ORYX Y CRAKE: CUANDO LA DISTOPÍA NOS ALCANCE

Dedicada a mi querida amiga vasca Begoña Dorronsoro

Suelo interesarme por leer literatura de ficción cuya trama gire en torno a distopías, algunas de las cuales derivan en colapsos políticos, económicos, reflejándose en mundos post-apocalípticos, desolados, quedando amenazada la supervivencia de la especie humana. Este interés me llevó por estos días a leer la novela Oryx y Crake, publicada originalmente en 2003, de la gran escritora canadiense Margaret Atwood [1].

Oryx y Crake (Byblos, 2005) se despliega en torno a un mundo post-apocalíptico donde, además de este terrible escenario, se describen rasgos propios de la sociedad distópica de la cual devino el colapso. Lo interesante de este planteamiento literario es que algunas de las características que sirven de materia prima para identificar a esa sociedad, imaginada en un futuro no tan distante, pueden ser rastreadas en el mundo actual. Parcialmente en la línea de lo que el gran sociólogo polaco Zigmunt Bauman definió y analizó como “Modernidad Líquida”, los rasgos distópicos se revelan en una serie de tendencias locales y globales que la novela destaca y de los cuales por lo menos tres me parecen relevantes de mencionar. La primera es la desigualdad social, la segunda es la economía del hiper-consumo y la tercera el dominio de las grandes corporaciones. Siguiendo el hilo de la novela, haré una breve descripción de cada una de estas preocupantes tendencias, sin emitir mayores juicios, aunque se trata de procesos o fenómenos ampliamente documentados y estudiados.

Alrededor de la trama se puede constatar que se habla de un mundo marcado por la desigualdad. En efecto, en el escenario planteado en la novela hay lugar para dos grupos sociales con diferentes niveles de calidad de vida. Existen los complejos, unas localidades aisladas con sus propios centros financieros, comerciales, educativos, con máxima seguridad, sirviendo de asiento de las sedes ejecutivas de las compañías globales. Allí viven los gerentes y los empleados de alta calificación y de altos ingresos. Y están las “plebillas”, ciudades satélites situadas en la periferia, inseguras e insalubres sirven de alojamiento para los trabajadores de baja calificación y bajos ingresos y para los marginados. En las plebillas las actividades económicas legales se mezclan con las ilegales. Por lo demás, como ocurre en la realidad actual, la desigualdad descrita en la novela no solo es local, se extiende también al ámbito global, vislumbrándose la presencia de naciones ricas y opulentas junto a otras pobres y precarias.

En la novela se enfatiza la existencia de un mundo caracterizado por el hiper-consumo de productos y servicios de toda índole y naturaleza, desde los legales, fabricados por las firmas corporativas, hasta los ilegales, como la pornografía infantil, las drogas y otras sustancias sicotrópicas. El hiper-consumo además refleja las diferencias sociales, destacando el consumo sofisticado y costoso de los inteligentes y preparados individuos de los complejos por sobre el consumo de productos de baja calidad de los trabajadores de las plebillas [2]. El hiper-consumo está insertado como un rasgo prominente de la sociedad global actual y, dentro del análisis que hizo al respecto Zigmunt Bauman, la condición de pobre por no tener trabajo, ingresos regulares, termina trasvasándose con la condición de pobre por ser un excluido del mercado, por no participar en la fiesta del consumismo, afectando no solo la experiencia de la pobreza en sí, sino también las oportunidades y expectativas de superarla. En este sentido, una consecuencia de este consumismo se puede apreciar en el dato real que revela el alto nivel de endeudamiento alcanzado por los estadounidenses. El nuevo record de endeudamiento en 2019, de alrededor de 4 billones de dólares, confirma algunos de los problemas concatenados que impactan a una sociedad cada vez más desigual e hiper-consumista [3].

Un tercer aspecto referenciado en la novela guarda relación con el dominio y el poder de las corporaciones globales, las cuales son descritas como unas organizaciones orientadas exclusivamente a aumentar sus ganancias, sea cual sea el tipo de decisiones y acciones que tengan que tomar para alcanzar este propósito. Se trata de un poder que no solo les permite el dominio de los mercados, sino también promover una élite de científicos y tecnócratas encargados de crear los productos y servicios para el consumo masivo. En la novela se le da protagonismo a los científicos que trabajan creando y adaptando al entorno a organismos genéticamente modificados, bien sea para producir alimentos, cosméticos, drogas sintéticas o nuevos seres vivos híbridos. Por ello experimentan con productos donde los seres humanos terminan siendo sus conejillos de indias, seducidos además por una publicidad que asocia la felicidad con la satisfacción inmediata y sucedánea. El poder corporativo también se manifiesta mediante el mantenimiento de un férreo control social, contando con la aquiescencia del Estado, para evitar o eliminar los focos de resistencia y de rechazo al statu quo imperante. Sobra decir que algunas de estas características, aunque sea de manera solapada, forman parte de la realidad del desempeño de algunas corporaciones globales.

El colapso de la sociedad, y el mundo post-apocalíptico resultante, relatados en la novela, tiene su origen en ideas y visiones que alimenta y pone en práctica la élite tecno-científica. Curiosamente, al igual de lo que ha sido la emergencia global desatada por el Covid-19, es un virus propagándose velozmente por el mundo lo que inicia los problemas [4]. Esto trae a colación que  no prestarle atención a las implicaciones éticas del desarrollo de la ciencia y la tecnología, se trate de la ingeniería genética o de la inteligencia artificial, soslayar sus posibles efectos colaterales, puede desembocar en una fuente adicional de incertidumbre y riesgo para el futuro de la sociedad y de la especie humana.

En conclusión, Oryx y Crake  es una novela que describe una buena dosis de los inquietantes problemas y dilemas presentes y futuros que tiene y tendrá la sociedad global. Se podría decir que sirve de caja de resonancia para un llamado de alerta de cara al futuro de la humanidad. Adicionalmente, más allá de su planteamiento distópico, la novela se apoya en personajes -Jimmy, Crake, Oryx, los crakers- que abren espacio para agudas reflexiones sobre la perenne complejidad de las relaciones humanas, se presenten estas en sociedades distópicas, felices, infelices o de cualquier otra condición.

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[1] En el mundo literario, Margaret Atwood es una escritora ampliamente conocida, pero su relativa fama actual se la debe sobre todo a la emisión de la serie de TV El cuento de la criada, basada en una novela suya homónima, también distópica, publicada originalmente en 1985.

[2] En cierta forma, al caracterizar de una manera particular a los individuos de los complejos y los de las plebillas, unos con sus altos niveles de confort y su alto estatus en la toma de decisiones y otros dedicados casi íntegramente a trabajos y tareas inferiores, la autora hace una alusión indirecta a los grupos de individuos alfa, beta y hasta épsilon que retrata otra novela distópica: Un mundo feliz de Aldous Huxley.

[3] Estos señalamientos y otros al respecto de Bauman se encuentran en su libro Trabajo, consumismo y nuevos pobres (Gedisa, 2000). El dato de la enorme deuda de los consumidores norteamericanos fue tomado del artículo de la BBC del 09 de septiembre de 2019 llamado Las 3 grandes deudas que están “asfixiando” a los estadounidenses.

[4] “…Se editaban documentales con imágenes del virus —al menos lo habían identificado, tenía el típico aspecto de una gominola derretida con púas— y comentarios sobre sus métodos. «Parece ser un híbrido supervirulento. No se ha determinado si se trata de una mutación natural o de una creación deliberada.»… Le habían puesto un nombre al virus, para fingir que lo controlaban: VEUR, siglas que respondían a Virus Extraordinario Ultra Rápido…Las teorías conspiratorias proliferaban: era una reacción religiosa, habían sido los Jardineros de Dios, era una trama para hacerse con el control del mundo…” (pp. 415-416).

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@iscovarrubias

 

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