MURAKAMI, MARX Y EL PROTECCIONISMO DE TRUMP

El genial escritor japonés Haruki Murakami tiene un cuento llamado “Tailandia” dentro del conjunto de cuentos recogidos bajo el título “Después del terremoto” (Tusquets, 2013). Versa sobre los pesos afectivos que inevitablemente arrastramos a lo largo de la vida y la eterna melancolía que arraiga con ellos. No obstante, leyéndolo recientemente, logré captar que Murakami, al margen del focus del relato, deja colar una situación relacionada con la supuesta “amenaza amarilla” que representaba la competencia japonesa para la economía de los Estados Unidos de los años ochenta y noventa, especialmente en la industria automovilística. Murakami la contextualiza así:

“Hacía tres años que habían llegado a un acuerdo de divorcio, pero, meses atrás, alguien había hecho añicos los cristales de las ventanillas y los faros del Honda Accord de Satsuki, estacionado en el aparcamiento del hospital, y había escrito en el capó con pintura blanca: COCHE JAPONÉS. Ella había llamado a la policía. Tras rellenar la denuncia, el corpulento policía negro encargado del caso le había dicho: – Doctora, esto es Detroit. La próxima vez cómprese un Ford Taurus. A raíz de ese incidente, Satsuki se hartó definitivamente de vivir en América y decidió volver a Japón.”

Desde esta perspectiva, uno podría adelantarse un poco a los acontecimientos que se asoman en el horizonte de la política y de la economía de los Estados Unidos y, por ende, de la política y la economía mundial. Con Donald Trump hecho presidente y su prédica proteccionista y anti-inmigrante convertida en acciones concretas, uno puede imaginarse ejercicios literarios del futuro basados en situaciones como esta:

Hacía años que la doctora Lupe trabajaba en el Jackson Memorial Hospital, pero, meses atrás, había encontrado partido uno de los vidrios de una ventana de su Chevrolet Cruze mientras cenaba en un Taco Bell de Miami. Lo que le disgustó sobremanera, más que el daño a su auto, es que dejaron escrito sobre el capó: FUERA DE AMÉRICA LOS AUTOS FABRICADOS EN MÉXICO. FUERA LOS INMIGRANTES. A raíz de este suceso y cansada de las discriminaciones que de tanto en tanto recibía en su trabajo, la doctora Lupe no lo pensó más y regresó a México.

Ambas situaciones de ficción condensan, a mi manera de ver, la arista peligrosa del proteccionismo: opinión pública desinformada, alentada por políticos ignorantes y prejuiciosos respecto a temas económicos complejos y delicados. La realidad es que se trate de un Honda fabricado en Japón o un Chevrolet hecho en México, una portátil o un iphone, estamos hablando de productos fabricados bajo un proceso de cadenas de suministro o cadenas de valor de alcance global, elaborados con componentes manufacturados y servicios prestados de como mínimo una docena de países interrelacionados. La protección de empleos evitando la producción foránea va a contracorriente de estos procesos predominantes hoy en día en innumerables sectores económicos. Un país cuya producción industrial esté vinculada a estos procesos y en el que su gobierno promueva restricciones al comercio puede salir muy perjudicado, pues no se trata de un juego suma cero donde un país gana lo que otro pierde. Adicionalmente, dichos procesos se automatizan cada vez más y son robots los que están sustituyendo a los trabajadores, no necesariamente los inmigrantes. Es por ello que el populismo proteccionista representa una burda manipulación de hechos económicos que no tienen interpretaciones tan simplistas.

Paradójicamente, a diferencia de lo reaccionarias que son las ideas proteccionistas de Trump, creo que si Karl Marx viviera no hubiera tenido problemas en entender las fuerzas de la globalización, sus cambios y sus crisis, incluso sus contradicciones, como un resultado del proceso de expansión del capital industrial y financiero y su derivación hacia una fuerte interdependencia entre las economías del mundo. De hecho, es más o menos en los mismos términos como Marx interpreta, hasta en las pocas páginas de “El Manifiesto Comunista”, la expansión mundial del capital desde mediados del siglo XIX.[*]

Por otra parte, las oleadas de proteccionismo y de nacionalismo generalmente son un indicativo de que en una determinada nación, sea rica o pobre, se ha incubado alguna malgastada ideología de izquierda o de derecha, de esas que resucitan cada cierto tiempo, exacerbadas por los problemas económicos y sociales internos. La realidad es que los políticos suelen aprovecharse hábilmente de ello para manipular a sus votantes, buscándole culpables externos a las situaciones conflictivas internas. Es como el reflujo de la historia del que también hablaba Marx, presentándose una vez como tragedia y otra como farsa, cuyo daño colateral casi siempre terminan pagando los más vulnerables. Me temo que con Trump como presidente de los Estados Unidos la historia no será diferente.

[*] “[El capitalismo] es producto de un largo desenvolvimiento, de una serie de revoluciones en los medios de producción y de comunicación…la necesidad de encontrar mercados lo espolea de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones…Por la explotación del mercado universal [el capitalismo] da un carácter cosmopolita a la producción de todos los países…A pesar de los reaccionarios [que quisieran que la Historia retrocediera], le ha quitado a la industria su carácter nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas o están a punto de serlo.” Extractos sueltos, ordenados a propósito para esta cita, de “El Manifiesto Comunista” de K. Marx y F. Engels, Ed. Ayuso, Madrid, 1977.

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