EL COMPAÑERO PAPER MATE

Desde niño me han gustado los lapiceros, las plumas, los lápices y marcadores, más los de colores por supuesto, la razón es que desde chico me gusta escribir, también porque, torpe como soy, en la época de mi niñez y adolescencia nunca aprendí a escribir bien en máquina. En el liceo tuve mucha suerte de tener compañeras que si escribían fino en las máquinas de escribir y hacíamos los trabajos en equipo contando con ese valor agregado. Cuando tocaba hacer trabajos individuales entonces me aplicaba a escribir con una letra que nunca fue bonita, como la de mi madre, que escribía precioso, pero sí aceptable.

En particular recuerdo un trabajo que hice para la materia Castellano y Literatura en 2° año de bachillerato, la impartía un cura, se trataba de hacer un análisis de una novela. Un vecino amigo mío, físico, profesor universitario, baterista de una banda de rock, que hacía las veces del hermano mayor que no tuve, me regaló la novela que leí para el análisis. Rojo como era, me obsequió “Huasipungo” del escritor ecuatoriano Jorge Icaza, publicada en 1934, una obra que revela y denuncia la explotación, discriminación e injusticias cometidas con el indio, no el de la conquista y colonización, sino el de las sociedades latinoamericanas en pleno siglo XX. Un personaje, el sacerdote del pueblo, es de los que sale peor parado por su inquina contra los indígenas y sus simpatías y genuflexiones para con los poderosos terratenientes.

Me dispuse entonces a escribir mi ensayo sin temer a las represalias del cura profesor, elegí papel amarillo y, como si se tratase de una fina ironía, aunque lo hiciera inconscientemente, lo escribí con un lapicero paper mate rojo, con un esmero que aún hoy en día evoco. Llegó el día y la hora de entregar el trabajo y de exponerlo ante el profesor y mis compañeros, no me privé del riesgo de indisponer al cura mencionando las acciones del sacerdote en la novela, parte de esos gestos de rebeldía adolescente que ahora veo asomar, no sin deleite, en mi propio hijo. Fue una muy buena exposición, pero estaba seguro que el cura me castigaría por mi atrevimiento. Cuando recibí la calificación: 20/20, me di cuenta que me había equivocado con el profesor, a pesar de sus posturas políticas, seguramente conservadoras, había valorado bien mi análisis y esmerado trabajo. Ahora me da por pensar que a lo mejor el cura estaba muy de acuerdo con lo que expuse, a lo mejor era rojo también.

Cuando aprendí inglés caí en cuenta que la marca de lapiceros paper mate significa literalmente “el compañero del papel” y este es un muy bonito nombre para un artefacto tan útil. Cuando estudié economía y aprendí que casi todos los bienes son relativos a otros: sustitutos o complementarios, entendí que el papel y el lapicero son de los bienes más complementarios que existen, como el café y el azúcar, o como Forrest y Jenny, de la película Forrest Gump, que desde chicos eran “como pan y mantequilla”.

Desde hace ya mucho tiempo escribo casi todo usando procesadores de palabras en computadoras y en diferentes dispositivos electrónicos, es raro cuando utilizo un lápiz o un lapicero, y al escribir con ellos a veces me cuesta entender hasta mi propia letra. Pero hoy me ha dado por recordar con nostalgia a ese compañero de mis estudios y de mi escribir, el paper mate, el compañero del papel.

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