BREVE ELOGIO DE EL OLVIDO QUE SEREMOS

Dedicado a mi colega y mejor amiga Gloria Torrealba

La celebrada novela El olvido que seremos, publicada en 2006, del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, es un intenso testimonio del amor y admiración que siente por su padre, Héctor Abad Gómez, un médico antioqueño defensor de los derechos humanos y promotor de programas de salud pública, asesinado en Medellín el 25 de agosto de 1987 en medio del conflicto civil que atravesaba, con mayor agudeza que ahora, Colombia. Es una novela conmovedora, planteada desde la mirada de un hijo infatuado de veneración y cariño hacia su valiente, progresista y solidario padre. Esa veneración salta a la vista casi en cada página de la novela, pero sin rasgos melodramáticos o cursis que dañen la evocación que hace Abad Faciolince de su progenitor y de su familia. La novela está llena de detalles, como el recuerdo de su niñez, fuertemente arraigada en el catolicismo que, sin embargo, ante los chismes de la gente conservadora y fanática rumoreando que las acciones “comunistas” del doctor Abad Gómez lo condenarían al infierno, lleva al niño a decidir no rezar nunca más, para no ir al cielo y así poder acompañar a su padre.

Ahondando en los múltiples elogios que se la han hecho a la novela, Mario Vargas Llosa, en un artículo en el diario el País del 07 de febrero de 2010, dice de ella que: “Es muy difícil tratar de sintetizar qué es El olvido que seremos sin traicionarlo, porque, como todas las obras maestras, es muchas cosas a la vez. Decir que se trata de una memoria desgarrada sobre la familia y el padre del autor -que fue asesinado por un sicario- es cierto, pero mezquino e infinitesimal, porque el libro es, también, una sobrecogedora inmersión en el infierno de la violencia política colombiana, en la vida y el alma de la ciudad de Medellín, en los ritos, pequeñeces, intimidades y grandezas de una familia, un testimonio delicado y sutil del amor filial, una historia verdadera que es asimismo una soberbia ficción por la manera como está escrita y construida, y uno de los más elocuentes alegatos que se hayan escrito en nuestro tiempo y en todos los tiempos contra el terror como instrumento de la acción política.”

Tengo una historia personal con esta novela y es que loco de ganas por leerla, con tantos comentarios favorables que tenía, me dispuse a comprarla en la época de unas navidades donde el gobierno intervino las tiendas de artículos electrónicos, obligándolas a rebajar sustancialmente los precios de todas las mercancías. Una tienda de esas ubicada en un centro comercial de la ciudad ya lucía desolada porque ante la medida la gente prácticamente había arrasado con todo. Sin embargo, recordé que tenían una sección de venta de libros y por no dejar pasé a ver si quedaba alguno. Para mi sorpresa, quedaban bastantes y entre ellos varios ejemplares de El Olvido que seremos a un precio irrisorio en bolívares. Como economista entendía perfectamente que las tremendas distorsiones a las que estaba y sigue sometida la economía venezolana no podían sino generar más temprano que tarde la falta de producción e importación de libros, aunque solo hablemos de este rubro, y traería, como en efecto ha ocurrido, el cierre de muchas librerías. Pero como lector impenitente y amante de la literatura no podía dejar pasar esta oportunidad, así que decidí comprar los varios ejemplares que quedaban y eso me dio la oportunidad de poder regalar a mis hermanos y amigos lo que considero es una de las mejores novelas latinoamericanas contemporáneas.

Al respecto de las historias detrás de la novela, en diciembre del año pasado tuve la oportunidad de leer Traiciones de la Memoria (Alfaguara, 2009), el libro de Héctor Abad Faciolince donde relata toda la investigación en la que se embarcó para demostrar que el papel con el poema que traía su padre en el bolsillo el día que fue asesinado era efectivamente de Jorge Luis Borges, aunque ese poema no había sido publicado nunca, al menos no por la industria editorial formal. El poema, llamado Aquí. Hoy, comienza precisamente con el verso: “Ya somos el olvido que seremos” de donde Abad Faciolince tomó el título de su novela-homenaje a su padre. La historia de la indagación, aunque es real, se cuenta como una maravillosa fábula que agranda la leyenda.

Para terminar el elogio, leí en el diario El País del 02 de febrero de 2020 que, en el marco del Hay Festival de Cartagena, se realizó una charla con Héctor Abad Faciolince y el gran director de cine Fernando Trueba para presentar lo que es la versión cinematográfica de El olvido que seremos. Ya existía un documental previo llamado Carta a una sombra y ahora la película seguramente refrenda la magia que tiene esta obra. Y es que es una novela que no solo habla del amor filial y familiar, contado desde la nostalgia y la pena, sino también es una interrogación sobre los conflictos de nuestras sociedades latinoamericanas, especialmente crímenes e injusticias acalladas y rodeadas de impunidad por parte de los poderes de turno, y a la vez es una aguda reflexión sobre la vida y la muerte, porque, después de todo, de alguna manera todos ya somos el olvido que seremos.

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