LA MONEDA DE DIEZ YENES (EL VIAJE DE UN LECTOR IMPENITENTE)

Son las 10.00 P.M del jueves 31 de diciembre y leo la última línea de Una temporada en el infierno, el famoso poema que representa el único libro escrito en solitario por el poeta francés Arthur Rimbaud. Es el penúltimo de la meta de libros que me he exigido leer al año y he cumplido a cabalidad desde hace seis. El año 2020 no sería la excepción, pero por la cortedad del tiempo y tratándose de un día donde se presentan tantas distracciones, había decidido de antemano cerrar la lista releyendo un libro de Haikus que a lo sumo me llevaría cuarenta minutos leer.

Voy a la biblioteca y busco donde tengo los libros de literatura japonesa el mencionado de Haikus, cuando de golpe recuerdo que una vez lo presté y nunca me lo devolvieron. Mi hijo Gabo se entera de la situación y lo involucro en el dilema de buscar ese último libro de lectura del año.  Le pregunto si escuchar un audio libro de unos cuarenta minutos que es ya el máximo tiempo del que dispongo valdría como lectura final. Gabo me advierte: “No papá, eso sería trampa”, entusiasmado de ser el árbitro de mi circunstancia, pues es sabido que a los adolescentes les encanta hacer el papel de jueces de sus padres. Entonces Gabo llega con uno de su propia biblioteca y sin quitarse una sonrisa pícara del rostro me dice “Toma papá léete este”. El libro tiene unas 30 páginas y se llama Me casaré con la maestra, una historia para niños de seis o siete años que seguramente se lo compré cuando estaba en primer grado. Y entonces soy yo quien piensa que eso sería trampa.

El tiempo corre, son las 10:30 y decido que la solución es leer uno de los tantos libros digitales que tengo y se adapte a mi circunstancia, pero nuevamente Gabo hace de aguafiestas y me dice: “¿Y si se va la luz? Estamos en Venezuela, papá” y asumo que tiene razón, sería un riesgo. Ya medio desesperado regreso a la biblioteca y tomo uno de poesía japonesa de varios autores. No recuerdo si el libro me gustó o no, pues lo leí hace mucho tiempo, pero constato que se adapta perfectamente a mis propósitos. Le comento a Gabo que finalmente leeré ese, pero me dice que no cree que un libro releído cuente para lograr la meta. Entonces le explico algo que él todavía no entiende por su corta edad, le digo que cuando releemos un libro siempre somos ya otra persona y es otro el libro, a veces muy distinto al que leímos la primera vez.

11.30: Leo el último verso del último poema y me doy por satisfecho con el deber cumplido. Resultó que el poema que más me gustó la primera vez es el mismo que me gusta más con la relectura. Es del poeta Shuntaro Tanikawa y se llama La moneda de diez yenes, habla de un muchacho que tiene una última moneda de diez yenes y quiere darle un uso especial, no gastarlo en dulces o llamando por teléfono a algún amigo. Entonces avista estacionado en la calle un soberbio auto de lujo, “Altivo como una bella mujer” y con el canto de la moneda raya su pulida e impecable carrocería. Luego tira la moneda hacia el tráfico de la calle atestada de gente. Le leo el poema a Gabo y coincidimos en que es raro, un poco perturbador, pero hermoso, también que ha sido una estupenda manera de finalizar el año en mi extraordinario viaje de lector impenitente.

 

 

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