LA TRAMPA DE LOS PAISES DE INGRESO MEDIO Y EL CASO DE LA ECONOMÍA VENEZOLANA

Dali 2La trampa de los países de ingreso medio es una hipótesis sobre el crecimiento de los países en desarrollo que busca explicar por qué algunas naciones consiguen dejar atrás un nivel de ingreso per cápita bajo y alcanzan rápidamente un ingreso medio (12.000-17.000 USD), pero luego no son capaces de sostener un crecimiento que los impulse hasta un nivel de ingreso alto, característico de los países desarrollados.[1] En principio, la estabilidad macroeconómica, sumado al incremento de la tasa de inversión nacional y de los flujos de inversión extranjera directa, junto con el aumento de la productividad agrícola, la manufacturera y la competitividad internacional, permite alcanzar unos niveles de ingreso que reducen la tasa de pobreza y aumenta el número de hogares de clase media, lo cual posiciona al país para seguir en una senda de crecimiento hacia un nivel de ingreso todavía más alto. No obstante, esta meta no se termina cumpliendo y lograr un nivel de ingreso alto se convierte en una barrera insalvable, el crecimiento se ralentiza, en ocasiones de forma pronunciada y por largo tiempo. Algunos países latinoamericanos, particularmente México, Chile y Brasil, han sido señalados de estar experimentando esta trampa del país de ingreso medio.

Entre las explicaciones de por qué se presenta este relativo estancamiento una vez el país alcanza un ingreso medio, una de las más mencionadas se fundamenta en que la transición de una estructura económica basada en la producción y exportación de materias primas y manufacturas básicas, contando inicialmente con bajos salarios relativos, hacia una basada en la producción y exportación de bienes y servicios más sofisticados, de mediano y alto contenido tecnológico, requiere de unas condiciones en la educación, la calidad del capital humano, del acervo de tecnología e infraestructura y de factores institucionales en los que el país es deficitario. Estos obstáculos impiden alcanzar los niveles de competitividad requeridos para producir y exportar bienes y servicios de alto valor agregado. Es una trampa pues, en la medida que aumentan los salarios reales de los trabajadores nacionales, algunos sectores productivos dejan de ser competitivos frente a los salarios más bajos de los trabajadores de otros países. Por su parte, una vez situada la economía en el ingreso medio, generalmente el tipo de cambio tiende a apreciarse, lo cual supone una pérdida de competitividad adicional para los sectores exportadores. Ambos fenómenos, en combinación con otros factores, suponen una amenaza para el proceso de industrialización, dándose la paradoja, como lo sostiene el economista turco Dani Rodrik, de que el país pudiera comenzar a transitar por una senda de “desindustrialización prematura”.[2]

En el caso de la economía venezolana, el aumento del nivel de ingreso del que disfrutó hasta finales de los años ochenta la situó como una nación de ingreso mediano alto (5.870 USD en 1981), en esa época el más alto de América Latina. Sin embargo, el alcance de este nivel de ingreso no fue, en rigor, el resultado de la transformación de la estructura económica hacia un estadio de mayor productividad y competitividad, sino derivó principalmente de los efectos del aumento de la renta petrolera, provocado por sucesivos booms de altos precios del petróleo. Al margen de la alta productividad por trabajador del sector petrolero, la mayoría de los demás sectores permanecieron distanciados de una productividad que justificara salarios y rentabilidad del capital cada vez mayores. La distribución de la renta se acompañó de una política de sobrevaluación del tipo de cambio, asegurando un nivel de ingreso que amplió ostensiblemente el gasto y el consumo, pero divorciado de los índices de productividad y competitividad.

En estos términos, los venezolanos hemos vivido por décadas con unos niveles de ingreso superiores a los que correspondería para nuestro nivel de productividad y de competitividad. Ello explica en parte por qué el nivel de ingreso medio se alcanzó aparejado con una persistente alta tasa de pobreza (51,9% en 1997) y por qué después de experimentar una baja apreciable por espacio de una década hasta el 2013, volvió a elevarse sustancialmente (55-58% en 2015, según datos de instituciones no oficiales). La abrupta caída de los ingresos petroleros, sumado a erradas políticas que propiciaron las altas tasas de inflación y la macrodevaluación-depreciación del tipo de cambio en los últimos tres años, son los factores causantes de la pérdida del poder adquisitivo y del retroceso económico sufrido en sus condiciones de vida por la gran mayoría de los hogares venezolanos. Una gran proporción de la población no pudo salir de manera efectiva de la pobreza porque no se incrementaron los salarios reales como reflejo de un mayor nivel de productividad y de diversificación productiva. De allí que la tasa de pobreza retornará a un alto porcentaje que se creía superado.[3] Por su parte, el control del tipo de cambio ha distorsionado enormemente la relación entre nivel de ingreso y productividad, impidiendo determinar la verdadera competitividad del vapuleado y angostado sector productivo venezolano.

A pesar que por lo menos hasta el 2013 Venezuela seguía siendo un país de ingreso medio (12.265 USD), su actual crisis económica tiene muy poco que ver con la trampa de los países de ingreso medio y más bien muestra características asociadas con la trampa de la pobreza, padecida por algunas naciones africanas y asiáticas de bajo ingreso, a las que el economista británico Paul Collier denominó alguna vez el “Club de la miseria”. Como en la Venezuela actual, las políticas fallidas, la corrupción y el saqueo de recursos han lastrado el crecimiento de estos países, hundiéndolo a menudo por años.

En la actual coyuntura cercana al colapso económico, agravado con el caos del la escasez de billetes y las fallas de las transacciones electrónicas, pareciera irrelevante pensar en otro tipo de problemas, pues todo el esfuerzo deberá concentrarse en el corto plazo y, con otro gobierno, en un programa de estabilización macroeconómica. Sin embargo, como lo dice el economista chileno Ricardo Ffrench Davis, los gobiernos de la mayoría de los países latinoamericanos han sido buenos en la macro para la estabilización y el control de la inflación, pero no son muy efectivos en la macro (añadiría que mucho menos en la micro) para el desarrollo productivo. De manera que es muy importante pensar en estos temas para la Venezuela del futuro. Volver a posicionar nuestra economía en la senda del crecimiento de la producción, la productividad y la competitividad se convierten, pues, en un imperativo, si queremos lograr un crecimiento de largo plazo sostenido.

[1] Una revisión actualizada de las diferentes hipótesis y estudios econométricos alrededor de la trampa de los países de ingreso medio se obtiene de la lectura del artículo de mayo 2016 de Pierre-Richard Agénor: “Caught in the Middle? The Economics of Middle-Income Traps”. Disponible en: http://www.ferdi.fr/sites/www.ferdi.fr/files/publication/fichiers/wp142_agenor-upadte_version-2016-05_0.pdf

[2] Los planteamientos de Dani Rodrik al respecto se pueden leer en su artículo de febrero 2015: “Premature Deindustrialization”. Disponible en: http://www.nber.org/papers/w20935.pdf

[3] El rebote de la tasa de pobreza a los niveles de 1997-98 se analiza en la entrada de este blog de marzo 2015: “Cocoon y el curioso caso de los pobres en Venezuela que volvieron a serlo”. Disponible en: http://covarrubias.eumed.net/2015/03/

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