En la primera entrega de esta entrada se señalaba que de la película Mujer Bonita se podían extraer varias lecciones de economía. Una de ellas, la importancia del valor subjetivo en la determinación del precio de compra-venta de un bien o servicio y sus implicaciones, ya fue desarrollada. Para analizar la segunda lección de economía debemos recordar que Edward era un inversionista dedicado a la adquisición de empresas con problemas financieros, en riesgo de quiebra; una vez que tenía el control accionario de la compañía procedía a vender sus activos por partes. Su visita a Los Ángeles tenía el propósito de cerrar una negociación de esta naturaleza, adquirir una empresa constructora de barcos.
En la realidad, este tipo de práctica se hizo común en la economía de los Estados Unidos, particularmente desde inicios de los años ochenta, constituyendo una suerte de “boom” y volviendo muy ricos a los bancos de inversión e inversionistas particulares que mejor sabían manejar estos negocios. El incentivo para que esta modalidad de inversión se hiciera frecuente llegó de la mano con el conjunto de desregulaciones a las actividades económicas, especialmente las financieras, implementadas con la presidencia de Ronald Reagan.
Se pensaba, y aún es un credo sostenido por muchos economistas, que las desregulaciones financieras fomentan un mejor funcionamiento de los mercados de activos y de dinero. Hay una gran cantidad de investigaciones empíricas, basadas en el análisis de indicadores como depósitos sobre PIB, crédito sobre PIB, entre otros, de un gran número de países desarrollados y en desarrollo, que encuentran una correlación positiva entre profundidad financiera y crecimiento económico. En otras palabras, a mayor profundidad financiera, mayor será el impacto del desarrollo financiero en el crecimiento económico. Y este desarrollo financiero sólo se logra si se desregula suficientemente el sector.
La práctica de comprar compañías en problemas para luego venderlas en partes, como líneas aéreas, empresas electrónicas, entre otras, tenía una poderosa justificación económica en el hecho de que los activos de una compañía son valiosos en la medida que se les está dando el mejor uso posible. Cuando esto no sucede, el hecho de vender los activos de la empresa supone que éstos irán a formar parte del stock de capital de otra empresa que le puede dar un uso más productivo. La asignación de recursos se reconfigura para alcanzar su utilización plena en condiciones de eficiencia económica.
No obstante, investigaciones dedicadas al análisis del impacto económico de la adquisición de empresas y su posterior liquidación, han documentado que algunos de sus costos fueron mucho más directos y visibles que sus beneficios. En primer lugar, este tipo de negociación generó desempleo, toda vez que con la adquisición también se consumaba el cierre de la compañía. En la mayoría de los casos quedaban cesantes los trabajadores, tanto más cuanto más grande fuera la firma. Por lo demás, los inversionistas dedicados a comprar y vender en pedazos las compañías, no tenían ningún tipo de incentivos económicos para preocuparse por la suerte de los trabajadores.
En segundo término, se ha señalado que varias de estas negociaciones estuvieron plagadas de operaciones ilegales o, como mínimo, poco éticas, especialmente con relación al acceso y a la manipulación de la información financiera sobre el desempeño de las firmas. Se comprobó que se alteraron los informes financieros de ciertas compañías, convertidas en objetivo de los bancos de inversión. Las malas noticias sobre los estados financieros repercutían en la caída del precio de sus acciones y anulaban o retrasaban sus contratos de ventas importantes. Los inversionistas aprovechaban la situación para planear adquisiciones ventajosas, a veces de manera hostil.
La realidad de los efectos negativos relacionados con el boom de adquisición de empresas quedó documentada en la famosa película de 1987 “Wall Street”, dirigida por Oliver Stone. En este film, el poderoso inversionista Gordon Gekko (interpretado por Michael Douglas) se dedica a comprar y vender acciones y compañías en dificultades, sin mostrar ningún tipo de escrúpulos por la forma como obtiene la información relevante. Para adquirir y luego vender dividida una pequeña línea aérea, involucra, engañándolo, a su pupilo Bud Fox (interpretado por Charlie Sheen), quien se debate en el dilema moral de permitir que Gekko se haga con el control de la firma, para luego liquidarla y dejar desempleados a sus trabajadores, incluyendo al padre de Bud.
En la negociación que sostiene Edward con el anciano empresario propietario de la compañía constructora de barcos, se presenta una situación más o menos similar, pues él quiere adquirir la compañía para luego venderla por partes. Vivian se involucra marginalmente en la negociación, pero sosteniendo una posición favorable a la continuación de la empresa y se preocupa, al igual que el empresario, por el destino de los trabajadores. Sea porque sigue la opinión de Vivian, sea porque cambia de estrategia y decide invertir a largo plazo, Edward termina asociándose con el empresario para seguir construyendo barcos.
Una prueba de cómo funcionaba la manipulación de información respecto a las empresas con dificultades se nota cuando el empresario, feliz por poder mantener la firma en funcionamiento, no obstante advierte a Edward de las dificultades financieras que enfrentarán debido a la cancelación de un importante contrato de fabricación de barcos para el gobierno norteamericano. Edward, imperturbable, le dice que no se alarme, que la aprobación del contrato solo se retrasó y que él lo resuelve todo con algunas llamadas a políticos amigos.
Una secuela de estas prácticas, al menos en lo que respecta a la manipulación de la información financiera, se reflejó en varios casos de fraudes empresariales, con sus ejecutivos implicados en el pago de sobornos y en la defraudación contable, siendo el caso de la compañía Enron en el 2001 el más emblemático. Aún se discute qué tanto del desvío y de los excesos que supuso estas prácticas financieras y empresariales se debió a la desregulación financiera.
No obstante, por su dimensión macroeconómica, es la crisis financiera, iniciada en el 2008, la mayor consecuencia que se le endosa a la desregulación financiera. Aunque no hay consenso al respecto, algunos economistas, entre los que destacan los premios Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, han sostenido con vehemencia que dicha crisis se pudo evitar de haber estado el sector financiero más regulado y controlado.*
Algunas prácticas financieras y empresariales, sumado a la crisis financiera y a la recesión económica que enfrentan especialmente Estados Unidos y algunos países europeos, surgidas en un entorno económico signado por la desregulación financiera, muestran uno de los lados más oscuros del llamado “capitalismo salvaje”. Han dejado una enorme cantidad de beneficios privados a unos pocos, pero al costo de importantes pérdidas sociales. En el fondo, la película Mujer Bonita muestra una faceta optimista respecto a estos problemas, en la medida que Edward cambia de parecer y se dispone a invertir en la economía real. Desde la perspectiva del desarrollo económico, no cabe duda que las inversiones pensadas en el largo plazo, que fomentan la creación o consolidación de empresas e incentivan la innovación y la competitividad, tienen consecuencias positivas más duraderas y sostenibles.
* Stiglitz y Krugman han ventilado sus posiciones al respecto en una gran cantidad de escritos académicos y en artículos de opinión, pero una lectura condensada de sus posturas se puede encontrar en sus libros: “Caída Libre” Editorial Taurus, 2010 y “Acabemos ya con la crisis” Editorial Crítica, 2012, respectivamente.




