ha mermado su calidad de vida. Y en este juicio raramente se equivocan. Luego esa percepción tiende a reflejarse de varias maneras: protestando, absteniéndose de votar, votando con los pies (migrando), o incluso eligiendo al extremo del espectro político del gobierno que les falló.

Los desafíos de instrumentar políticas públicas efectivas son enormes porque las que han sido exitosas en un país no necesariamente se pueden replicar con igual o mayor éxito en otro país, pues esto depende en gran medida del entorno económico y político existente en cada caso. Por otra parte, la efectividad de políticas como las dirigidas a la estabilidad macroeconómica, pudiendo se ejemplo de ello Colombia o Bolivia, no necesariamente garantiza el éxito de políticas microeconómicas, como las orientadas a mejorar la competitividad de las empresas. En el peor de los escenarios, pueden asomarse serios dilemas de política macro y micro, como los que ahora enfrenta Argentina y en menor grado, pero también de forma visible, Costa Rica.

Desde esta perspectiva, los vaivenes políticos de la región habría que enfrentarlos con más política. Pero no la de carácter populista de izquierda o de derecha que se apropia y medra del desencanto de la mayoría de la gente. En realidad lo que se requiere es profundizar en la capacidad y calidad institucional necesaria para formular, evaluar y monitorear políticas públicas efectivas, basadas en la evidencia, sostenibles en el tiempo. Solo así quizás nos podremos librar algún día en la región de este flujo y reflujo político de promesas fallidas, de nuevas esperanzas y sueños frustrados, de los cuales Brasil parece será el próximo ejemplo.

 

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