COMPETIR CON UNO MISMO

Dedicado a mí querido y admirado hijo Gabriel Enrique Covarrubias Velásquez (Gabo)

Confieso que no me llama la atención el coaching, y sea por un prejuicio o una boutade, a menudo me parecen superficiales las aparentes lecciones y los consejos de algunos coaches cuando eventualmente los veo en alguna red social. No obstante, al comenzar a escribir esta entrada, a partir de unas declaraciones que leí de Cristiano Ronaldo, caí en cuenta que lo estaba haciendo al estilo usual del coaching. Y es que uno no pasa una vida como profesor universitario sin crear y desarrollar una aptitud y actitud de querer explicar y explicarse el mundo enseñando –y aprendiendo, obviamente-. De manera que si quien me lee encuentra una enseñanza en estas notas, si como ocurre con el propósito de la autoayuda: funciona para mí, pues estupendo.

Lo que dijo Cristiano Ronaldo es que él no compite con ningún otro jugador, sólo compite consigo mismo, sólo está pendiente de superarse a sí mismo [1]. Sea que le creamos o no, y en lo particular le creo, el astro portugués da un consejo interesante a tomar en cuenta, un consejo que no solo sirve de ayuda en lo individual, sino también aplica para un grupo, organización, empresa o incluso países y regiones. En relación con esto último, cuando estaba muy de moda el tema de la competitividad internacional en los años ochenta y noventa del siglo pasado, un consultor japonés de clase mundial, Kenichi Ohmae, contó, en una conferencia en Caracas, la siguiente historia: Están de cacería en África un asiático y un latinoamericano; mientras descansan en un descampado de la selva, repentinamente escuchan de su interior el rugido de un león. Inmediatamente el asiático se dispone a ponerse unos zapatos deportivos para echar a correr y el latino, con nuestra proverbial resignación hacia lo inevitable, le dice riéndose de él: -¿Es que acaso no sabes que ese león corre más que nosotros?- Y el asiático le responde: -claro que sí lo sé, pero a mí no me interesa saber eso, a mí lo que me importa es correr más que tú-.  La lección detrás del relato la entendemos cuando comprobamos que existen casos reales de desarrollo demostrativos de que algunos países asiáticos mejoraron su desempeño económico cuando internalizaron que lo lograrían por ellos mismos, de su propio esfuerzo productivo, casi de manera independiente de lo que hicieran otras naciones.

Volviendo al plano individual, competir con uno mismo supone centrarse en el asunto o actividad que “compete”, es decir, enfocarse en lo que uno sabe hacer y mejorar en ello todo lo que se pueda, sin preocuparse en exceso por cómo se desempeñan los demás. Por supuesto, esto es más fácil decirlo que hacerlo [2]. Generalmente ocurre que una persona que se desempeña bien en su deporte, trabajo, arte o cualquier otra actividad, sin embargo presta demasiada atención al desempeño y los resultados obtenidos por quienes compiten, estudian o trabajan con él o ella. Esta distorsión a menudo acarrea una gran carga de ansiedad y stress, pues el individuo termina preocupándose más porque otros lo puedan superar que en buscar superarse a sí mismo.

Una derivación de esta distorsión es que la persona puede verse arrastrada a internalizar comparaciones desfavorables que no tienen un basamento real. Cuando esto ocurre, desarrolla una percepción errónea y negativa de su desempeño. Al respecto de ello, en una serie de trabajos sobre la relación entre nivel de felicidad e ingresos, se llegó a la conclusión que el incremento del ingreso se relaciona con un mayor nivel de felicidad hasta cierto umbral, pero más allá de ese umbral de ingresos no se obtiene necesariamente un mayor nivel de felicidad. Sin embargo, los ingresos por arriba del umbral, si bien no traen más felicidad, sí pueden, paradójicamente, ser causa de infelicidad. El caso es que muchas personas, especialmente en los países desarrollados, se sienten insatisfechos con su ingreso relativo, es decir, por bueno o excelente que sea este ingreso y le permita cubrir con holgura todas sus necesidades y hasta sus deseos, al final terminan comparándolo con el más alto de su compañero de trabajo o el de su vecino y esto les resulta muy frustrante [3].

No obstante, la comparación desfavorable puede no tener mucho que ver con una falta de aptitudes y actitudes del individuo, sino de la acción de la simple y pura suerte. Aunque la suerte es un factor que escapa completamente de nuestro control, juega en algunas ocasiones de nuestras vidas un papel relevante, pero casi nunca estamos dispuestos a atribuirle un peso específico en los resultados logrados. En relación con esto, el sicólogo y Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman afirma que al explicar el pasado y predecir el futuro desempeño de los individuos se tiende a destacar demasiado el papel causal de la aptitud y se ignora el de la suerte, incurriéndose en un sesgo cognitivo conocido como la “ilusión del control” [4].

Si finalmente uno logra enfocarse en competir con uno mismo debería tomar en cuenta dos aspectos adicionales importantes. El primero es que más allá del talento que se posea para realizar una actividad, la mejora real y efectiva viene combinada con miles de horas de práctica y dedicación [5]. El segundo aspecto se refiere a que competir con uno mismo no debe significar no cooperar con los demás, ya que los resultados deseables individuales y sociales son más significativos cuando se coopera que cuando se compite. En realidad, la evolución dotó inicialmente a Homo sapiens con más aptitudes de cooperación que de competencia, pues la cooperación es crucial para la supervivencia de la especie. Competir con uno mismo y cooperar con otros, mejorando así el desempeño individual y el de la sociedad, es un ideal quizás utópico, pero creo no se pierde nada intentándolo.

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[1] Las palabras textuales serían estas: “Para mucha gente el mejor es Messi, eso yo siempre lo sabré respetar. En mi cabeza, el mejor soy yo. Y todos deberíamos pensarlo de nosotros mismos. Por eso he obtenido tanto en mi carrera”.

[2] Como lo dijo una vez el sicólogo y economista del comportamiento Dan Ariely: “Si los seres humanos fuéramos personajes de dibujos animados, seríamos más parecidos a Homero Simpson que a Superman”. Actualmente hay una serie de disciplinas de las ciencias cognitivas y la economía que analizan por qué, frecuentemente, no somos firmes y consistentes en nuestros propósitos, sea sentarse a estudiar, hacer ejercicio, dieta, o seguir la estrategia de competir con uno mismo.    

[3] En un episodio de Los Simpson, Homero le pregunta a su vecino Flanders cómo hace para comprarse tantas cosas, sabiendo Homero que sólo gana un poco más que él, porque le ha revisado la correspondencia de sus recibos de pago. Respecto a la economía de la felicidad véase el libro de Richard Layard: Felicidad. Lecciones de una nueva ciencia (Taurus, 2005).

[4] Afirmación destacada en su libro Pensar rápido, pensar lento (DeBolsillo, 2015).

[5] Se estima que se necesitan unas 10.000 horas de práctica o entrenamiento para alcanzar un alto nivel de desempeño en una actividad. La regla de las 10.000 horas ha sido analizada, entre otros, por Malcolm Gladwell, en su libro Fuera de Serie (Outliers) (Taurus, 2009). Para tener una idea de lo expuesto en ese libro véase la entrada en este blog: JAMES RODRÍGUEZ Y LOS FUERA DE SERIE, publicada en julio de 2014.

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