EL DESTINO MELANCÓLICO Y TRÁGICO DE LOS LIBERTADORES LATINOAMERICANOS

Los estudios de historia económica comparativa y de desarrollo económico comparativo, como los que ha realizado el premio Nobel de Economía Douglas North y sus colaboradores, algunas de cuyas ideas fundamentales se pueden extraer del artículo “Order, Disorder and Economic Change: Latin America vs. North America” (North, Summerhill y Weingast, 1999)*. O el enjundioso libro de Daron Acemoglu y James Robinson “Por qué fracasan los países” (Editorial Deusto, 2012), son insistentes en remarcar que las diferencias de desarrollo económico y político entre los países del Norte y los del Sur, vale decir entre Estados Unidos y América Latina, comienzan desde el mismo momento en que aparecen diferencias en el hacer y quehacer de sus instituciones, entendiendo instituciones en un sentido amplio, abarcando, entre otros, el sistema legal de propiedad privada, los derechos civiles y los arreglos formales e informales que facilitan o dificultan la producción y el intercambio económico.

La lectura de un conjunto de interesantes ensayos del intelectual venezolano Mariano Picón Salas, reunidos en un libro de 1952 de la editorial Cruz del Sur, llamado “Dependencia e independencia en la historia hispano-americana” me hacen pensar que, vistos en perspectiva, algunos de ellos contienen planteamientos que encajan bastante bien, de manera si se quiere sorprendente, con algunas de las ideas que emergen del enfoque neo-institucional del desarrollo económico comparativo. Sugiere Picón Salas que las diferencias en desarrollo económico y político entre Estados Unidos y América Latina tienen un eco histórico en el diferente destino existencial que tuvieron los libertadores anglosajones respecto a sus pares al sur del rio grande, en la diferente forma como fueron tratados por sus contemporáneos. Pero dejemos que sean las propias palabras de Picón Salas las que nos aclaren el punto:

“…Y como si la problemática hispano-americana en su lucha por la democracia fuera más áspera y difícil que la de la otra América, la próspera y afortunada, cabe pensar en el opuesto destino que cupo a los próceres en los Estados Unidos: en la majestuosa senectud de Jefferson, en el sosegado retiro granjero de George Washington. Los libertadores de Hispano-América morirán encadenados como Miranda en lúgubres pontones, o se les fusila como a Hidalgo, Morelos y Morazán, o son asesinados como Sucre o desterrados como San Martín y O´Higgins o se consumen a los 47 años como si hubieran vivido ciento de angustia e ingratitud, a semejanza de Bolívar” (p. 50).

Bolívar es sin duda el epítome de este sino melancólico y trágico, que condenó a los héroes de nuestra independencia a ser execrados, humillados, ridiculizados y hasta asesinados en algunos casos por sus propios partidarios. Existen algunas obras, como la biografía “Simón Bolívar” de John Lynch, e incluso de ficción, como la novela “El General en su laberinto” de Gabriel García Márquez, que revelan algo de la angustia existencial que corroía al Libertador en sus últimos días. Una angustia existencial que tenía dos caras manifiestas: la de sentirse amenazado de muerte, el temor de morir asesinado, lo cual lo lleva a tomar la determinación irrenunciable de emigrar a Inglaterra, para lo cual no le alcanza la vida. Y la melancolía y ansiedad que sentía al ver su proyecto político derruido, menoscabado de sus promesas e ideales originales.

Es el propio Bolívar quien manifiesta la desazón enorme que le producen los acontecimientos en pleno desarrollo de su último tiempo. Después del asesinato de Sucre, su General más leal, lo que en sí mismo significó una tragedia más en su vida, le dirige una famosa carta al primer presidente de Ecuador, donde, a manera de sentencia, escribe que la América se ha vuelto ingobernable, que los que como él han hecho la revolución han terminado arando en el mar, que lo único que queda por hacer es emigrar. Finalmente se permite una advertencia que, pronunciada hace casi doscientos años, sigue teniendo resonancia: las repúblicas desunidas de Latinoamérica serán pasto fácil de las masas desenfrenadas, que luego serán sometidas al yugo de mediocres tiranos “de todos los colores y razas”.

Basta observar en perspectiva las montoneras,  las guerras civiles, el surgimiento de los caudillos en el siglo XIX, las dictaduras del siglo XX y los populismos del siglo XX y XXI, enraizados en los procesos políticos, económicos y sociales, que recorrieron y aún recorren la vasta geografía latinoamericana, desde México hasta Argentina, para entender que la ansiedad de Bolívar fue hasta cierto punto premonitoria de una realidad que se sigue manifestando en ciertos barbarismos atávicos, recurrentes, los cuales siguen carcomiendo las posibilidades de desarrollo económico y de progreso social de una parte relativamente importante de la población latinoamericana.

En el caso del barbarismo representado por los populismos del siglo XXI latinoamericano, que tienen en la revolución bolivariana de Venezuela su máxima, pero no única, expresión, sus líderes han alimentado el culto a los héroes de la independencia y, en especial, el culto a Bolívar, con la finalidad de arrogarse el estandarte de ser los continuadores de esa gesta heroica, que comenzó con la liberación de nuestros países de la corona española y que, como plan político, no habría culminado, sigue viva.** Paradójicamente, como lo expone Mariano Picón Salas en sus ensayos y lo refrendan los estudios del neo-institucionalismo económico, son precisamente este tipo de rémoras las que castran y anulan muchas de las posibilidades que encierran las instituciones para servir de palanca útil en el despliegue de procesos políticos verdaderamente democráticos e inclusivos. Que sirvan de impulso a los procesos económicos que conducen al desarrollo verdaderamente efectivo de una nación.

*Al artículo referido se puede acceder desde el siguiente link: http://international.ucla.edu/media/files/weinga.pdf

**A propósito de esto, Andrés Oppenheimer en su libro “¡Basta de historias!” (Editorial Debate, 2010), cita una conversación con el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, quien le dijo: “en Latinoamérica hay una obsesión con el pasado. La idea de que los vivos están guiados por los muertos está muy viva en la región” (p.32).

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MPS   Douglas North  9789871496662   el general en su laberinto

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