SICAD II, EXPECTATIVAS RACIONALES Y TEORÍA DE JUEGOS

Cuando yo estudiaba economía en los años ochenta alcance a vivir en la práctica una explicación de una teoría económica. Bonita forma de aprender, por cierto, pero, en este caso, dolorosa para la sociedad venezolana, pues la medida económica a la que me voy a referir la afectó de una manera que sus consecuencias todavía se padecen. Explicaba el profesor de teoría monetaria los diferentes regímenes del tipo de cambio, en especial el de tipo de cambio fijo de la economía venezolana. Decía él que en este régimen se fija el precio de la divisa (llámese dólar) y el Banco Central se compromete a ofrecer sin restricciones toda la cantidad de dólares que los agentes demanden en el mercado a ese precio. En Venezuela el gran oferente de dólares ha sido y es el gobierno, quien es su principal receptor por la vía de los ingresos petroleros. De manera que mientras reciba dólares con suficiencia y no se altere significativamente la demanda de los mismos, el tipo de cambio fijo se puede mantener. De hecho, la economía venezolana disfrutó de un largo periodo donde esta situación no se modificó apreciablemente.

No obstante, desde que el Premio Nobel de Economía Robert Lucas Jr. formuló la teoría de las expectativas racionales, el sostenimiento de un régimen de tipo de cambio cualquiera o de prácticamente cualquier medida económica anunciada o por anunciar por parte de un gobierno, se visualiza con los prismáticos de cuáles son las expectativas que tienen los agentes acerca de si la medida será sostenible en el tiempo y cuáles serán sus efectos en el largo plazo. Por ejemplo, si el gobierno incrementa el gasto público y mantiene la meta inflacionaria para el año respectivo del aumento de dicho gasto, los agentes económicos tomarán decisiones que incorporan la expectativa de una mayor tasa de inflación que la anunciada, teniendo en cuenta que el gobierno se quedará corto con la meta inflacionaria, pues le resultará imposible sostenerla.

Con el tipo de cambio fijo venezolano pasó que, dada la información nada favorable que se manejaba sobre las cuentas macroeconómicas del país comenzando los años ochenta, esencialmente por una caída abrupta de cerca de 30% de los ingresos petroleros, se inició paulatinamente una suerte de ataque especulativo de la divisa, un incremento inusual de la demanda de dólares en la medida que se fue perdiendo la confianza en que el BCV podía sostener el tipo de cambio fijo en 4,30 Bs/$. Finalmente, el 18 de febrero de 1983 se producía la devaluación del bolívar, cumpliéndose la expectativa de los agentes y barriendo un sistema cambiario que había permanecido estable por décadas.

Desde esa fecha, los sucesivos regímenes del tipo de cambio venezolano han estado sometidos a la presión de la incertidumbre referida a si serán sostenibles o no, en función básicamente de la oferta de dólares de que disponga el BCV y encarando la posibilidad de que una parte de la demanda y la oferta funcione bajo un mercado negro o paralelo. Particularmente perniciosos han sido los sistemas de administración de las divisas: RECADI (1983-1989) y CADIVI (2003-2014), pues además de reflejar tipos de cambio nominales que se sobrevaluaron muy rápidamente, también representaron un enorme foco de corrupción en la medida que se podía acceder a través de estos sistemas a dólares “baratos” que luego se podían negociar a un tipo de cambio real más cercano a su verdadero valor.1

Y así llegamos en esta corta historia a la situación actual: dos tipos de cambio oficial: 6,30 Bs/$ para las importaciones esenciales y que hereda el recién creado Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX) del ya muy poco operativo CADIVI, y el Sistema Complementario de Administración de Divisas (SICAD), un mecanismo de subastas de las divisas, donde participan diversos sectores y agentes económicos que demandan dólares para sus importaciones o sus salidas al exterior y cuya última subasta situó el tipo de cambio en 11 Bs/$. El SICAD II será el tercer mecanismo para la adquisición de dólares por parte de los agentes económicos. Funcionará a partir del lunes 10 de marzo y en principio se trata de un mercado de permuta de bolívares por dólares, donde el gobierno será el principal oferente, dejando que sea el libre juego de la oferta y la demanda las que determinen el precio del dólar de “equilibrio” e interviniendo solo en caso de una variación excesiva en dicho precio. Existe actualmente un mercado paralelo, no oficial, ilegal, para el precio del dólar. Este mercado funciona desde el momento en que la brecha entre el tipo de cambio nominal oficial, controlado, y el tipo de cambio real comenzó a ensancharse significativamente, impulsado en parte por la fuerte restricción de la oferta de dólares al cambio oficial, particularmente desde el año 2012 y motivado en parte por factores especulativos propios del funcionamiento de estos mercados.

La gran pregunta en estos momentos es, obviamente, ¿Cuál será el precio que alcanzará el dólar en el SICAD II? Los economistas, se sabe, somos muy malos pronosticadores y hay cualquier cantidad de chistes al respecto de las fallas que cometemos al intentar pronosticar un determinado escenario económico. Además, en mi caso personal tengo por principio rehuir de la fatal arrogancia que puede venir endosada con el privilegio de tener un poco más de conocimiento sobre alguna cuestión que el común de las personas. Pero, quien me haya leído hasta aquí no le gustará mucho esta salida por la tangente, dejándolo con la percepción de que se me agotó mi capacidad para abordar el tema. Así que plantearé algunos posibles escenarios para el comportamiento del precio del dólar SICAD II y lo vincularé con el papel de las expectativas y algo de la teoría de juegos.

Un primer escenario en el juego del SICAD II es que la estrategia dominante del gobierno como jugador, esto es, su decisión con independencia de la decisión que tome el otro jugador: los agentes económicos, sea quebrarle el espinazo a los especuladores del dólar paralelo. Esta decisión conllevaría dejar que el precio del dólar se deslice muy rápidamente hasta un precio cercano al paralelo, para entonces esperar la acción de los especuladores. En la medida que a tal precio los especuladores no demanden dólares, se retiren, el juego suma cero marcaría que la ganancia del gobierno estaría representada por la pérdida de los especuladores, con un precio del dólar en el SICAD II deslastrado de la burbuja especulativa que alimenta el dólar paralelo.

Un segundo escenario sería repetir la misma acción del gobierno, pero ahora la estrategia de los especuladores es responder demandando los dólares que se le ofrecen al precio cercano al paralelo. En este caso, salen ganando los especuladores, porque se trataría de un juego que en sus repeticiones derivaría hacia una suerte de “tit for tat”.2 Ante las respuestas del gobierno buscando someter a los especuladores, éstos replicarían con acciones más especulativas, creando un comportamiento fluctuante del precio del dólar que resultaría bastante incierto predecir.

Un tercer escenario estaría elaborado bajo la premisa de que los escenarios 1 y 2 no tienen la menor probabilidad de ocurrencia, por varias razones. La primera razón es que, aún quebrándole el espinazo a los especuladores, el gobierno no soportaría un precio de permuta de digamos 60 Bs/$, para ponerlo en una cifra cercana al valor implícito del dólar (la ratio entre liquidez monetaria y reservas internacionales). A un precio tal, el aumento de precio de los rubros que se importen o se produzcan con insumos importados tendría un impacto inflacionario considerable y es seguro que el gobierno no quiere correr ese riesgo. Una segunda razón es que la capacidad de ofertar dólares en el SICAD II, será, de entrada, restringida. Aquí el riesgo implícito es que ante la expectativa de que el precio del dólar se incremente en los próximos días o semanas, se exacerbe la demanda de una manera tal que el gobierno tenga que ofertar más dólares en el sistema de los que tiene presupuestado o sencillamente no ofertarlos al no tener los dólares en los actuales momentos. Otro riesgo es que si la expectativa es nuevamente un precio del dólar in crescendo, su demanda posiblemente se alimentará no solo de los bolívares en circulación, sino también de bolívares que, contando con la baja tasa de interés real, los agentes conseguirán apalancándose financieramente, con lo cual una cantidad inusitada de bolívares se destinará a la compra de estos dólares.

Un escenario probable, más allá del anuncio del ministro Ramírez de que se trata de un mercado sin restricciones, donde todos pueden participar, dejándose “flotar” el precio de la divisa, será el del gobierno accionando desde el inicio del SICAD II para tener el control del comportamiento del precio del dólar y sus fluctuaciones. Para lograr este propósito, quizás se inventarán restricciones y regulaciones para dejar por fuera como compradores a algunos agentes y no permitirán la compra de dólares con bolívares obtenidos mediante apalancamiento. Por lo demás, es bastante improbable que el gobierno esté dispuesto a que alcance un precio en una cota que suponga una maxidevaluación o su efecto sea exacerbar la expectativa de una ya de por sí alta inflación esperada para este año.

En este contexto, el dilema del gobierno es esperar que efectivamente el mercado del dólar permuta se convierta en una válvula de escape a la restricción de dólares para las importaciones y en un alivio a la alta liquidez que presiona sobre la inflación doméstica, o, por el contrario, se convierta en un nuevo quebradero de cabeza, en la medida que su precio se le pueda escapar de su control o no logre su cometido de abatir el mercado paralelo. En este escenario, pienso que el gobierno jugará a ser lo más conservador que pueda ser para “fijar” el precio de este dólar en un nivel que complazca a tirios y troyanos, en un nivel que la estrategia le suponga bajos costos y le reditúe beneficios. Ese nivel puede estar rondando un precio máximo en una franja de 25-35 Bs/$. El precio de este dólar dependerá obviamente del desempeño de otras variables macroeconómicas, de la situación política y de la credibilidad del gobierno, en el sentido que es la base con la que los agentes forman sus expectativas. Aquí los dilemas y las incertidumbres son incluso mayores. Pero eso será tema de otra entrada.

1 RECADI: Régimen de Cambios Diferenciales; CADIVI: Comisión de Administración de Divisas.

2 “Tit for Tat” alude a un juego de palabras en inglés que vendría a expresar un “toma y dame”  que se entiende como una represalia equivalente de un jugador a la acción que sufrió de otro jugador. En la medida que un juego es iterativo (se repite), la estrategia dominante u óptima de un jugador será cooperar si en la jugada previa el jugador oponente ha cooperado o no cooperar si en la jugada previa el jugador oponente no ha cooperado. En economía los juegos donde aparece la no cooperación o “venganza” de un jugador ante la acción previa de un oponente puede derivar en una “guerra de precios” si se trata de dos empresas que dominan el mercado o en una “escalada de precios” o de valor, si el bien que se ofrece y se demanda tiene características de subasta.

Robert Lucas                    Dali 2

 

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