EL DESCUBRIMIENTO DE LA MENTE BRILLANTE DE JOHN NASH

Un día como hoy, 23 de mayo de 2015, moría junto con su esposa, Alicia Lardé, en un accidente de tránsito en New Jersey, John Forbes Nash (1928-2015), el matemático estadounidense Premio Nobel de Economía. Nash venía del aeropuerto tras recibir en Estocolmo el Premio Abel, uno de los más prestigiosos entre los matemáticos. Nash ganó el Nobel de Economía por sus aportes a la Teoría de Juegos, un modelo que considera las decisiones de los agentes tomando en cuenta estratégicamente las de sus oponentes, en un sistema de acciones y reacciones que puede ser cooperativo o no cooperativo. La principal implicación de los juegos no cooperativos como los que modeló Nash es que la acción que maximiza un resultado, por ejemplo los beneficios en un mercado con solo dos empresas produciendo, un duopolio, se alcanza a partir de las decisiones de cada empresa considerándolas individualmente, teniendo presente la decisiones que puede tomar la otra. No obstante, queda claro que el mejor resultado posible puede ser uno donde ambas empresas cooperen entre sí.

He escrito suficientemente sobre Nash y su Teoría de Juegos en varias entradas de mi blog La economía sí tiene quien le escriba y por lo menos un artículo para la revista española Oceanum. Pero en esta oportunidad no voy a escribir sobre ello, sino sobre un aspecto de su vida, su esquizofrenia, la cual se le manifestó muy joven. Aunque el libro biográfico A Beautiful Mind, de Silvia Nasar, publicado en 1998, indaga bastante en su enfermedad mental, es de la película homónima, llamada en español Una mente brillante, estrenada en diciembre de 2001, de donde extraigo el dato para un breve planteamiento en torno a cierta sicología que se esconde detrás de lo que podríamos llamar el otro descubrimiento de John Nash.

Acosado por su padecimiento mental, Nash vivía alucinando que un colega le proveía información Top Secret sobre conspiraciones que, en medio de la Guerra Fría, podían terminar generando problemas geopolíticos globales serios. Nash se vuelve paranoico y obsesivo con esto, causándole serias dificultades en su vida laboral y personal. Para evitar ser descubiertos por los servicios secretos, su colega, acompañado de su hija de unos 10 años, se reúne con él en parques a campo abierto. Pero un día Nash se da cuenta que la hija de su colega, a pesar de llevar varios años intercambiando información con él, no crece, sigue siendo una niña de 10 años. Entonces su mente reacciona a esa imposibilidad lógica y matemática, después de todo, el tiempo pasa matemáticamente también, y comienza a confirmar que él solo está alucinando, inventando todas esas situaciones. A partir de ese descubrimiento inicia, ayudado por su esposa y algunos colegas, su recuperación, regresando al estudio de alto nivel de las matemáticas y a insertarse nuevamente en el mundo académico. Aunque fue un descubrimiento personal, para él fue tan significativo como el conseguido en torno a la Teoría de Juegos, con apenas 21-22 años, mientras hacía sus estudios doctorales en la Universidad de Princeton, los que le significaron se le otorgara el Premio Nobel de Economía en 1994.

Leyendo y conversando al respecto con amigos sicólogos y sicoanalistas, creo entender que no hay que ser necesariamente un genio como John Nash para tener este tipo de revelaciones, de epifanías, unas que resuelven, o comienzan a resolver, un nudo gordiano alrededor de un problema sicológico, emocional, o incluso una enfermedad mental. Esas revelaciones pueden ocurrir por un mero azar, una conjunción de hechos, situaciones, palabras, que de repente se presentan como una tormenta perfecta, en este caso generando un bucle de acciones y reacciones positivas. Otra posibilidad es que el inconsciente esté trabajando a la sombra del consciente engañado con la realidad y en un momento dado puede pasar la información relevante para destrabar la situación y alentar una toma de decisiones y unas acciones más sinceras y asertivas. Por esta última razón es que quizás aún se le otorga un poder tan revelador a los sueños. Con toda seguridad hay muchas otras posibilidades alrededor de encontrar revelaciones que pueden cambiar de la noche a la mañana el sentido y significado de una vida.

A pesar de su padecimiento, John Nash fue un vivo ejemplo de espíritu de superación. Si lo consiguió a partir de un descubrimiento azaroso es lo de menos, también fue su afán consciente o inconsciente de encontrar una solución lo que lo llevó a salir del atolladero. Independientemente de su genialidad, el punto es que él siempre lo estuvo intentando, después de todo tenía a sus matemáticas, tenía una pasión, un propósito, y tener uno cualquiera de ellos se convierte en un motivador muy poderoso, incluso cuando el fin de la pasión o propósito se orienta a atender, más que las propias, necesidades de otros seres humanos por los que sentimos especial afecto o amor. Aunque parezca de sentido común tenerlas, en realidad encontrar esas pasiones o propósitos también puede ser el resultado de una revelación y, como dudarlo, allí tendremos una primera orientación realista para buscar soluciones a algunos de nuestros problemas y dificultades, para enamorarse o simplemente aferrase a la vida.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.