LA RIQUEZA DE JEFF BEZOS Y LA ECONOMÍA VENEZOLANA REVISITADAS

En enero de 2019 escribí en este blog un análisis comparativo entre la riqueza de Jeff Bezos, el principal propietario de Amazon, y la economía venezolana [1]. Decía allí que resultaba por lo menos curioso que si la riqueza de Bezos se consideraba como el PIB de un país, Bezos tenía entonces un PIB que era un poco mayor al PIB respectivo de Venezuela en ese momento. Como se ha revelado por estos días, la riqueza de Bezos ha aumentado espectacularmente en este problemático 2020, en medio de la crisis del Covid-19, mientras que la economía venezolana sigue en caída libre hacia un abismo que parece no tener fondo. Actualmente la riqueza de Bezos, de 170-180.000 millones de dólares, representa aproximadamente dos veces y medio el tamaño de la economía venezolana. Sin duda que la paradoja entre ambas situaciones se ha hecho más llamativa porque, visto en una retrospectiva de digamos 10 años atrás, probablemente muy pocos analistas, por no decir ninguno, habría apostado por la ocurrencia de estos hechos: el éxito económico casi incomparable de Bezos y el colapso económico, también prácticamente sin parangón, de Venezuela.

Aunque las explicaciones de cómo y por qué ocurrieron ambos sucesos son relevantes, las dejo a un lado para enfocarme en dos aspectos que me interesa destacar. El primero de ellos se refiere a lo variables e inciertos que resultan los pronósticos económicos. Se sabe que a los analistas, a menudo autonombrados “expertos”, a los empresarios, los políticos, les gusta hacer pronósticos y muchas reputaciones profesionales se basan en parte en la capacidad de acertar sobre eventos por ocurrir, incluso se dice que algún evento puede cumplirse solo porque algún experto, empresario o político prominente simplemente lo mencionan, la denominada “profecía autocumplida”. Y es que la capacidad de otear el futuro en el horizonte, de proyectarlo, es una habilidad de la especie humana arraigada en sus genes desde su origen, un rasgo cognitivo que es clave, como lo han demostrado estudios sobre el tema, para nuestra sobrevivencia y la toma de decisiones. Lo que sí ha cambiado marcadamente a lo largo de la historia son los métodos para hacer pronósticos. Sabido es que en la antigüedad se recurría a preguntar a misteriosos oráculos, mirar los astros o auscultar las vísceras de algún animal, ahora los métodos de pronóstico se sirven de sofisticados modelos matemáticos y estadísticos y de herramientas digitales como los algoritmos y la Big Data. No obstante estos adelantos, por lo menos en el ámbito de los pronósticos económicos se falla mucho e incluso cuando se acierta puede ser por razones no necesariamente inherentes al modelo predictivo utilizado.

Al respecto de lo anterior, en una entrada en este blog escrita en agosto del 2019 señalaba que en el mundo económico y financiero la Yield Curve, un indicador del rendimiento en el tiempo de los bonos soberanos, se ha tomado en la última década como un buen pronosticador de la ocurrencia de una próxima recesión económica en Estados Unidos cuando se invierte dicha curva por espacio de varios meses [2]. Curiosamente, el impacto de la epidemia del Covid-19 en este 2020 ha provocado una recesión que también puede ser atribuible al fenómeno registrado en 2019 de una Yield Curve invertida. Aunque se trata de dos sucesos independientes el uno del otro, el punto llamativo es que la complejidad e incertidumbre que rodea a los eventos económicos y financieros bien pudiera hacer aparecer un pronóstico acertado como una relación de causalidad cuando es simplemente una casualidad.

El segundo aspecto que quiero destacar es una somera descripción de la singularidad detrás de la sorprendente inmensa riqueza acumulada por Jeff Bezos, por una parte, y el dramático colapso económico de Venezuela, por otra. El incremento de la riqueza de Bezos se debe en buena medida al extraordinario comportamiento de las acciones de Amazon, especialmente en la última década y muy particularmente en este 2020, pues en medio de la crisis económica desatada por el Covid-19, las acciones de Amazon se han revalorizado solo este año en un 68%. En una retrospectiva de 10 años, una acción de Amazon valorada el 09 de julio de 2010 en 117,36 $, alcanzó el 09 de julio de 2020 un valor de 3.182,63 $. Pero no solo Bezos se ha beneficiado enormemente con el aumento de las acciones de su compañía, si tomamos a un pequeño inversionista que hubiera comprado hace 10 años cien acciones de Amazon, habría obtenido un rendimiento real de 37% anual, descontando la tasa de inflación promedio estadounidense de 1,6% anual desde 2010 y lo que va de 2020. Habiendo conservado las cien acciones, por las cuales invirtió 11.736 $, habría obtenido mediante su venta en la actualidad 318.263 $, multiplicando el capital invertido 27 veces.

En cuanto al colapso de la economía venezolana este es, de lejos, el más agudo y durable que haya sufrido cualquier país latinoamericano en su historia reciente. Es un hecho de una singularidad que resulta casi inexplicable si lo miramos con el lente de las relativas fortalezas en exportación de petróleo, calidad de recursos humanos, infraestructura de servicios y telecomunicaciones que exhibía la economía venezolana hace 10 años atrás. Y no solo se trata de la reducción a menos de la mitad del PIB real en apenas seis años: 2014-2020, del derrumbe de la producción petrolera o del aumento de los precios a tasas hiperinflacionarias, también se refiere a datos socioeconómicos que dejan sin aliento por su gravedad. Al respecto, los datos que acaba de suministrar el proyecto ENCOVI 2019-2020 revelan que 95 de cada 100 hogares venezolanos son pobres desde el punto de vista del ingreso; alrededor del 80% de la población no tiene cómo cubrir la canasta de alimentos; 70% de los hogares reportan inseguridad alimentaria grave o moderada; 30% de los niños registran desnutrición crónica; 44% de las personas con edad de trabajar está inactiva y la población total se ha reducido de 32 a 28 millones como efecto de la migración [3].

Una conclusión subyacente a lo presentado es que nada de lo dicho supone que los sofisticados modelos de pronóstico económico no sean útiles, pero a menudo su utilidad radica en que dejan al descubierto variables explicativas que no se visualizaron o no se tomaron en cuenta y terminaron siendo muy influyentes en la orientación o trayectoria que tomó el acontecimiento económico que se intentó pronosticar. Es decir, algunas veces estos modelos son más pertinentes en cuanto a lo que no revelan que respecto a lo revelado y pronosticado. Por lo demás, se tiende a tomar la mera elegancia matemática del modelo como una característica más importante que su capacidad predictiva, algo que sucede y se privilegia especialmente dentro del mainstream economics. Estas reflexiones sobre las paradojas que pueden encerrar algunos sucesos económicos y sus pronósticos de ocurrencia, no hacen sino respaldar una visión que nos mueve a ser menos arrogantes en cuanto a lo que sabemos y podemos proyectar del futuro, mucho más si la lección contra nuestra arrogancia proviene de la particular tragedia económica y social que hoy exhibe nuestra propia nación.

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[1] Esa entrada se publicó el 29 de enero de 2019 y se llama LA RIQUEZA DE JEFF BEZOS Y EL PIB DE VENEZUELA (APUNTES PARA LA RECONSTRUCCIÓN I).

[2] Este análisis se encuentra en la entrada de este blog llamada YIELD CURVE Y EL FALSACIONISMO DE POPPER, publicada el 20 de agosto de 2019.

[3] El proyecto Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la población venezolana (ENCOVI) es realizado por investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Universidad Simón Bolívar (USB) y Universidad Central de Venezuela (UCV). Los datos referidos corresponden al informe ENCOVI 2019-2020.

 

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