CRISTÓBAL COLÓN Y LAS BALLENAS

Recibo en mi correo una nota de una de las redes que soportan mis investigaciones, específicamente ResearchGate, anunciándome que tengo una nueva cita académica de mi libro digital “Economía Medieval y la Emergencia del Capitalismo” (eumed.net, 2004). Esta vez se trata de un artículo inserto en una revista dedicada a la historia de la industria de la caza y explotación de las ballenas en el Atlántico Norte, Galicia y Portugal, y de cómo esa explotación derivó en el presente hacia una perspectiva conservacionista de esta especie animal marina.

Traigo a colación lo de la cita porque hoy Día del Descubrimiento, de la Resistencia Indígena o como usted quiera llamarlo, aparecerán las consabidas quejas históricas del enorme expolio, usufructo, explotación, desarraigo y genocidio que causó la empresa del descubrimiento y de la conquista de América por parte principalmente del imperio español, aunque no solo de este imperio, y de una forma reduccionista le dirán que por esta explotación la causa de la riqueza de la Europa actual no es otra cosa que la contraparte, el reverso, de la pobreza y miseria de buena parte de la América del presente. La verdad es que esta queja, a poco que uno revise la historia económica de la era medieval tardía, no tiene relevancia explicativa, no se sustenta en los hechos.

En efecto, desde el punto de vista económico al final de la era medieval uno se encuentra que al menos algunos rasgos de  las empresas de explotación moderna ya existían en algunas industrias de finales del siglo XIV y en el XV, las cuales relacionamos con la emergencia del capitalismo mercantil. La caza y explotación de las ballenas durante ese periodo tuvo algunas de esas características. Otro ejemplo, incluso más representativo y completo, por los adelantos tecnológicos y organizacionales implementados, sería el Arsenal de Venecia, una fábrica de barcos mercantes y de guerra, de balas y cañones, que en muchos sentidos funcionó como las fábricas de producción en serie que solo veríamos en el comienzo del siglo XX.

En otras palabras, el afán de explotación juntado al afán de poder de quienes aprovechaban esa explotación, ya existía en una variedad de empresas europeas y en la mentalidad de algunos gobernantes de los imperios europeos del fin de la Edad Media. El descubrimiento por Cristóbal Colón del llamado “Nuevo Mundo”, lo que hizo fue exacerbar las variables determinantes de la emergencia del capitalismo que ya se asomaba con sus bienes y sus males. Si hubieran sido los navegantes y marinos del imperio portugués, con el hermano del Rey Joao a la cabeza, Enrique El Navegante, mucho más instruidos que los del imperio español, quienes descubrieran América, las causas y consecuencias sobre el afán de explotación, la guerra comercial y de dominio geopolítico entre los imperios europeos se habrían presentado igual, aunque habría tenido, qué duda cabe, otras configuraciones.

Yo no sé qué tanto sabía Colón sobre la caza y explotación de las ballenas, a lo mejor mucho a lo mejor nada. Lo que sí sé es que Colón tenía una mentalidad, como muchos otros navegantes y gobernantes de finales del siglo XV, a horcajadas entre el mundo medieval que fenecía y el mundo moderno que emergía. Y esto es lo que importa colocar en una perspectiva histórica. Colón entendió perfectamente las enormes posibilidades de explotación y de usufructo de las tierras descubiertas, incluyendo a los habitantes de estas tierras. Pero Colón no entendía ni podía entender nada acerca de derechos humanos, principios morales que solo comenzarían a cobrar sentido en los escritos, con una visión pre-rousseauniana, de algunos sacerdotes de la Universidad de Salamanca, como Francisco de Vitoria, y de otros que vinieron a América, como Bartolomé de Las Casas, en el siglo XVI; principios que se adelantaron a su definitivo afianzamiento a partir del último cuarto del siglo XVIII. Y no es que se quiera justificar el salvajismo y el genocidio detrás de la conquista y la colonización española, de lo que se trata simplemente es apuntar que no tiene mucho sentido reclamar a Colón y los conquistadores que vinieron de su falta de “humanidad”. Por cierto, ahora también sabemos con relativa exactitud que los gobernantes  del imperio azteca y del imperio inca tampoco destacaban por tener creencias “humanistas” o “socialistas” como algunas veces se ha insinuado esto último para el caso de los incas.

Las acciones de Colón, de los navegantes portugueses, de los navegantes chinos que no fueron, de los conquistadores, de los piratas, de las compañías de indias, de las luchas intestinas y geopolíticas de los gobernantes de los imperios europeos y precolombinos, nos alertan que nuestro acercamiento a esta historia siempre debe ser desde una perspectiva que intente capturar a su vez la mentalidad individual y colectiva que tenían sus protagonistas y sus sociedades, la que permitió forjar el mundo moderno y la emergencia del capitalismo. En este sentido, se vale especular y plantear hipótesis originales que rompan con los cánones ortodoxos, pero, como dice un dicho anglosajón, debemos cuidar de no tirar el bebé con el agua de la bañera.

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