EN BUSCA DE LA ECONOMÍA PERDIDA (APUNTES PARA LA RECONSTRUCCIÓN II)

En la entrada anterior afirmé, con cifras del FMI, que el PIB de Venezuela ha perdido un poco más de la mitad de su valor en cinco años y que recuperarlo en los próximos cinco años supondrá que la economía venezolana crezca a un ritmo de 15% anual en promedio. Decía que esta meta luce casi inalcanzable, pero si se flexibiliza a diez años, la tasa de crecimiento requerida para la recuperación, de 7% anual en promedio, parece posible alcanzarla. En todo caso, aún contando con el mejor plan económico, recuperar la economía será un objetivo difícil. Es importante recalcar que una economía recuperada no implica que lo perdido no tuvo o tiene un alto costo social. La idea con este análisis es que comprendamos que esta pérdida, debido fundamentalmente a malas políticas, no debería volver a ocurrir.

Una manera de analizar la producción que pudo realizarse y no se hizo, la producción perdida, es mediante un modelo que los economistas llamamos el producto potencial, que representa la producción agregada alcanzada si se utilizan plenamente todos los recursos (del subsuelo, máquinas, recursos humanos) a disposición de una economía. Cuando el producto efectivamente realizado es inferior al potencial, surge una brecha entre ambos productos, pues no se están empleando plenamente los recursos o se están subutilizando. Ocurre una pérdida porque el producto alcanzado pudo haber sido mayor.

La exigencia de eficiencia económica, de mantener lo más cercano posible el producto efectivamente realizado del producto potencial, conlleva a diseñar políticas que atiendan tres objetivos vinculados entre sí: lograr el pleno empleo de los recursos, la estabilidad macroeconómica y el crecimiento económico. Cuando se aplican políticas erróneas o fallidas, la brecha del producto puede ser amplia y manifestarse, entre otros problemas, en una alta tasa de desempleo o un alto nivel de desabastecimiento de bienes y servicios. Desde esta perspectiva, la pérdida del producto agregado representa un costo social que puede llegar a ser muy alto.

Hay algo más con la producción perdida. Mientras yo tecleo estas palabras mejoro mi escritura y cuando leo mejoro mi nivel de lectura y así sucesivamente para otras actividades rutinarias y productivas que realizo. Esto ocurre así porque las habilidades y capacidades humanas se mejoran en la medida que se da un proceso de learning by doing, de aprender haciendo. Con la producción de mercancías pasa que mientras se está produciendo rutinariamente las habilidades de los trabajadores se perfeccionan. Y el aprendizaje acumulado tiende a  incrementar la productividad y la innovación. Cuando por diferentes razones la producción agregada se aleja de la potencial, también se pierde en la mejoría de habilidades y capacidades, lo cual acarrea un costo social adicional.

Varios casos de desarrollo económico confirman la importancia del proceso de learning by doing. Por ejemplo, a principios del siglo XX Finlandia solo explotaba madera de sus bosques, pero más tarde las habilidades y capacidades desarrolladas con esta explotación se extendieron a la producción de herramientas para serrar y cortar madera. Más adelante comenzaron a producir estas herramientas con dispositivos eléctricos y electrónicos, para luego pasar a aplicar todo ese aprendizaje tecnológico en la fabricación de teléfonos móviles. Estos productos de alta tecnología no necesitan la madera sino otras materias primas que Finlandia importa de otros lugares. Sin embargo, lo fundamental para producirlas: el aprendizaje tecnológico y las habilidades y capacidades de sus trabajadores lo tienen. Actualmente fomentan el aprendizaje de su población en los procesos de Inteligencia Artificial, con el fin de convertirse en líderes globales de este sector. Esta es una de las claves del crecimiento económico y del alto bienestar social que disfruta Finlandia.

Venezuela es el caso contrario de Finlandia. A comienzos del siglo XX explotaba y exportaba petróleo y un siglo después lo sigue haciendo sin haber podido diversificar su producción. Desde hace unos años exporta petróleo cada vez en menores cantidades, a pesar de contar con las mayores reservas del mundo. Esto es el reflejo de décadas de malas políticas que han causado mucha producción perdida de petróleo y de otros bienes y servicios. Adicionalmente, los  ingresos públicos perdidos por la caída de la producción se pudieran haber invertido en hospitales, escuelas, servicios básicos. La pérdida ha tenido un alto costo social. También se ha perdido en mejoras de las habilidades y capacidades de los  trabajadores. Peor aún, se está perdiendo a los propios trabajadores, los cuales han migrado masivamente a laborar en empresas de otros países, buscando mayores ingresos laborales y una mejor calidad de vida.

Para salir de ese atolladero, se debe plantear una agenda de políticas que apunten a cerrar las brechas del producto, diversificar la producción e incrementar la productividad. Se debe alentar un proceso de learning by doing permanente, apoyado en una educación de calidad y en la inversión privada y social que mejora las habilidades y capacidades de los trabajadores. Una lección que se extrae de todo esto es que deberíamos ser más cautelosos a la hora de elegir políticos que una vez en el poder no parece importarles mucho estas pérdidas y desdeñan el costo social que acarrean, pasando por alto la necesidad de tener un alto nivel de educación y un aprendizaje y una formación continua de los trabajadores. La otra lección que se extrae es que no verlo así nos llevaría por un callejón sin salida económico, pues éstas son condiciones ineludibles para tener en el futuro una economía reconstruida que sea competitiva e innovadora, verdaderamente próspera.

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