SI CUPIDO SUPIERA DE ECONOMÍA

La película estadounidense Big Fish, del 2003, es una de las pocas películas dirigidas por Tim Burton que no había visto. El film relata la difícil pero entrañable relación entre un padre y su hijo, quien va a visitarlo a raíz del agravamiento de su enfermedad. El hijo quiere comprender por qué su padre, Edward Bloom, le contaba historias asombrosas de su vida que él sabía o creía saber no eran ciertas, pues estaban plagadas de sucesos fantásticos, increíbles. Él siente que no lo conoció realmente, que sus historias encubrían asuntos de su vida nunca revelados, y ahora tiene la última oportunidad de acercarse a la verdad.

Edward Bloom fue un joven atrevido cuya vida se asfixiaba en el pequeño pueblo donde nació, se sentía como un gran pez ahogándose dentro de un estrecho acuario. Por ello sale al mundo, se hace amigo de un gigante, visita el pueblo de Espectra, donde todos parecen muy felices y lo invitan a quedarse, y asistiendo a un circo apostado en las afueras de una ciudad se enamora a primera vista de la chica con quien decide se casará algún día. Tres años después de verla por primera vez, la busca y le declara su amor, pero ella le confiesa que está comprometida. Edward, que no se da por vencido fácilmente, idea varias maneras de hacerle saber lo mucho que la ama. La chica es una estudiante universitaria y mientras asiste a la clase de economía en una de las láminas que el profesor está utilizando aparece un corazón flechado con las palabras “I love Sandra Templeton” [1].

Antes que apareciera la declaración de amor de Edward en la clase, el profesor explicaba que tiene sentido aplicar ciertas reglas de la economía a nuestra vida diaria. Ello está en un todo de acuerdo con la definición de la disciplina que el gran economista inglés de finales del siglo XIX y principios del XX, Alfred Marshall, proveyó: “La economía es el estudio de la humanidad en los asuntos de la vida cotidiana”. ¿Puede realmente la economía analizar aspectos de la vida más allá de su ámbito de estudio de la producción, el consumo, la inversión? Soy de los que piensa que sí y para opinar al respecto prestemos atención al hecho humano y personal que nos trajo hasta esta pregunta: el amor. En principio, partamos de una idea intuitiva: el amor puede ser visto como una inversión. Así como suponemos que el rendimiento o retorno de una inversión depende de la atención en los detalles de esa inversión, es decir, la estimación y evaluación correcta de sus costos y beneficios esperados a lo largo del tiempo, el retorno de la inversión de una relación amorosa depende del cuidado y dedicación que se le otorgue a dicha relación, sometida por supuesto, como cualquier inversión, al riesgo y la incertidumbre.

En relación con lo anterior, fue el Premio Nobel de Economía Gary Becker quien indicó que lo relevante de la economía como ciencia del comportamiento humano es su método, el llamado análisis costo-beneficio. Este método permite inferir que las decisiones y acciones de las personas en áreas no directamente relacionadas con la actividad económica, como el matrimonio, la familia, el delito, pueden abordarse sopesando los costos y beneficios explícitos e implícitos en una decisión al respecto. Becker nos dijo que la racionalidad en el comportamiento derivado de ello puede suponer ventajas idénticas a si estuviéramos buscando maximizar resultados económicos. Desde esta perspectiva, las decisiones y acciones por amor no escaparían pues a un análisis donde se ponderen sus costos y beneficios emocionales y materiales.

Un ejemplo de ello, una difícil decisión romántica donde se sopesan unos costos y beneficios muy particulares, quedó registrado en el final de la hermosa película estadounidense, de 1942, Casablanca, (Dir. Michael Curtiz). Al comienzo de la II Guerra Mundial Rick e Ilsa vivieron un romance en París y se han rencontrado tiempo después en Casablanca, descubriendo que siguen amándose y desean estar juntos de nuevo. Víctor Lazslo es un líder de la resistencia contra el nazismo y el esposo de Ilsa. Rick está involucrado en su plan de escape de Casablanca, pero rompiendo su promesa a Ilsa de permanecer juntos, tenía decidido que quienes abordarán el avión para escapar sean Ilsa y su esposo, él se quedará. Ella se niega porque lo que desea es estar junto a él, pero Rick le dice que Laszlo se derrumbaría si no la tiene a su lado, dejaría de luchar. Rick entiende que su amor por Ilsa no es más importante que la lucha contra Hitler y sacrifica su amor, asumiendo su costo individual, en aras del beneficio colectivo que traerá su decisión [2].

El análisis económico del amor también se ha aprovechado de los postulados que se formulan desde la economía conductual o economía del comportamiento. Dado que es bastante común observar que el enamoramiento y las relaciones amorosas pueden derivar en decisiones y acciones no racionales, los sesgos cognitivos cometidos al tomarlas estudiados por la economía conductual proveen elementos para el análisis económico del amor. Esto no significa que se deba descartar ninguna teoría o principio económico, sea esta de tipo convencional o no, que sirva para dicho análisis. Puede ser útil pensar en el amor y en las relaciones sentimentales en términos de las interacciones entre oferta y demanda, la respuesta dada a los incentivos, el costo de oportunidad de renunciar a determinadas opciones. Desde esta perspectiva, las citas románticas o la competencia por tener una pareja se pueden abordar como si fueran actividades económicas donde están en juego recursos escasos, incluyendo el tiempo, susceptibles de ser valorados de algún modo.

Por ejemplo, la economía detrás de los modos y maneras de “ligar”, se deja colar en una escena de la película estadounidense del 2001 A Beautiful Mind, (Dir. Ron Howard), basada en el libro homónimo de Sylvia Nasar, publicado en 1998, que relata parte de la vida del matemático y Premio Nobel de Economía John Nash. En la escena, Nash y sus amigos universitarios toman unas cervezas en un bar (Nash se ha llevado hasta allí sus apuntes de estudio). En el bar están un grupo de chicas y todos se proponen tratar de ligar con la más atractiva. Pero Nash, utilizando la Teoría de Juegos que por entonces de manera incipiente desarrollaba, les advierte a sus amigos que eso sería un error y les explica por qué: “Si todos fuéramos por ella, nos estorbaríamos, y al final ninguno la tendría, entonces iríamos por sus amigas y estas nos darían la espalda, pues a nadie le gusta ser segunda opción, pero ¿qué tal si nadie va por la rubia? No nos estorbaríamos, no insultaríamos a las demás chicas…y ganamos todos” [3].

Sobre la economía del amor en español rescato que el grupo eumed.net publicó, en 2003, dentro de su repertorio de libros gratuitos, Microeconomía del amor, de David de Ugarte, donde se analiza algunas dimensiones del amor y de las relaciones de pareja utilizando conceptos de optimización, de Teoría de Juegos, de selección adversa, entre otros. También es digno de mencionar el libro cuyo nombre se tomó para titular esta entrada: Si Cupido supiera de Economía (Diana, 2014), con el sugestivo subtítulo: El amor no es cuestión de química sino de oferta y demanda, escrito por la economista Sandra Liliana Miranda.

De lo dicho hasta aquí me pregunto si tiene sentido mejorar en el conocimiento y la práctica del amor y de las relaciones de pareja estudiando economía. Creo que sí y hasta me animaría a escribir un libro sobre esto, después de todo, algo sé de economía y casi siempre he vivido, para bien o para mal, enamorado.

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[1] La escena es curiosa por otra razón adicional, pues quien hace el papel de profesor de economía es Daniel Wallace, el autor de la novela homónima, publicada en 1998, en la que se basa en parte la película.

[2] Para Adam Smith, en su Riqueza de las Naciones, publicada en 1776, la búsqueda del propio interés conduce, como una “mano invisible”, hacia el bien común. No pasa necesariamente así cuando en nuestro interés está involucrado el amor. En ocasiones hay que sacrificar nuestra parte egoísta, incluso en algo tan valioso como dejar ir la persona amada. Que la máxima de Adam Smith no se cumpla en infinidad de situaciones económicas y sociales, de comportamientos individuales y colectivos forma parte de uno de los debates más interesantes de la economía.

[3] Los modelos y estrategias de decisión económica y de otro tipo en los que se basa la Teoría de Juegos de Nash, presentan la paradoja de que no siempre el mejor resultado individual que se puede conseguir es superior al resultado colectivo que se obtendría, algo que, como ya se indicó, pone en cuestionamiento, aunque no anula, la hipótesis de la mano invisible de Adam Smith. Para ahondar en la Teoría de Juegos y algunas de sus aplicaciones se puede revisar la entrada de mi blog: El PENALTI MÁS LARGO DEL MUNDO Y LA TEORÍA DE JUEGOS (Julio, 2014) y mi artículo publicado en la revista Oceanum: Una mirada a A Beautiful Mind (Julio-Agosto, 2019).

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