LA UNIVERSIDAD YACHAY

Dedicado a mis amigos ecuatorianos, en especial a Nayeth, Hugo y Titi.

Yachay    Yachay significa en lengua quechua conocimiento y es el nombre de una asociación público-privada que inauguró recientemente una universidad de ciencias básicas, nanociencias y tecnologías de punta. La Universidad Yachay se convertirá en un futuro en una ciudad del conocimiento, alojando en el lugar un complejo tecnológico empresarial al estilo de Silicon Valley en California o Daedeok en Corea del Sur.

Hace poco más de un año, en el marco de un congreso en Quito, escuché al ministro de educación de Ecuador mencionar la Universidad Yachay, el programa Prometeo y hablar entusiasmado del programa que en ese momento nos convocaba: la Escuela de Verano para el Buen Vivir. Habló de la rigurosa evaluación que en el gobierno del presidente Correa se estaba haciendo a los centros de estudios universitarios, dijo que ellos habían sido muy criticados por cerrar varias universidades privadas que no asumieron el reto de mejorar de acuerdo a la evaluación realizada: “Había universidades privadas que funcionaban en un galpón”. Pero no cedieron a las presiones destinadas a echar para atrás la medida, porque su meta es modernizar la educación ecuatoriana.

La Universidad Yachay ya cuenta con una infraestructura básica que se seguirá desarrollando a lo largo de varios años y con sus primeros estudiantes y profesores. La selección de los estudiantes y de los profesores fue rigurosa. Se evaluó la excelencia académica de los jóvenes, destacando que algunos de los seleccionados provienen de los barrios más pobres de Quito y de zonas rurales de Ecuador. Se postularon excelentes profesores e investigadores universitarios de un gran número de países y entre los seleccionados hay venezolanos.

De los procesos políticos latinoamericanos que se han asumido como, o pretenden el carácter de, revolucionarios, el del gobierno de Ecuador (la “revolución ciudadana”) es el que más ha avanzado en el mejoramiento de la educación, haciéndola más igualitaria, con miras a formar los futuros científicos, los futuros “Bill Gates” ecuatorianos. Lenin decía que la revolución bolchevique se resumía en “Todo el poder para los soviets más electrificación” para remarcar su vínculo con la industrialización continua, con el progreso. En Ecuador pueden decir que si van a tener una revolución está será una revolución ciudadana (empoderamiento de los ciudadanos) más educación de calidad. Esta ecuación es parte de la estrategia que insertará al país suramericano como un miembro activo, por derecho propio, en la sociedad global del conocimiento, pudiendo así liberar su economía de la alta dependencia del extractivismo petrolero y otros bienes primarios.

Yo estoy esperanzado que los ecuatorianos lograrán materializar este proyecto tan relevante para su desarrollo económico, no tanto porque así lo deseen, sino porque están trabajando con responsabilidad, con una estrategia clara, para lograrlo. En relación con esto, uno de los libros que más me ha servido para reflexionar sobre los procesos de crecimiento económico sostenido, sobre las políticas efectivas que impulsan el desarrollo económico, es: “Corea como una economía del conocimiento” (Korea as a Knowledge Economy. Evolutionary Process and Lessons Learned in 2007. Joonghae Suh y Derek H. C. Chen eds. 2007, The World Bank). Yo aspiro leer en un futuro un libro que se llame “Ecuador como una economía del conocimiento”. Espero que alguno de esos flamantes jóvenes científicos ecuatorianos sea el heredero de humildes indígenas que habitaron algún “Huasipungo”, el nombre del precario pedazo de tierra que el terrateniente entregaba al indio para explotarlo y cuyas condiciones de explotación y miseria denunció para siempre el escritor ecuatoriano Jorge Icaza en su novela homónima. Esta novela, leída a mis escasos trece años de edad, me impresionó tanto que casi me convierte en comunista de un solo envión.

Aunque un proyecto similar para Venezuela en las actuales condiciones políticas y económicas resulta lleno de dificultades, también sueño, ¿por qué no? con leer en un futuro: “Venezuela como una economía del conocimiento”. Muchos de los investigadores de primer nivel que se requerirían los tiene el país en nuestras universidades o estarían dispuestos a regresar desde otras latitudes y estoy seguro que habría muchos jóvenes motivados a seguir carreras científicas. Todo dependería de implementar una política pública que creara los incentivos correctos para ellos. Por ahora, la ruda realidad económica golpea con tal fuerza a los venezolanos que, comparativamente, cada estudiante de la Universidad Yachay recibirá un estipendio mensual de 340 dólares, una cantidad que es un poco mayor al salario mensual que recibe un profesor titular a dedicación exclusiva de una universidad pública venezolana (al tipo de cambio de Sicad II). Como me dijo un colega profesor: “Con el sueldo que gano, a mí me sirve irme allí aunque sea de estudiante”.

word_document_15739152_canonical_82365c865a          Huasipungo

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