DINOSAURIOS Y SAPIENS: UNA HISTORIA PERSONAL

Puede ser pura y simple especulación mía, pero probablemente el reino de los dinosaurios se caracterizó por el miedo, el terror, la sumisión que provocaban los enormes réptiles en los otros animales. Por esta razón, algunos animales emigraron al mar para no sufrir tanto autoritarismo y represión, mientras otros, los mamíferos roedores, pequeños y débiles, pero ágiles y listos, se volvieron colaboracionistas de los dinosaurios para evitar ser aplastados por ellos. Había otros mamíferos un poco más grandes, pero a estos se les hacía imposible luchar contra los dinosaurios, pues las fuerzas eran muy desiguales.

Entonces cayó un gran meteorito sobre la Tierra y sobrevino la catástrofe para los dinosaurios, sin que pudieran ni siquiera percatarse del colapso. El desastre los dejó desnudos ante la realidad de que eran torpes y poco flexibles para adaptarse a los cambios. Por el contrario, su abultado pelaje y sus calurosas madrigueras les sirvieron a los mamíferos de protección y refugio mientras la situación climática se aclaraba. Sobrevivieron. Aún sin poder creerlo del todo, los mamíferos constataron que el reinado de los dinosaurios se había acabado. Estos dictadores, rígidos y arrogantes, ya no fueron sino un amargo recuerdo de una tiranía.

Más adelante fueron unos mamíferos conocidos como tigres dientes de sable los que aprovecharon para liderar y organizar un plan de ayuda y cooperación con los otros animales, privando el respeto y la solidaridad por sobre las apetencias de poder y de dominio. Superados los primeros problemas, la situación mejoró un poco para todos. Sin embargo, los roedores, antiguos colaboracionistas de los dinosaurios, se fueron acercando a los nuevos gobernantes y comenzaron a figurar, sin comprender por qué los tigres dientes de sable, pudiendo dominarlos a todos, se empeñaban en crear una sociedad animal más libre, justa e igualitaria. Estos roedores, vivaces, lúbricos, con gran habilidad para enredar todo y engañar, no aportaban gran cosa a la causa social animal y antes más bien la entorpecían, en la medida que solo velaban por sus propios y exclusivos intereses.

Con el paso de millones de años, los tigres dientes de sable evolucionaron hacia esos hermosos animales que son los felinos: leones, panteras, jaguares, leopardos, pumas, tigres. Son de una gracia majestuosa a la vez que tienen fuerza, valentía y temple. Pero no pudieron seguir reinando. Los que tomaron el mando vienen evolucionando de la rama de los monos, particularmente de unos que se atrevieron a bajar de los árboles para andar por las sabanas africanas. Eran los australopitecos y de ellos surgió homo sapiens y varios homos más. Resulta curioso que el mejor ejemplar de australopiteco hallado hasta ahora no sea un Adán sino una Eva. Se llama Lucy y una hermosa hembra humana de los tiempos actuales, la actriz Scarlett Johansson, la visita y conoce en la película homónima “Lucy”.

No está claro cómo fue que sapiens se las apañó para ser el único sobreviviente de su especie, superando a neandertales y desinovianos, aunque por un tiempo incluso se apareó con ellos. Seguramente su primitiva vivacidad, más su afán de dominio y su habilidad para guiarse por su instinto, que le viene de la parte reptiliana de su cerebro, le sirvieron para sus propósitos. Lo cierto es que siendo menos fuertes se las arreglaron para cazar y matar mucho más eficazmente que las mandíbulas de los felinos depredadores. Y es que aprendieron muy pronto a manipular palos, piedras, el fuego. En la medida que se fueron afianzando, crearon tecnologías cada vez más sofisticadas y usaron un lenguaje cada vez más complejo. Esto les alentó el deseo de irse adueñando de territorios, recursos, vidas. Sembraron y cosecharon, domesticaron animales y crearon ciudades y ejércitos. Pero fue sin duda el uso de la razón, desde hace dos milenios y medio en la Grecia Antigua, la que les permitió explicar la naturaleza, proyectar sus acciones, catapultándolos en todos los órdenes de lo conocido, aunque la misma razón no ha dejado de producir a veces inquietantes monstruos.

También son soberbiamente lúdicos y pasionales. Juego y pasión los ha impulsado a hacer locuras individuales y colectivas y hay algo perturbador en el hecho de que maten por el simple placer de matar. Descubrieron que pueden acumular mucho poder, no para organizar y mejorar la sociedad, sino por el afán de dominar gentes, territorios, tener riquezas, para lo cual inventaron la guerra y la esclavitud. Han construido maravillas: pirámides, murallas, bibliotecas, catedrales, rascacielos, máquinas tan listas como ellos, internet. Han creado sistemas filosóficos, políticos, religiones, la ciencia, economías donde se le rinde culto al dinero, instituciones, constituciones, revoluciones. Inventaron la sociedad anónima, una suerte de “persona”  – jurídica – con unos derechos que no los tienen ni los demás animales, ni los disfrutan muchos seres humanos. Escriben, pintan, esculpen, danzan, cantan, hacen música e imágenes de una manera que muestra cuán versátiles y talentosos pueden ser, de una manera que es halago y envidia para sus dioses creadores. Por eso resulta desconcertante verlos destruir desaforadamente el medio ambiente del planeta que es su casa, su hogar.

Y es que son contradictorios, pueden ser egoístas y desleales, al mismo tiempo que altruistas y confiables. No cabe duda que son inteligentes aunque no son humildes. Tanto descubren y conquistan así como se extravían. Son los sapiens, los que se creen amos de un minúsculo planeta de agua, aire, tierra y fuego, una mota de polvo revoleando alrededor de una pequeña estrella, en el desierto casi infinito de la inmensidad cósmica. Y todo eso lo sé porque soy uno de ellos.

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