JOHNNY DEPP VS. AMBER HEARD: VICTIMIZACIÓN, BIOLOGÍA Y ECONOMÍA

El juicio de gran alcance mediático por difamación entre Johnny Depp y su ex esposa Amber Heard llegó a su fin el 01 de junio, con el resultado que el jurado consideró que la mayor parte de lo dicho por ella contra él en cuanto al maltrato sufrido es falso. La sentencia la obliga a resarcirlo por un monto de 15 millones de dólares y él le tendrá que pagar 2 millones. Heard se presentó como una víctima de abuso doméstico en su relación matrimonial con Depp; perdido el litigio declaró que el resultado favoreció al actor debido a su poder desproporcionado y sus influencias. La forma de comportarse de estos famosos actores de Hollywood se presta para especular un poco por qué hacerse la víctima es una conducta tan extendida entre los seres humanos [1].

Asumiendo que se trata de una aproximación terriblemente simplificadora del asunto, diría que la victimización puede verse como una conducta aprendida socialmente, pero también es guiada en alguna medida por exigencias de la biología evolutiva. Probablemente hacerse la víctima puede haber tenido algo de estrategia evolutiva exitosa para la supervivencia y la adaptación al entorno por parte de Homo sapiens [2]. No es casualidad que en los grupos tribales y en las grandes civilizaciones antiguas de Mesopotamia, Egipto, Persia, posteriormente también en el mundo Maya, Azteca, Inca, existieran las llamadas “víctimas propiciatorias”, elegidas para ser sacrificadas y así lograr obtener para todo o una parte del grupo social regalos, protección o perdón de sus dioses. Sin embargo, en el complejísimo mundo de las relaciones personales y de grupo de las sociedades modernas, la victimización representa más bien un ensamblaje de acciones, que pueden llegar a ser muy sofisticadas, dirigidas a obtener ventajas de tipo sicológico-emocional, político o económico. En esta compleja red a menudo surgen las situaciones y motivos que propenden a la asunción del papel de víctima y a sostenerla.

Por lo demás, hacer el papel de víctima puede ser visto como una conducta que responde a los incentivos existentes y considera los costos de oportunidad de los diferentes cursos de acción. Desde esta perspectiva, el análisis económico, más concretamente el análisis costo-beneficio, puede proveer una explicación al menos parcial sobre dicho comportamiento. Al respecto, el mismo principio de racionalidad que guía a los individuos a buscar maximizar los beneficios de sus decisiones y acciones económicas, podría fundamentar el tipo de comportamientos del individuo que se victimiza. Se trataría entonces de una estrategia donde, racionalmente, se busca optimizar resultados sopesando los beneficios presentes y futuros frente a los costos presentes y futuros de la victimización. Tal y como lo explicaba el Premio Nobel de Economía Gary Becker, aplicar el análisis económico a decisiones como casarse, tener hijos o cometer un delito, es posible si se atiende a un criterio que permita ponderar costos y beneficios económicos y no económicos de estas decisiones. De esta manera, hacerse la víctima puede llevar a un riguroso cálculo de los costos y beneficios implicados en las acciones y reacciones [3].

Algunos beneficios de hacerse la víctima, sobre todo a corto plazo, se resumen en la atención, consideración, colaboración, protección, empatía que consigue un individuo o un grupo social con esta conducta, pero ¿cuál es el costo que puede acarrear iniciarla y sostenerla? El costo de hacerse la víctima está implícito en el riesgo de que se descubra esté basado en todo o en parte en un engaño. El ser humano tiene una gran capacidad para el engaño (y el autoengaño), observable también en la conducta de otras especies animales, pero donde nunca alcanza el grado sofisticado en que lo hace Homo sapiens. Cuando se descubre un engaño de cualquier tipo, este a menudo arrastra la credibilidad del individuo o grupo social que asume el papel de víctima [4].

Por lo demás, la victimización puede convertirse en una conducta muy perjudicial y acarrear costos desproporcionados. Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, apuntó en su momento un alerta en este sentido: “Las víctimas son muy peligrosas. Alguien que se queja todo el tiempo de lo mal que la trata el mundo no está buscando arreglar su situación, trata de arrastrarte a su estado. Quienes no estén de acuerdo con su queja serán tachados de malvados. Cuídate de las víctimas porque necesitan convertir a todos en culpables”.

En conclusión, victimizarse es una respuesta generada desde las relaciones familiares y sociales practicadas por la mayoría de los seres humanos en algún momento de sus vidas desde su niñez y hasta la vejez. En términos de análisis costo-beneficio, la conducta de hacerse la víctima generalmente se mantiene mientras su beneficio sea superior a su costo. El jurado del sonado juicio consideró que la supuesta víctima no era tal, aunque ambos, demandante y demandada, demostraron haber llevado una relación donde ninguno de los dos se privó de hacerle daño al otro, al mismo tiempo que pareciera nunca hubo entre ellos un poco de cariño, mucho menos de amor.

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[1] Esta aseveración no implica que no hayan existido y existan víctimas y victimarios reales, sean individuos o grupos sociales, muchos personajes y hechos históricos lo confirman así.

[2] Una excelente introducción a la conjunción de modelos de la biología evolutiva con los de la economía, planteados bajo el enfoque de la teoría de juegos, es el libro Bioeconomía (Universidad de Málaga, 1986) de Juan Carlos Martínez Coll.

[3] Por supuesto, el análisis costo-beneficio pertinente se basa en considerar las decisiones “marginales”. Seguir victimizándose se mantiene como conducta mientras el beneficio marginal de una unidad (acción) adicional de victimización sea superior al costo marginal de esa unidad (acción).

[4] Como cualquier otro comportamiento, la victimización supuesta o real está impregnada, entre otros aspectos, de valores, antivalores, espíritu de grupo, idiosincracia, religión, ideología, narrativas e “historias de vida”.

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