LAS PROTESTAS EN AMÉRICA LATINA Y LA DESTRUCCIÓN CREATIVA

Dedicado a todos mis estudiantes, a lo largo del tiempo y del viaje compartido, ingenieros en informática de la UCLA

Una amiga mía, de la que fui su profesor, ingeniero en informática venezolana, inteligente y tenaz, trabaja en la Universidad de Twente en Holanda y junto con su equipo desarrolla un sistema geoespacial para la mejora de la toma de decisiones económicas. Actualmente lo están implementando en una comunidad de una zona periurbana de la ciudad de Medan en Indonesia. Ella se ve feliz en su labor y la ha compartido por las redes sociales, quizás con el deseo que experiencias como esta se replique algún día en comunidades de nuestro país. Y como ella hay miles de profesionales preparadas que están aportando soluciones factibles, sencillas y prácticas a grupos sociales pobres y de ingresos medios de muchas partes del mundo para avanzar en la reducción de la pobreza, la inclusión social y la participación en el desarrollo, especialmente de los grupos vulnerables. Estas prácticas están alineadas con el enfoque de las capacidades para el desarrollo humano propuesto, entre otros, por la filósofa Martha Nussbaum y el Nobel de Economía Amartya Sen, un enfoque que hace énfasis precisamente en que dotando a las personas de capacidades, habilidades y oportunidades pueden tomar las decisiones cónsonas con la mejora de su bienestar y elegir la vida que, de manera autónoma, elijan vivir.

Tengo otra amiga, una joven estudiante de sociología de la Universidad de Chile, una chica inteligente y bastante comprometida con su formación educativa. Comparte la visión de mi amiga ingeniero pero desde una dimensión más idealista. Hemos estado discurseando sobre los avatares de las protestas en las últimas semanas en Chile y su idealismo rebelde la lleva a justificar hasta cierto punto la violencia y la destrucción de bienes y servicios públicos y privados que se ha desatado. En el fondo desea ya no la salida del gobierno sino un objetivo más ambicioso: acabar con el capitalismo e instaurar un socialismo donde finalmente, asegura ella, desaparezca la causa de todos los males latinoamericanos: la desigualdad y la pobreza. Su argumento es que la solución es destruir por completo el sistema existente para, comenzando desde cero, crear otro más justo, igualitario y humano.

Quizás sorprenda lo que voy a decir, pero ambas chicas son destructivas. Se diferencian eso sí en la forma como realizan o piensan la destrucción. Para explicarlo necesito exponer brevemente el concepto de “destrucción creativa”. El economista austríaco Joseph Schumpeter formuló la hipótesis de la “destrucción creativa” para explicar que en el proceso económico capitalista las empresas innovadoras marcan la pauta del movimiento pendular de la economía, lo que los economistas identificamos con el ciclo de auges y caídas de los negocios y de la actividad económica. Una seguidilla de innovaciones subirá a la cresta de la ola a las empresas innovadoras que tienen como incentivo el logro de mayores ganancias, rentabilidad, y acabará con las rígidas, las conservadoras, generando un auge de actividad económica que durará tanto como dure el aprovechamiento de las innovaciones. Agotada esta fase, seguirá una recesión económica hasta que una nueva ola de innovaciones comience nuevamente una expansión. Las innovaciones son inventos técnicos de nuevos productos y servicios, pero también están asociadas con nuevos procesos de producción, de transporte y mercadeo de productos, nuevos modelos organizacionales, nuevos enfoques de enseñanza y aprendizaje. También, por los estudios de crecimiento económico, ahora sabemos que las innovaciones tienen un importante efecto derrame –spillover effects– y fomentan el aprendizaje tecnológico –learning by doing– en múltiples sectores privados y públicos. Y no es que por sí solas las innovaciones sean la panacea. Estas son útiles y productivas cuando se dan en un contexto donde existen los incentivos económicos y de otra índole para buscar soluciones a los problemas de producción o distribución y, por extensión, a los problemas sociales. Son los incentivos existentes dentro de un entorno político, económico e institucional adecuado lo que permite se puedan aprovechar las innovaciones.

Desde esta perspectiva, el capitalismo es un sistema flexible de destrucción creativa que hasta cierto punto se reinventa cada tanto tiempo. La flexibilidad del capitalismo en sus diferentes modalidades, con sus virtudes y sus fallas, se ha revelado superior en eficiencia económica que los sistemas rígidos basados en el socialismo real, los que han sido y los que, de una manera desordenada, lo son en la actualidad. Hace 30 años, un noviembre de 1989, se derrumbó el Muro de Berlín y además de ser el símbolo de la barrera que dividía dos países, dos sistemas políticos y económicos, dos ideologías, también era un reflejo de la rigidez del socialismo, donde innovación era una palabra desaparecida, casi proscrita. La historia nos ha revelado que la ex Unión Soviética y las naciones socialistas de Europa Oriental tenían sociedades nada igualitarias, bastante rígidas, muy poco innovadoras y estaban plagadas de industrias obsoletas y altamente contaminantes. En algunas de ellas la desaparición del socialismo ha traído tantos cambios en el entorno económico y social que una nación desprendida de la ex Unión Soviética, Estonia, ha moldeado una sociedad donde se privilegia la innovación y la aplicación de tecnologías de punta tanto en la empresa privada así como en el sector público. Esta orientación ha convertido a Estonia en la nación más avanzada digitalmente del planeta, pues la casi totalidad de los trámites y la prestación de otros servicios públicos y una parte de los privados se hacen mediante el uso intensivo de tecnologías de información y comunicación y de inteligencia artificial.

Es cierto que muchos de los problemas sociales locales y globales han sido causados y perpetuados por el propio capitalismo: los daños medio ambientales, el aumento de la brecha de desigualdad, el incremento de la pobreza. Pero no es con su destrucción que aparecerán los remedios a estos problemas. Tal destrucción los pudiera agravar, pues la falta de incentivos para obtener ganancias, beneficios, llevaría a perder interés a emprendedores y empresarios en las innovaciones tecnológicas, políticas, sociales, que ayudan a resolver estos y otros problemas.

Decía que mis amigas son destructivas. La diferencia es entonces que mi amiga ingeniero en informática es una destructiva creativa que aporta innovaciones que actúan como un proceso disruptivo para mejorar las condiciones de vida de comunidades del mundo entero. Quizás no sea una forma impactante de solucionar los acuciantes problemas existentes, pero al menos cuando se aplica resultan efectivos en su ámbito de acción. La amiga chilena, estudiante de sociología, es una destructiva idealista que imagina un mundo mejor si se pone completamente en práctica una utopía que los hechos demuestran ha resultado inviable.

A América Latina le vendría bien tener menos gobernantes ineptos, menos élites distanciadas de la realidad, más jóvenes rebeldes y sí, más protestas, cuando lo son por causas verdaderamente justas. Pero también la región necesita urgentemente más destrucción creativa, ese tipo de destrucción que realmente trae bienestar y desarrollo. Mi amiga ingeniero en informática y muchos ingenieros en informática de las universidades venezolanas que he tenido el honor de enseñar, con sus talentos y capacidades regados por todo el mundo, me corroboran que sí, que ese otro mundo es posible.

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POPULISMO POLÍTICO Y POPULISMO MACROECONÓMICO

Iniciando los años noventa del siglo XX el economista chileno Sebastian Edwards y el economista alemán Rudiger Dorbunsch, ya fallecido, escribieron un libro llamado Macroeconomics of Populism in Latin America, publicado en español con el mismo nombre por el FCE en 1992. Esa obra desgranaba el desempeño macroeconómico de dos gobiernos claramente populistas de la región: el de Salvador Allende (1970-1973) en Chile y el de Alan García (1985-1990) en Perú. Lo que el análisis económico de ambos periodos de gobierno revelaba es que el populismo político, dirigido a tener complacida a la mayoría de la población, a menudo se traduce en medidas económicas que derivan en un pésimo desempeño macroeconómico. Se presenciaba entonces una conducción de la economía irresponsable, que eleva sobremanera el gasto público, especialmente el gasto corriente, mantiene importantes subsidios a los bienes y servicios básicos, apela a los controles de precios para contener la inflación y le presta poca importancia al aumento del déficit fiscal y del endeudamiento público interno y externo. Los efectos de todo ello se conocen: altas tasas de inflación o incluso de hiperinflación, desabastecimiento, desempleo, aumento de la pobreza, agudas restricciones para obtener financiamiento público externo.

Esta mezcla tóxica de populismo político que deriva en un mal desempeño macroeconómico, algo que pudiéramos llamar “populismo macroeconómico”, terminó en el caso de Chile con el golpe de Estado que llevó al poder a Augusto Pinochet y en el caso de Perú con el triunfo en elecciones de quien era en ese momento casi un outsider de la política: Alberto Fujimori. En ambos casos lo que devino fueron gobiernos de corte dictatorial o muy autoritario que, no obstante, eliminaron o redujeron mucho las causas que alimentaban el populismo macroeconómico, por lo cual las economías de ambos países comenzaron a tener un relativamente buen desempeño, signado por la estabilización de los precios, reducción de la tasa de desempleo y un crecimiento económico relativamente alto.

Cuando se pensaba que América Latina había superado esta fase nefasta donde un populismo político se corresponde con un populismo macroeconómico, el gobierno en Venezuela de Hugo Chávez (1999-2013) y su continuación en el gobierno de Nicolás Maduro (2013- ) vino a desmentir esta hipótesis, pues ambos gobiernos se basan en esa mezcla tóxica, con el agravante de que las medidas macroeconómicas populistas ahora se llevan hasta el extremo de ser un instrumento más para sostener, con un muy mermado gasto público, no el apoyo de las mayorías, el cual perdieron hace mucho tiempo, sino medidas que sirven de control político clientelar, dirigidas casi exclusivamente a una parte de la población, aunque es la gran mayoría quien ha sido impactada por los dañinos efectos que vienen con el populismo macroeconómico: alta inflación, desempleo, desabastecimiento, pobreza, recesión.

En el caso de Bolivia, el presidente Evo Morales, en el poder desde el 2006, ha sabido llevar su populismo político a contracorriente de caer en el populismo macroeconómico. Por esta razón, la economía boliviana, sobre todo alentada por el significativo aumento de los precios de las materias primas durante una década, exhibe una estabilización macroeconómica acompañada de un relativamente alto crecimiento económico, sin que esto no suponga que enfrenta restricciones y obstáculos. [*] No obstante, el populismo político sí ha significado que Evo Morales, habiendo perdido una consulta electoral para la posibilidad de ser nuevamente candidato presidencial en este 2019, haya manipulado el Tribunal Supremo de Justicia de su país para poder presentarse nuevamente a unas elecciones que han tenido un resultado polémico y altamente cuestionable de la supuesta alta popularidad del presidente indígena.

Dentro del enfoque que plantea la economía neo-institucional se tiene claro que las instituciones políticas y las instituciones económicas dependen una de otra y se intercondicionan de múltiples maneras, dependiendo de si la organización económica responde al funcionamiento de una economía de libre mercado, una economía social de mercado, un socialismo, extractivismo, capitalismo corporativo o capitalismo de Estado. A menudo el diseño de las instituciones políticas condicionan el diseño de las políticas económicas y el efecto de las políticas económicas impacta a su vez sobre las instituciones políticas. Para emplear un término hegeliano, se trata de un proceso dialéctico donde el ideal es que instituciones políticas y económicas evolucionen, avancen al unísono, lo cual permite mejorar tanto la dimensión política en una sociedad democrática, así como el desempeño económico en una sociedad donde Estado y Mercado se apoyan mutuamente y operan en la misma dirección hacia el bienestar de la mayoría.

De la reciente y por venir ola electoral en América Latina el riesgo que los populismos políticos se conviertan en populismo macroeconómico sigue latente. Por su parte, gobernantes que toman medidas económicas beneficiosas a largo plazo pero son antipopulares en lo inmediato deben revertirlas ante la crisis política que generan, siendo los recientes casos de Ecuador y Chile una muestra. Este es un tema de análisis institucional porque, a pesar que las constituciones refrendan los necesarios contrapesos del poder, la autonomía de instituciones claves, los mecanismos de resolución de conflictos, los derechos políticos y económicos, un gobernante populista siempre está tentado, en función de sus intereses particulares y de su grupo, a llevarse todo esto por delante.

[*] La entrada en mi blog: EVO MORALES SCHOOL OF ECONOMICS describe el desempeño económico del gobernante boliviano.

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BIENES PÚBLICOS Y PROTESTAS EN ECUADOR Y CHILE

Los economistas definimos un bien público como aquel bien o servicio ofrecido por el Estado que no impide el acceso a nadie para su uso, haya pagado por este o no, y su uso por una persona no impide que también sea usado por otra, incluso simultáneamente. Los bienes y servicios privados son todo lo contrario, no accedes al bien o servicio si no lo pagas y lo usas en exclusividad. Entre los bienes públicos y privados hay una gama de bienes que cumplen una de las dos condiciones y se les llama a menudo bienes semi-públicos. Hay bienes y servicios públicos a los cuales se accede pagando a discreción (lo que tú quieras pagar) pero nadie está impedido de no usarlo si no lo paga, como ocurre con la entrada a algunos museos o parques. En un episodio de Los Simpson, Lisa va con Homero y un maestro que admira a uno de estos museos y Homero al enterarse que para ingresar puede pagar 4 $ si quiere o no pagar nada y mira al maestro pagando su entrada no puede sino reírse de él y exclamar: Pero qué idiota! El maestro le responde que precisamente porque la gente no colabora voluntariamente para su funcionamiento es que el museo va a cerrar sus puertas.

Muchos bienes públicos son medios de producción indirectos absolutamente necesarios para que se realicen las actividades económicas. Los bienes y servicios públicos sirven de complemento y apoyo a la producción de bienes y servicios privados. Los bienes públicos son lo más parecido a un medio de producción socializado, en el entendido de que aunque es el Estado quien lo administra esto no lo hace necesariamente propietario del mismo. Pero frecuentemente se asocia bien público con bien estatal y hay Estados o gobiernos que los asumen como si fueran de su exclusiva propiedad, incluso así lo asumen gobernantes particulares, es decir, en nombre del Estado los privatizan para sí mismos. También se da el caso de empresarios que desdeñan de los bienes públicos que utilizan y de los impuestos que pagan por ellos, cuando la realidad es que sin el funcionamiento de bienes y servicios públicos sencillamente no podrían producir y vender sus bienes y servicios privados.

Como cualquier bien o servicio los bienes públicos no son gratuitos, tienen costos de oportunidad implícitos y costos de producción explícitos que a menudo responden a precios de mercado. Por ejemplo, las máquinas y equipos necesarios para operar un sistema de transporte público como un metro seguramente los adquirió el Estado a precios de mercado y los salarios que paga probablemente guardan relación con los salarios competitivos del mercado laboral, de manera que los costos de producción en todo se asemejan a los que tendría un servicio de metro de una empresa privada. Pero el precio al que lo ofrece el Estado a la sociedad puede ser inferior, incluso muy inferior, al costo unitario de producción de dicho servicio, es decir, un precio subsidiado. Se supone que este egreso generado por el subsidio estatal puede ser cubierto con ingresos como los provenientes de cobrar impuestos directos o indirectos o los ingresos que puedan generar las ganancias de las empresas estatales. Pero esto no impide que a menudo se presenten desequilibrios, especialmente cuando las finanzas públicas son mal manejadas y los subsidios se convierten en un enorme peso presupuestario que incrementa el déficit fiscal.

Los problemas detrás de los subsidios -caso reciente de la eliminación del subsidio al precio de la gasolina en Ecuador o la diminución del subsidio del precio del boleto del metro en Chile-, responde a una larga tradición en prácticamente todos los países de América Latina donde la mayoría de los gobiernos mantienen subsidios para muchos bienes y servicios públicos y los justifican más allá de que realmente se trate o no de un bien público –caso de la gasolina-. Una parte de los desequilibrios macroeconómicos que han experimentado y a los que se enfrentan los gobiernos latinoamericanos pasa por el tamiz de las consideraciones fiscales del sostenimiento de unos subsidios de bienes y servicios públicos cuyo costo aumenta frente a unos ingresos para cubrirlos que se estancan o incluso se reducen.

Detenidas las protestas en Ecuador por la reversión de la medida que elimina el subsidio a la gasolina, las protestas en Chile probablemente tampoco pararán hasta que quizás la medida se revierta. Lo triste es que mirando las escenas de destrucción de bienes y servicios públicos en Chile por personas que declaran que van en contra del sistema “neoliberal” y querrían la socialización de todos los medios de producción, sin embargo no les pasa por la cabeza que están destruyendo los únicos bienes relativamente socializados que por ahora tienen. Aquí cabe decir como la sorna de Homero pero con la justificación del maestro de Lisa: Pero qué idiotas!

 

 

 

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