YOUR NAME, EL SAKE Y EL PERFUME

Dedicada a mi amigo y colega Félix Andueza.

Kimi no Na wa (Your Name) es una película japonesa de anime de 2016, dirigida por Makoto Shinkai. La vi hace pocos días y me pareció hermosa. Dos jóvenes, Mitsuha y Taki, por un rizo inesperado del espacio-tiempo, se entrelazan en sus sueños e intercambian sus cuerpos, enfrentando ambos situaciones de la vida del otro. Mitsuha vive en el campo pero ella anhela irse a Tokio, el pueblo la aburre, aunque participa de las tradiciones propias de la cultura familiar japonesa, arraigada sobre todo en el medio rural. Taki es un joven de la ciudad un poco despistado, pero está muy impresionado y pensativo con lo que le está pasando con Mitsuha. Ella participa con su abuela y su hermana menor en un ritual para preparar el sake que llevarán al santuario donde reposan los espíritus de su familia. Ese sake se elabora según la más vieja tradición, masticando arroz cocinado, salivándolo y arrojándolo en un recipiente que posteriormente se cierra y se guarda. Al cabo de unos días, la pasta de arroz con saliva se fermenta y produce el alcohol que conocemos como el licor típico de Japón.

Cuando vi la película me interesé por saber más de la historia del sake. En un artículo del portal Vice, Jessica Thompson nos dice que el sake se produce en el país nipón desde el siglo III A.C. cuando el arroz llegó desde China. Los japoneses descubrieron que al cocer los granos de arroz, masticarlos, escupirlos en una taza y dejarlos reposar por unos días, el resultado es una bebida de efectos embriagantes y placenteros. El llamado kuchikamizake, literalmente “sake masticado”, fue pues el sake original [1]. El proceso por el cual el arroz masticado se convierte en alcohol se genera porque la saliva contiene enzimas amilasas con bacterias que sirven de catalizadoras para la fermentación del arroz. Esta forma de producir sake se mantuvo en Japón hasta el siglo VIII, cuando se comenzó a usar el hongo koji para los fines de generar el fermentado. No obstante, el kuchikamizake se sigue produciendo de forma artesanal, entre otros propósitos, como se señaló, para usarlo en fiestas tradicionales y rituales.

Thompson nos cuenta algo adicional muy interesante alrededor de la historia del kuchikamizake. La clase gobernante japonesa de la época en que originalmente se producía decidió que la saliva más apropiada para prepararlo era la de las jóvenes vírgenes o doncellas, pues así se aseguraba que tuviera el mejor sabor posible, por lo cual se le llamó bijinshu, es decir,sake de mujer hermosa”. Thompson se preguntó si esta elección tenía algún fundamento y conversando con un científico japonés con quien departió en un tachinomi (bar donde se bebe de pie) este le respondió haciéndole otra pregunta: “¿Preferirías beber sake masticado por un ojisan (hombre viejo) o por una bijin (mujer hermosa)?”. El científico le explicó que el ojishu, el olor característico de las personas en la tercera edad, se genera porque los microorganismos de sus cuerpos cambian conforme envejecen y estos cambios pueden hacer que el kuchikamizake tenga un sabor menos agradable [2].

Leyendo toda esta historia alrededor del sake recordé la excelente novela El perfume, del escritor alemán Patrick Süskind, publicada en 1985, ambientada en la Francia de la primera parte del siglo XVIII y cuya trama gira casualmente alrededor de jóvenes vírgenes, olores y un asesino. Jean Baptiste Grenouille tiene la asombrosa capacidad de percibir infinitos olores y diferenciarlos, por sutiles que sean o provengan de un lugar lejano. Por un tiempo entra a trabajar con perfumistas de Europa, aprendiendo las técnicas de generar las esencias de los perfumes. Pero Grenouille es un “genio abominable”, es cruel, perverso e irónicamente no posee olor propio. Entonces se obsesiona con el olor particular que desprende el cuerpo de las jóvenes vírgenes. El arrobamiento que siente por ese olor lo lleva a crear una esencia sustraída de sus cuerpos que le permita obtener un olor para él mismo. Por esa razón va asesinando doncellas conforme se le cruzan en su camino. Hay una especial, una que por su belleza, dulzura y pureza conserva el olor perfecto para terminar de elaborar la esencia y va en su búsqueda. Piensa que cuando finalmente unte su cuerpo con su perfume, este será tan embriagante que la gente lo amará incondicionalmente y se postrarán a sus pies.

Desde la historia del amor muy especial de Mitsuha y Taki, sostenido sobre un hilo invisible e indestructible que rompe la barrera del espacio y el tiempo, pasando por la peculiar historia de cómo los japoneses inventaron el sake, hasta el relato de un asesino obsesionado con fabricar un perfume con el olor del cuerpo de jóvenes vírgenes, encuentro que, con algo de imaginación, el mundo real o fantástico se nos puede presentar muy entrelazado. Y si no es así confieso que igual disfruto mucho cuando, como si fuera un acto de magia, puedo tejer la urdimbre de esos entrelazamientos desde las palabras.

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[1] Thompson señala que esa práctica para producir alcohol ha sido popular y adoptada en diferentes periodos y civilizaciones del mundo. En Suramérica masticaban y escupían el maíz para hacer chicha o yuca para hacer masato. Los mexicanos hacían lo mismo con el agave para el pulque y los chinos masticaban mijo para hacer un vino. Al artículo completo se accede desde: https://www.vice.com/en/article/783evd/sake-used-to-be-made-with-the-spit-of-japanese-virgins/

[2] Según los científicos japoneses el ojishu sería el resultado de un proceso del cuerpo humano que se manifiesta en el incremento de la concentración del compuesto químico 2-nonenal, el cual produce un “hedor seboso y herbal” en las personas.

 

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EL MODELO NUDGE/SLUDGES Y UNA APLICACIÓN PARA EL CASO VENEZOLANO

Leo un interesante artículo publicado en un grupo del que soy miembro, el London Behavioural Economics Network, llamado Are nudges always good and sludges always evil? escrito por un Fellow de London School of Economics: Stuart Mills. Dicho artículo se basa en una somera revisión y ampliación del concepto de nudge, acuñado por el economista conductual Richard Thaler, Premio Nobel de Economía, y explicado en su popular libro, con la coautoría de Cass Sunstein, Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness,  publicado originalmente en 2008, donde se destaca la importancia que tiene para la mejora de la toma de decisiones diseñar y aplicar nudges  (pequeños empujones o empujoncitos) en la arquitectura de decisión correspondiente [1].

La arquitectura de decisión en un diseño de toma de decisiones que involucra tanto a quienes ofrecen las opciones o alternativas pertinentes así como a quienes las toman. En teoría, un nudge modifica la arquitectura de decisión en la dirección de impulsar al agente decisor para que se forme un mejor juicio de lo que está en juego, pudiendo así evitar cometer errores de decisión que le resultarían costosos. Algunas arquitecturas de decisión se ajustan bastante bien a la utilización de nudges, como son las elecciones alrededor de la adquisición de un seguro médico o de vida, de una vivienda mediante un crédito hipotecario o de un plan financiero para la jubilación. Incluso los nudges pueden ser útiles en la toma de decisiones que involucran bienes públicos, contratos civiles, o la donación de órganos. En lo que sigue intentaré explicar lo más relevante del artículo mencionado, añadiendo al final una aplicación para el caso venezolano.

Mills en su artículo supone que efectivamente un empujoncito modifica la arquitectura de decisión, pero señala que dicha modificación tras el empujoncito no es un asunto que se puede definir como bueno a priori, es más bien algo relativo. Un nudge, en la medida que aclara una alternativa, oscurece las demás alternativas en juego, como si dijéramos arroja lodos (sludges) sobre ellas. El autor subraya que ambos: nudge y sludges pueden ser utilizados tanto para alentar así como para desalentar la orientación hacia un determinado resultado en una toma de decisión específica.

Para Mills cualquier toma de decisión está imbuida de lo que él llama “fricciones materiales o cognitivas”. Las barreras cognitivas pueden ser causadas por limitaciones para interpretar correctamente el tipo de información aportada para las opciones de decisión, lo cual condiciona la evaluación o valorización de las mismas. En este sentido, una definición más apropiada de nudge sería que este reduce las fricciones asociadas con una opción específica, mientras que sludges aumenta las fricciones alrededor de las demás opciones en juego. El punto que defiende el autor es que ambos: nudge y sludges representan las dos caras de la misma moneda y operan de manera simultánea. Un nudge actúa entonces reduciendo o eliminando la fricción relativa (material o cognitiva) alrededor de una opción, la aclara para el tomador de la decisión, pero simultáneamente incrementa la fricción relativa alrededor de las demás opciones (sludges), las oscurece.

El llamado modelo Nudge/Sludges se aplica en muchas situaciones de toma de decisiones, por ejemplo en las relaciones de las empresas con sus clientes. Como se sabe, muchas empresas se afanan por brindarles la mejor información a sus clientes actuales o potenciales sobre las bondades o ventajas de adquirir sus productos o servicios. Las empresas tienen incentivos para ofrecer a sus clientes un empujoncito en cuanto a orientarlos sobre la opción que se adapte mejor a sus condiciones socioeconómicas particulares como consumidor o usuario y estos, a su vez, tienen incentivos para recibir esos empujoncitos. En estos términos, se dan dos tipos de situaciones una vez conformada la arquitectura de decisión. Una situación sería la llamada Pareto-Nudge, que es del tipo “ganar-ganar”, puesto que tanto el cliente así como la compañía salen beneficiados con el empujoncito. La otra situación se define como Rent-seeking-Nudge, o “ganar-perder”, pues solo una de las partes es la única realmente beneficiada con el empujoncito [2].

Encuentro que el modelo Nudge/Sludges puede ser contrastado con la arquitectura de decisión sobre la que se establecen las relaciones de las empresas del sector de telecomunicaciones, privadas y públicas, con sus clientes en Venezuela. Estas relaciones están muy condicionadas por aspectos como la falta de competencia en el sector, la baja calidad de la infraestructura pública de soporte y la desmejora de algunos productos y servicios. No obstante, las compañías están interesadas en ofrecer a sus clientes actuales y potenciales la mejor información disponible sobre sus productos y servicios, tratando que este pueda elegir la opción que mejor se adapta a su circunstancia socioeconómica. Pero todo ello se vuelve impráctico cuando se toma en cuenta el contexto económico prevaleciente en Venezuela, de gran inestabilidad e incertidumbre, con precios y tarifas por los servicios cambiando muy rápido a tenor de la hiperinflación existente, el aumento del precio del dólar y la significativa merma del poder adquisitivo de la mayoría de la población consumidora. Parece claro que el éxito o fracaso en implementar nudges para la mejor toma de decisiones respecto a adquirir productos y servicios de telecomunicaciones en Venezuela está condicionada por el entorno macroeconómico. De manera que es poco probable que las empresas de telecomunicaciones puedan realmente desarrollar modelos de negocios basados en nudges que rediseñen la arquitectura de decisión. En todo caso, de implementarse empujoncitos, lo más seguro es que la decisión derivaría hacia situaciones Rent-seeking-Nudge. Y me temo que solo serían las empresas de telecomunicaciones las que en realidad se beneficiarían de los empujoncitos.

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[1] Existe la versión en español del libro con el nombre: Un pequeño empujón (Nudge). El impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones en salud, dinero y felicidad (Taurus, 2009).

[2] Pareto-Nudge indica que ambas partes optimizan el beneficio una vez que el empujoncito forma parte de la arquitectura de decisión, mientras que Rent-seeking-Nudge supone que una de las partes captura toda la renta o beneficio cuando se añade el empujoncito a la arquitectura de decisión.

icovarr@ucla.edu.ve

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LA PIEL QUE HABITO Y LA ECONOMISTA DEIRDRE McCLOSKEY

He visto una docena de películas del cineasta español Pedro Almodóvar y todas, salvo una (La mala educación), me han gustado. Esta semana he incorporado a esa lista La piel que habito, un film del 2011 que mantiene esa marca registrada por el director manchego de combinar magistralmente la puesta en escena de temas muy humanos, planteados sin superficialidades, contados con algo de suspenso, truculencia e ironía y perfectamente manejados en los planos secuenciales conforme se va desarrollando el argumento. La trama de la película gira alrededor de Vicente y un prestigioso médico cirujano plástico, Robert, cuyos destinos se cruzan de manera infortunada. Producto de una planeada venganza, Robert secuestra a Vicente y le cambia el sexo sin su consentimiento, también experimenta con él cambios en su piel para hacerla más resistente a quemaduras y a los mosquitos, mientras paulatinamente lo sigue transformando, por espacio de seis años, en una mujer. Aunque el tema da para un debate extenso, por cuestiones de brevedad acotaré mi opinión en torno a dos preguntas: ¿Es ético que la ciencia médica experimente con seres humanos, incluso para los casos donde hacerlo significaría conseguir una cura para una enfermedad o alivio a deformaciones y mutilaciones causadas por accidentes o actos violentos? ¿Un hombre que se transforma en mujer, sea de manera voluntaria o no, lo es realmente de cuerpo y mente?

Para la primera cuestión se requieren planteamientos rigurosos y bien fundamentados, pues tiene implicaciones morales, religiosas, de derechos humanos, por decir lo menos. No es fácil calibrar sin mayor información y dada la complejidad del quehacer científico contemporáneo, qué tanto se ha avanzado o retrocedido respecto al soporte ético necesario para hacer ensayos clínicos con seres humanos, considerando además que cualquier avance científico y tecnológico en el campo médico tiene efectos casi inmediatos en la salud o enfermedad física y mental de las personas. En general, existe más rechazo que aceptación en la opinión pública al respecto de tomar a las personas como conejillos de indias. Todo ello tiene un contexto histórico, pues los vergonzosos experimentos llevados a cabo con quienes el nazismo consideró “razas inferiores”, dirigidos por el médico alemán Josef Mengele, todavía reverbera en la opinión pública informada para cuestionar cualquier práctica médica que se le parezca aunque sea superficialmente. A pesar de la existencia de rigurosos códigos éticos para realizar pruebas médicas con seres humanos, no es ningún secreto que desde hace décadas se realizan experimentos en el ámbito de alguna medicina que violan estos códigos. Incluso también ocurre en algunos casos de experimentos económicos, políticos, psicoterapéuticos y de control social [1].

La respuesta al segundo interrogante es igualmente intrincada porque se pasea por aspectos delicados de tratar y donde la ahora poderosa comunidad LGBTI está siempre alerta ante opiniones, leyes, normas, que puedan mellar los avances logrados en los últimos tiempos contra la discriminación hacia la orientación sexual de una persona y en asuntos de discriminación de género. En este sentido, si un hombre decide cambiar de sexo de manera deliberada y voluntaria, es plausible y así lo suponemos que sus pensamientos están embebidos de la forma característica a como tiene pensamientos una mujer. Pero la película de Almodóvar no se desarrolla en este contexto, sino en el de una situación donde la decisión de un hombre de transformarse en mujer no es voluntaria sino forzada.

Con relación a lo mencionado, sirva para la discusión traer a colación una anécdota digna de contar. Uno de los libros que más me gusta de mi profesión es La retórica de la economía, publicado en 1983 por el economista estadounidense Donald McCloskey. Cuando surgió Google quise ponerme al día con su producción académica, descubriendo para mi sorpresa que ya no se llamaba Donald sino Deirdre. Donald McCloskey nació en 1942, se casó y tuvo hijos y a sus 53 años decidió cambiar de sexo. Deirdre McCloskey es una economista brillante, multidisciplinaria y multifacética, ha publicado más de una docena de libros, innumerables artículos e impartido conferencias y participado en seminarios por todo el mundo. Sus intereses intelectuales son muy amplios, cubriendo un vasto campo de la profesión que va desde la historia económica, el pensamiento económico, el funcionamiento del libre mercado, hasta las teorías del desarrollo, por nombrar los principales. Ha sido muy crítica respecto al conocimiento que puede brindar la profesión y en una entrevista de noviembre de 2012 en el diario El Espectador de Colombia, señaló que está convencida de la necesidad de cambiar la enseñanza de la economía para evitar el rigor reduccionista que se le ha impuesto. A su parecer se requiere de un cambio para transformar la economía en “humanomía”, donde se vuelva a integrar la dimensión ética, la cual está muy socavada dentro de la ciencia económica actual [2].

En la entrevista, Deirdre se describe como una mujer posmoderna, economista defensora del libre mercado, literata, feminista y transgénero. Leyendo esta y otras entrevistas y parte de su trabajo académico, creo firmemente que ella piensa como una mujer. De hecho, cuando la leo siento escribe con un acento similar a otras académicas brillantes, como escribía la Premio Nobel de Economía Elinor Ostrom o como escribe la más reciente, Esther Duflo, de la misma manera que lo hace la filósofa Martha Nussbaum. Podríamos hablar entonces de un final feliz y hasta productivo en esta historia real, un hombre convertido en mujer que se vuelve una persona más brillante como economista y más amplia de criterio.

Pero no es el caso de la historia imaginaria que envuelve a Vicente en La piel que habito. Él quiere seguir siendo hombre, sigue pensando como hombre, metido en un cuerpo de mujer que no le pertenece, no es el suyo, habita una piel que siente pero no termina de conectar con su mente, con sus recuerdos y aspiraciones, condenado a vivir confundido. Y la verdad es que las implicaciones y consecuencias de hacerle este tipo de  maldad a un ser humano me provocan escalofrío.

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[1] Existen innumerables películas cuya trama gira en torno a los experimentos con humanos realizadas por los nazis, así como otras relacionadas con experimentos de sicología social y de política. De las primeras destaco el film británico-estadounidense de 1978 The Boys from Brazil (Dir. Franklin Schaffner), llamada en Hispanoamérica Los niños del Brasil, basada en la novela homónima del escritor estadounidense Ira Levin. De las segundas se pueden mencionar dos películas alemanas. Una es de 2001, Das Experiment (Dir. Oliver Hirschbiegel) llamada en Hispanoamérica El experimento. Se basa en parte en un famoso experimento realizado en la cárcel de Stanford en 1971, dirigido por el sicólogo estadounidense Philip Zimbardo. La otra es de 2008, Die Welle (Dir. Dennis Gansel) llamada en Hispanoamérica La Ola, un experimento consistente en recrear un régimen político autoritario y antidemocrático en un salón de clase.

[2] En la entrevista, Deirdre McCloskey también señala que: “Si no enseñamos con novelas, películas y experimentos en clase, los estudiantes van a aprender que lo positivo y lo normativo están separados y que sólo hay que aprender lo positivo…”. Demás está decir que como enseñante de la economía utilizando la literatura, el cine, las series de TV, apruebo completamente este punto de vista. A la entrevista completa se puede acceder desde el siguiente enlace electrónico: https://www.elespectador.com/noticias/actualidad/la-economia-olvida-lo-humano/. El único libro que he leído de Deirdre McCloskey: Las virtudes burguesas. Ética para la era del comercio (FCE, 2015) me ha gustado mucho porque es una soberbia puesta a punto contemporánea de las tesis de Max Weber en torno a los factores culturales, religiosos, sociales que están en el origen y desarrollo ulterior del capitalismo y sus implicaciones pasadas, presentes y futuras.

icovarr@ucla.edu.ve

 

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