LOS ANILLOS DE SATURNO

Dedicado a mi sobrino Juan Sebastián Covarrubias

El 21 de diciembre de este año 2020 se pudo observar un fenómeno astronómico muy interesante que se reflejó en la conjunción de sus órbitas de dos grandes planetas de nuestro Sistema Solar: Júpiter y Saturno. Como es sabido, la luminosidad que provoca la conjunción se ha asociado con la estrella de Belén que se narra en la historia del nacimiento de Jesús de Nazaret. Lamentablemente, correspondió con una noche de poca visibilidad y estuvo muy mermada la vista del fenómeno donde me encontraba, pero igual disfruté la emoción del evento, y otra emoción, que mi hijo Gabriel se interesara vivamente por el fenómeno.

Además de algunos eclipses, es el segundo fenómeno astronómico espectacular que observo, siendo el primero el paso del cometa Halley en 1986, en su recorrido por nuestro Sistema Solar y visible desde nuestro planeta aproximadamente cada 75 años. En aquella oportunidad igual me emocioné y disfruté mucho porque ya me gustaba la Astronomía, admiraba al físico y astrónomo Carl Sagan más que a muchas estrellas del deporte o de la música y mi serie favorita de TV era Cosmos. Por esa serie y después leyendo el libro de Sagan basado en ella, llamado igualmente Cosmos, pude reflexionar sobre varios asuntos importantes en la historia de la humanidad, para nuestra civilización, y hasta en algo personal, asuntos sobre los que vuelvo a pensar cada cierto tiempo.

El primer asunto es que Sagan menciona lo cerca que estuvieron los antiguos griegos de descubrir literalmente todo lo relevante en cuanto a Astronomía. Así como dijo el filósofo británico Alfred North Whitehead, por supuesto exagerando, que la filosofía occidental no es otra cosa que un conjunto de notas a pie de página de la obra de Platón, Sagan nos hizo ver que la cosmovisión de la naturaleza impregnada de razonamiento de Demócrito se acercó mucho a entender que toda  la materia está formada de átomos y Aristarco de Samos comprendió perfectamente que es la Tierra la que gira en torno al Sol y no al revés como lo proclamaba, y lo proclamó por mucho tiempo, la sabiduría convencional.

El segundo asunto es que Sagan nos hace entender que toda la formación estelar en el universo se rige por los mismas leyes físicas y evoluciona de la misma manera, lo que hace que de una estrella moribunda que explotó hace miles de millones de años, una explosión supernova, haya salido el gas que permitió el nacimiento de nuevas estrellas, como nuestro Sol, y metales que como el hierro forman parte de los planetas rocosos, como nuestra Tierra, y fluyen por la sangre de un animal inteligente que evolucionó para ahora intentar explicarse todo eso, para comprender que es hijo de las estrellas del universo, de allá viene y allá volverá.

El tercer asunto tiene que ver con que los dos grandes planetas gaseosos que se han superpuesto para que los observáramos como si fuera uno solo tienen unas particularidades interesantes. A Júpiter la faltó algo de masa crítica para convertirse en una pequeña estrella y los varios satélites que orbitan a su alrededor lo hacen ver como un pequeño Sistema Solar. Y qué decir de Saturno, el hermoso planeta con esos anillos espectaculares que nos dicen que el universo por sí mismo no solo es inmenso, casi infinito, como un océano de luz y materia, sino además es de una gran belleza.

El cuarto y último asunto es muy personal y tiene que ver con la dedicatoria que hace Sagan en su libro Cosmos cuando dice, palabras más palabras menos: “En este vasto universo es una gran alegría compartir un mundo contigo”. Son palabras que llevo muy presentes para refrendar el inmenso amor que he sentido por quienes he querido, quiero y me han querido y me quieren. Es alegrarme al recordar que mi madre comprendió por qué no quise llevar anillo de graduación cuando le dije: “Mamá, después de haber tenido los anillos de Saturno en mis dedos no me importa llevar anillo de graduación”. Es regocijarme de ver hace años a mi sobrino Juan Sebastián de niño abriendo Cosmos y enamorándose del libro y yo regalándoselo con una dedicatoria especial. Es reconfortarme al ver que Gabriel ha comenzado a hacer lo mismo y ahora tiene a su Cosmos casi de libro de cabecera. Es reflexionar que desde este punto azul pálido, como se ve la Tierra desde Júpiter o Saturno, en medio del caos, la tragedia, pero también la solidaridad, la gratitud, aún se mantiene vivo el espíritu del conocimiento y nos sostenemos desde el amor, lo más preciado que tiene una vida humana.

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