LA HERENCIA DE LA TRIBU Y LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA: UNA INTERPRETACIÓN

La herencia de la tribuLisa Simpson está investigando para la celebración del bicentenario de la fundación de la ciudad, la vida del héroe fundador del pueblo, Jeremías Springfield, y descubre una carta suya donde confiesa que fue un pirata y hasta intentó asesinar a George Washington…es un héroe fraudulento.

Lisa duerme y tiene un sueño donde se le aparece George Washington que quiere venganza, para lo cual le indica cómo descubrir el fraude; ella en el sueño le dice repetidamente: “quiero ayudarte George Washington…quiero ayudarte George Washington…”

Bart está pasando en ese momento por el frente del cuarto de Lisa y dice: “¿quiero ayudarte George Washington?…la verdad es que hasta tus sueños son raros Lisa…”

Los Simpsons. Lisa la iconoclasta. Temporada 7. Capítulo 16, febrero, 1996.      

El libro de la sicoanalista y escritora venezolana Ana Teresa Torres: “La herencia de la tribu. Del mito de la independencia a la revolución bolivariana” (2009, Editorial Alfa), ofrece interesantes hipótesis acerca de las causas y consecuencias que ha tenido en la construcción social de Venezuela la perpetuación del pasado histórico, elevado a la categoría de mito, encarnado en la Independencia y en la figura de Simón Bolívar,  tanto en lo que corresponde al discurso político así como en la acción política. La obra, a horcajadas entre la antropología y la sicología social, destaca especialmente el uso como herramienta política por parte de la revolución bolivariana del mito fundacional de la república.1 Además, ofrece la posibilidad de analizar sus presunciones desde la perspectiva de la situación política y social presente y futura del país.

En la re-interpretación que se hace dentro de la revolución bolivariana del proceso  independentista, los ideales de libertad, igualdad y justicia enarbolados por los libertadores, aparecen fracturados pues, una vez logrado el  propósito de la libertad del dominio español, fueron traicionados y contravenidos los ideales de igualdad y justicia para los oprimidos. Otros intereses menos nobles se impusieron. Bolívar, precursor y encarnación heroica de estos ideales, fue uno de los primeros traicionados. Durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX estos ideales siguieron siendo traicionados recurrentemente por otros actores políticos y sociales.

En este sentido, el relato mítico supone que la hazaña independentista aún no está concluida, planteando entonces una lucha histórica entre quienes han escamoteado los ideales de igualdad y justicia, y quienes, ahora allegados al poder, retoman el estandarte de intentar materializarlos para el beneficio del pueblo. De ello se deduce que la lucha librada por la revolución bolivariana no responde a las circunstancias políticas y sociales de unos años, ni siquiera de unas décadas. No, es la continuación de un proyecto interrumpido hace casi dos siglos, al que le llegó la hora, cual ave fénix, de renacer de sus cenizas para retomar la utopía y reorientar la nación hacia el sueño bolivariano de unión (latinoamericana), igualdad y justicia social.

Chávez es pues el heredero del mito, es su relator oficial, el hombre providencial, se transmuta en  héroe a la manera de un ángel vengador, se transmuta en Pueblo, en el taumaturgo con la visión necesaria para cumplir la misión de llevar a ese pueblo mil veces engañado, mil veces marginado, hacia la senda de progreso y bienestar legítima. Por ello, la revolución bolivariana, su proceso político, exige prácticamente la refundación del país. Por su parte, no es casualidad que sus batallas se libren contra los antihéroes y enemigos actuales de la patria, nacionales (apátridas) y extranjeros; sediciosos legatarios de quienes en el siglo XIX derrumbaron los sueños de Bolívar (Francisco de Paula Santander, José Antonio Páez), los ideales de Ezequiel Zamora (la oligarquía) y así en un continuo de castas traidoras durante el siglo XX hasta el presente. La lógica que arropa el mito supone además que siendo el estamento militar el descendiente directo de los héroes libertarios, son los militares los llamados a dirigir la refundación de la patria y a ser protagonistas en el diseño y ejecución de los planes y proyectos que permitirán la materialización de la utopía, asumida como la realización del llamado socialismo del siglo XXI.2

Desde esta perspectiva, el proyecto de la revolución bolivariana, aunque se etiqueta como participativo, democrático, inclusivo, en realidad no ha estado del todo dirigido a convocar la participación ciudadana al margen de lo que define el propio proyecto. En realidad, una parte importante de la esfera civil de la sociedad ha quedado apartada o silenciada en esa tarea de construcción civil de la sociedad. El proceso de construcción ciudadana del presente y del futuro ha quedado subsumido al proceso político, sometiendo el ámbito civil y las instituciones a los designios de una revolución idealista, redentora, guerrera, llevada adelante para y por sujetos políticos antes que para y por ciudadanos.3

Esta es en esencia la tesis de Torres, pero el libro va mucho más allá de exponer este argumento. Se adentra en los aspectos políticos y comunicacionales que permitieron dar sentido práctico y operativo al engranaje: Mito-Herencia-Patria-Chávez-Pueblo-Utopía (Socialismo del siglo XXI). Más allá de sus supuestos y presunciones, el libro también se presta para analizar la viabilidad actual del engranaje planteado y su pervivencia en el tiempo.

En este orden de ideas y en primer lugar, con la muerte de Chávez se comienza a desarticular este engranaje. Chávez no solo era el principal referente de la conexión emocional de la revolución bolivariana con el Pueblo, también ejercía el liderazgo único y absoluto del proceso político en la búsqueda de la materialización de la utopía: el socialismo del siglo XXI. El resquebrajamiento es doble. Por una parte, la ausencia del referente le resta fuerza a la conexión Líder-Pueblo, absolutamente necesaria para la dinámica del engranaje. Por otra, la ausencia de un liderazgo único, la existencia de un vacío de poder en la conducción de la revolución bolivariana (como lo ha dejado entrever el ex ministro de Planificación, Jorge Giordani, en una carta pública) abre aún más las fisuras y las contradicciones del proceso.4 En la agudización de estas contradicciones tiene un gran peso específico las consecuencias negativas que han tenido el diseño e implementación de un modelo económico que ha resultado inviable e insostenible. Cualquier evaluación objetiva de las políticas económicas de la revolución bolivariana y sus resultados da cuenta de esta realidad.

En segundo lugar, las contradicciones del proceso alientan las contradicciones en el entorno del poder, el entorno del gobierno, lo cual ha conllevado a la búsqueda de chivos expiatorios y culpables dentro del propio gobierno; algo que probablemente Chávez con su liderazgo podría haber evitado o al menos minimizado sus daños. En este sentido, resulta paradójico que la necesidad de la revolución bolivariana de contar permanentemente con enemigos: la oposición “fascista” “apátrida” “golpista”, el imperialismo norteamericano, por el carácter de pugnacidad histórica de la que está impregnada, se traslade hasta cierto punto en el presente a una lucha soterrada o explícita entre sus propias huestes.

Al respecto, una de las consejas del Gran Hermano orwelliano era “La guerra es la paz”, significando que mientras se está en guerra con un enemigo externo, se mantendrá la paz interna. El hecho de que la carta de Giordani haya levantando algunas capas de la pugna interna, revela que difícilmente se volverá a un escenario donde se focalizaban los ataques sobre el enemigo externo: la oposición, el imperialismo, para mantener la cohesión dentro del chavismo. La guerra al interior del chavismo y del gobierno llegó para quedarse y posiblemente alcanzará dimensiones y tendrá consecuencias políticas difíciles de pronosticar.

Curiosamente, uno de los vínculos emocionales más fuertes del engranaje Mito-Herencia-Patria-Chávez-Pueblo-Utopía (Socialismo del siglo XXI) es la del enemigo visto como un traidor. Bolívar, Zamora, fueron traicionados, el anti-imperialista presidente de comienzos del siglo XX, Cipriano Castro, fue traicionado por su compadre Juan Vicente Gómez y la oligarquía devenida en burguesía siempre será el enemigo  a vencer en la medida que siempre ha traicionado al Pueblo. El traidor, el desleal de antes y de ahora, es, en la simbología de la revolución bolivariana, el peor enemigo. Por eso no ha resultado extraño que el presidente Nicolás Maduro haya etiquetado como una traición a Chávez-Pueblo, los cuestionamientos de Giordani a raíz de su salida del gobierno, lo cual lo ha convertido ipso facto en un enemigo, en un instrumento de la derecha.

El desmantelamiento del engranaje Mito-Herencia-Patria-Chávez-Pueblo-Utopía (Socialismo del siglo XXI) que alimenta a la revolución bolivariana, al menos en algunos hechos concretos, se ha iniciado, aunque sería insensato prever su fin próximo. Jhon Kenneth Galbraith dijo alguna vez que las revoluciones triunfan cuando derriban a patadas una puerta podrida, pero me parece que esto es igualmente válido para su propio final. En el plano simbólico, si interpreté bien la tesis de Torres, el resquebrajamiento del engranaje se inició con el fallecimiento de Chávez. No obstante, en lo que respecta a los mitos y sus recreaciones, siempre presentes en el imaginario colectivo, nunca se sabe cuándo éstos pueden volver a colarse en los intersticios de la historia.

 


1 Torres destaca que no fue con la revolución bolivariana que se inició la manipulación del mito fundacional en el discurso político. Esta mitología y la exaltación de un pasado heroico ha sido utilizado por casi todos los gobiernos desde el siglo XIX, pero fue la revolución bolivariana quien amplificó su utilización.

2 Torres resalta que el mesianismo militar existente en Venezuela, en parte como un resultado de ser la casta militar la heredera de la gloria de los libertadores, supone significativas diferencias con la visión que se tiene del militar en otros países de América Latina, donde se le asocia con lo represivo, lo peligroso, lo no civil. Entrevista a Ana Teresa Torres por la periodista Maye Primera para el libro “La República alucinada: conversaciones sobre nuestra independencia.” (2010, Editorial Alfa). Se puede acceder a la entrevista desde la siguiente dirección: http://prodavinci.com/2010/12/09/actualidad/la-republica-alucinada-ana-teresa-torres-y-el-pasado-que-se-quedo/

3 El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, argumenta de forma parecida para el caso del entorno político y social de las últimas décadas de Colombia, al poner en boca de uno de los personajes de su novela “El ruido de las cosas al caer” (2011, Alfaguara) la queja de que en Colombia todos los ciudadanos son políticos, pero ningún político quiere hacer nada por los ciudadanos.

 4 Jorge Giordani fue ministro de varias carteras de la economía (Planificación, Finanzas) y director del BCV durante trece años de gobierno chavista, teniendo sus ideas una gran influencia en la concepción del modelo de desarrollo económico que Chávez pretendió implementar desde su llegada al poder en 1999. Las políticas económicas de Giordani se pueden calificar dentro del ámbito de un modelo que privilegia la planificación del desarrollo por sobre la descentralización de las decisiones económicas, la inversión y la producción estatal por sobre la privada, alienta fuertes regulaciones y controles a los macroprecios, especialmente el control del tipo de cambio. Durante varios años fue elegido el peor ministro de finanzas de América Latina, a partir de una encuesta que realiza anualmente la revista América Economía. Una evaluación de su gestión lo marcaría como un “populista macroeconómico”. Una vez que fue despedido de los varios cargos que ostentaba, ha escrito una carta pública defendiendo sus políticas y decisiones y denostando del gobierno del presidente Nicolás Maduro, al que le atribuye la culpa de la crisis económica actual y falta de liderazgo político.

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