EL PODER DEL DINERO Y LAS FINANZAS (1): EL JUEGO DEL ULTIMATUM

Existe un experimento conocido como el juego del ultimatum, muy revelador de la forma como las personas se conducen con el dinero y, por extensión, en los negocios y en las decisiones financieras. El juego consiste en que un investigador entrega digamos 10 $ a una persona X; esta deberá hacerle una oferta de repartirse el dinero entre ambos a una persona Y. Si Y acepta la propuesta de X se reparten el dinero de la forma acordada, pero si Y no acepta, X deberá devolver el dinero y ambos se van con las manos vacías. Lo que vuelve interesante el experimento es que, en teoría, hay una forma óptima de repartir el dinero si ambos sujetos son lo que los economistas denominamos Homo economicus, perfectamente racionales. Si X ofrece a Y digamos 1 $, quedándose X con 9 $, el razonamiento de Y debe ser que partiendo de su dotación inicial de dinero ahora tiene esa dotación más un dólar, es simplemente más rico ahora. Por tanto, ese es todo el razonamiento económico que cabe hacer por parte de Y respecto al ofrecimiento de X. No obstante, en la mayoría de los casos donde se ha aplicado este experimento, los ofrecimientos de X que no son de por lo menos 4 $ son rechazados por Y. Priva un criterio de justicia, de lo que se considera una repartición justa, por sobre el criterio económico. Que ambos criterios entren en contradicción lo vemos en decisiones de negocios, finanzas, políticas económicas, diciéndonos que casi nunca somos los Homo economicus perfectamente racionales imaginados por los economistas. ¿Y usted? ¿Qué criterio utilizaría, si fuese X; si fuese Y? Hágase honestamente la pregunta y a lo mejor se sorprenderá de su respuesta.

[Inicio con esta mini-entrada de hoy una nueva propuesta en mi blog LA ECONOMÍA SÍ TIENE QUIEN LE ESCRIBA, consistente en publicar una serie de estas que he llamado EL PODER DEL DINERO Y LAS FINANZAS. La idea es publicar entradas de más o menos 300 palabras sobre el interesante mundo del dinero y las finanzas, que no supongan invertir más de 1-2 minutos en su lectura. Espero les guste y les sea de provecho estas nuevas publicaciones].

 

 

 

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EN BUSCA DE UN ARTÍCULO PERDIDO: BETTY Y LA COMPETITIVIDAD

Dedicado a los trabajadores del diario El Nacional

Cuando fui uno de los articulistas “Nuevas Firmas” del más importante diario de mi país, El Nacional, comenzando el siglo XXI, escribí un artículo llamado Betty y la competitividad, haciendo alusión a la famosa telenovela colombiana Betty la Fea, que vi completa por el canal venezolano RCTV. Se trata de un artículo donde analizo la competitividad de Venezuela, que por entonces constituía un tema de opinión y de estudio con bastante resonancia e importancia. El artículo no lo tengo en mi poder, se perdió de mis máquinas y no lo conseguí en el repositorio electrónico de El Nacional, así que opto por rememorar sus líneas principales.

En dicho artículo relacionaba el auge de las telenovelas colombianas con la competitividad venezolana en esta industrias y en la de los concursos de belleza. Tomaba como referencia el estudio Venezuela: El reto de la competitividad, publicado en 1994 por el IESA [1]. En ese libro, siguiendo el modelo de competitividad de Michael Porter, se llegaba a la conclusión que ambas industrias, ubicadas dentro de un sector que ahora se llama “economía naranja”, habían alcanzado una alta competitividad internacional. Las telenovelas venezolanas se exportaban a muchas naciones por su alta calidad de producción y la Organización Miss Venezuela le reportaba innumerables triunfos al país en materia de concursos de belleza, sirviendo de modelo para otras organizaciones similares en otros países.

El artículo hablaba de la importancia de la competitividad de las empresas, un proceso dinámico donde esta se puede ganar y también perder. Hacía una advertencia en cuanto a lo que sucedería con las industrias venezolanas de las telenovelas y los concursos de belleza de seguir imponiéndose el modelo económico anticompetitivo característico del socialismo del siglo XXI, el cual, con algunos cambios de forma más no de fondo, aún persiste. Visto con dos décadas de diferencia, los malos presagios apuntados en el artículo se cumplieron.

La razón de por qué la competitividad de una empresa o de una industria es un proceso dinámico se debe a que son varias las fuerzas y factores que la condicionan, retrasan o impulsan. Las fuerzas detrás del ritmo e intensidad  de la competitividad  toman forma en el modelo conocido como Diamante de Porter, basado en cuatro fuerzas que se retroalimentan: 1) Estrategia, estructura y rivalidad de las empresas; 2) Condiciones de la demanda; 3) Sectores afines y complementarios; 4) Condiciones de los factores de producción (capital humano, infraestructura, servicios). Contrario a la que se pudiera pensar, a las empresas de un determinado sector económico les sirve para ganar competitividad tener una rivalidad más bien fuerte que débil. También ayuda que las industrias afines y complementarias sean competitivas y el tipo de consumidor o usuario del producto o servicio sea uno más bien exigente que ordinario. Se da por descontado que entre mayor sea la calidad de los factores productivos, existen más posibilidades de alcanzar una alta competitividad.  Por su parte, el rol asignado al Estado es apoyar la competitividad de las empresas nacionales manteniendo la estabilidad macroeconómica y políticas de liberalización comercial, de los mercados de bienes y servicios, de los factores de producción, dentro de un entorno que asegure una regulación lo menos intervencionista posible de los mismos.

Las dos industrias con alto nivel de competitividad internacional con las que contaba el país iniciando el siglo XXI comenzaban a mostrar limitaciones y enfrentar serios obstáculos. En general, las dificultades eran el resultado de un modelo económico basado en una mayor intervención de los mercados de bienes y de los factores de producción, por una parte, mientras que por otra funcionaba sosteniéndose sobre una política que aseguraba un tipo de cambio permanentemente sobrevaluado, creando un sesgo anticompetitivo para las actividades económicas de producción de bienes y servicios transables, potencialmente exportables, diferentes al petróleo y otros recursos naturales. Se señalaba que la industria colombiana alrededor de la producción de telenovelas estaba ganando competitividad internacional al mismo tiempo que la venezolana se mermaba. Con la industria de los concursos de belleza no estaba claro que Venezuela estuviera perdiendo competitividad, pero sí era cierto que la similar de Colombia y de otros países estaba mejorando [2].

En la actualidad la industria de la televisión venezolana exhibe muy baja calidad en sus escasas producciones y se observa la misma desmejora en la cadena productiva de empresas directa o indirectamente involucradas en la organización de los concursos de belleza. Por el contrario, aunque la industria de la televisión colombiana no ha podido superar el éxito global que tuvo en su momento con Betty la Fea, sus programas se siguen posicionando, tienen nichos de mercado conquistados y anualmente ofrecen una gran cantidad de producciones que se ven en todo el mundo desde plataformas de telecomunicaciones globales como Netflix. Por cierto, una parte del valioso recurso humano que desarrolla estas producciones (libretistas, actores, camarógrafos, fotógrafos, estilistas, maquilladores) son profesionales venezolanos que emigraron a Colombia y otras naciones en busca de mejores oportunidades para su talento y habilidades, algo que un modelo político y económico equivocado les niega de plano en su propio país.

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[1] El estudio estuvo coordinado por Michael Enright, en su momento al servicio de Monitor Group, creado por el gurú de la competitividad, el economista y académico de Harvard Michael Porter. También fueron responsables de dicho estudio el académico del IESA Antonio Francés y Edith Scott Saavedra. Una referencia casi obligada para conocer el pensamiento de Porter en cuanto a competitividad es el libro La ventaja competitiva de las naciones (Vergara, 1999), publicado originalmente en 1990.  Las ideas de Porter fueron en su momento muy cuestionadas por académicos como el Premio Nobel de Economía Paul Krugman. No obstante, el concepto y aplicación de la competitividad y de las estrategias competitivas ha seguido desarrollándose y el World Economic Forum elabora anualmente un índice de competitividad global que posiciona a 141 naciones utilizando una variedad de indicadores de competitividad. En el informe de 2019 Venezuela ocupó el puesto 133 del ranking.

[2] No fue ninguna casualidad que en los últimos capítulos de Betty la Fea, Betty participara como asistente de una profesional de los concursos de belleza en la organización y desarrollo del Señorita Colombia. Y no fue casualidad porque la industria de la moda y afines donde se desenvolvía Betty es complementaria a la industria de los concursos de belleza. Se puede decir que la mejora o desmejora en competitividad de una de esas industrias afecta la competitividad de toda una cadena productiva de empresas relacionadas de forma directa o indirecta con aquella.

 

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EL ANÁLISIS COSTO-BENEFICIO Y LAS VACUNAS CONTRA EL COVID-19

En uno de los episodios que más me gusta de Los Simpson, Homero y Marge son estudiantes de High School y se ven por primera vez en su vida. Homero ha quedado prendado de Marge y busca la manera de conocerla. Entonces se entera que ella está participando en un torneo de debates y cuando va a inscribirse la secretaria le informa que se debatirá en torno a la medida de seguridad de reducir la velocidad máxima de los autos a 60 millas por hora en las calles de Springfield. Homero no se lo puede creer y le dice a la secretaria: –Eso es ridículo, es verdad que se reducirán los accidentes y mucha gente se salvará, pero piense en las horas de trabajo que se perderán por la gente llegar retrasada-. Homero intuye correctamente que más allá del beneficio que traerá la medida en vidas salvadas, inevitablemente también traerá unos costos en pérdida de horas laborales. Por ello, en una política pública como esta debería estimarse  el costo en horas perdidas de trabajo para conocer el beneficio social neto de la medida.

Existe una metodología para hacerlo que es conocida como el análisis costo-beneficio, donde junto a la estimación y evaluación de los costos y beneficios explícitos, que tienen valoraciones a precios de mercado y es relativamente fácil calcularlos, también se estiman aquellos costos y beneficios que permanecen ocultos, están implícitos, pues, por diversas razones, no tienen un precio de mercado sino un “precio sombra” que debe calcularse e incorporarse cuantitativamente al análisis. Beneficios como el trabajo doméstico no remunerado de muchas mujeres y hombres y los costos de la contaminación medioambiental son difíciles de medir y sin embargo sabemos que deberían tener algún peso específico en la evaluación de determinadas decisiones y acciones públicas.

La mayor parte de las medidas de acción colectiva, de acción pública, o las que se derivan de una política pública, tienen esta característica de comportar unos determinados beneficios y costos explícitos e implícitos. Por lo demás, no todas las medidas tienen consistencias temporales, pues a menudo medidas que generarán unos beneficios en el mediano o largo plazo no obstante acarrean costos inmediatos o en el corto plazo. Y casi cada medida tiene sus particularidades al respecto.

Hago estas acotaciones porque considero un deber de ciudadanía contribuir a desmontar ideas erróneas alrededor de la utilización de las vacunas para combatir el Covid-19. En principio, lograr las vacunas ha sido un trabajo arduo y las mismas, según lo han informado y monitoreado organismos de salud internacionales como la OMS, se someten a muchas pruebas de seguridad y eficacia antes de su aprobación. Lamentablemente, se ha vertido mucha información sin fundamento al respecto, retrasándose acciones públicas donde podría estar en riesgo la salud y hasta la vida de muchos seres humanos. En el mundo entero al día de hoy se han vacunado millones de personas con las diferentes vacunas existentes para combatir la pandemia, pero sobre una de ellas, la vacuna de la empresa angloholandesa AstraZeneca, ha recaído una suerte de condena porque su aplicación ha tenido el efecto secundario de provocar un tipo raro de trombosis en algunos casos de personas vacunadas con ella. Esto ha conllevado la paralización de su uso en algunas naciones y en Venezuela ha derivado en una justificación política por parte del gobierno para no dejarla ingresar.

Para hacer un análisis ponderado de la situación problemática con la vacuna AstraZeneca, tomemos un artículo del diario El País, que expone los resultados conseguidos por investigadores de la agencia regulatoria de medicamentos británica en relación a los riesgos de la vacuna [*]. Al respecto, se tomó una muestra de la población británica de diferentes grupos de edad de ambos sexos (20-29 años; 30-39 años; 40-49 años; 50-59 años; 60-69 años) sobre la base de 20 contagiados al día por 100.000 habitantes en el Reino Unido en marzo 2021 y sobre la base de 100.000 vacunas aplicadas. Lo que se estimó fue el riesgo de contraer Covid y hospitalizarse en una unidad de cuidados intensivos (UCI) versus el riesgo de que la vacuna tenga como efecto secundario provocar una trombosis. Los resultados muestran que para el grupo de edad de 60-69 años el riesgo de contraer Covid e ingresar a una UCI es de 14,1, mientras el riesgo de sufrir una trombosis es de 0,2 (14,1/0,2 = 70), es decir, es 70 veces mayor el riesgo de contraer Covid e ingresar a una UCI que sufrir una trombosis por aplicarse la vacuna. Para el siguiente grupo de edad de 50-59 años la ratio correspondiente es 10,5/0,4 (26,3 veces mayor); para la edad de 40-49 es de 5,7/0,5 (11,4 veces mayor) y para los de 30-39 años es de 2,7/0,8 (3,4 veces mayor). Para el único rango de edad donde el riesgo de contraer Covid e ingresar a una UCI es menor al de sufrir una trombosis es el de 20-29 años, (0,8/1,1 = 0,73). De todo ello se deprende la recomendación de la institución sanitaria británica de seguir usando la vacuna contra el Covid de AstraZeneca para la población, salvo la advertencia para el grupo de 20-29 años de no utilizarla si se cuenta con otra vacuna.

En conclusión, de los resultados de la investigación se puede inferir que los riesgos de colocarse la vacuna contra el Covid son bajos en contraposición a sufrir efectos secundarios de morbilidad graves. En otras palabras, los beneficios de la vacuna superan con creces los costos de su posible incidencia de morbilidad. Hay razones científicas (sanitarias y estadísticas) de peso que lo corroboran.

No vivimos en un mundo perfecto y los riesgos de cualquier acción siempre están presentes, se trate de acciones privadas o públicas. Pero las decisiones privadas de las personas individualmente y en cuanto a las políticas públicas deben buscar siempre ser consistentes con la mejor información y el mejor análisis disponible. En términos de elección racional y de política sanitaria la mejor decisión para combatir el Covid es vacunarse y los gobiernos deben diseñar y ejecutar planes para que lo pueda hacer la mayoría de la población.

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[*] El artículo en cuestión, publicado el 10/04/21, se llama: Así son los cálculos de riesgo y beneficio con la vacuna de AstraZeneca y se puede acceder al mismo desde el link: https://elpais.com/politica/2021/04/08/actualidad/1617903321_713314.html

icovarr@ucla.edu.ve

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