Con cierta frecuencia leo textos de sociólogos, politólogos, economistas marxistas que pululan por la aldea global. Soy consciente de que sus planteamientos, vertidos en libros, artículos o entrevistas, donde reflejan su manera de pensar el mundo y sus problemas, tiene un importante peso relativo académico y cultural. Desde mi punto de vista, en sus propuestas hay un poco de todo. Algunos tienen un discurso bastante unidimensional, a menudo cargado de posiciones dogmáticas. Otros tienen ideas interesantes, pero, para ser honesto, al menos yo no las entiendo muy bien.
Esto último fue lo que percibí leyendo una entrevista a una destacada socióloga marxista boliviana llamada Silvia Rivera Cusicanqui.* Lo que me llamó poderosamente la atención de la entrevista, en realidad un diálogo, no fue tanto la mención de sus investigaciones, en clave postmoderna, sobre el neocolonialismo y el imaginario colectivo indígena, sino más bien, como ella misma cuenta, su forma de leer los escritos de Lenin. “Leer a Lenin como se lee el I Ching, abriendo al puro azar, y quedarse con una frase: Hay que soñar, pero a condición de creer firmemente en nuestros sueños, de cotejar día a día la realidad con las ideas que tenemos de ella; de realizar meticulosamente nuestra fantasía”.
¿Leer a Lenin al azar como se lee el I Ching? ¿De qué está hablando? Pues, más allá de que la frase del revolucionario ruso suena un poco a manual de autoayuda, Rivera Cusicanqui está hablando del poder de la palabra como epifanía, como revelación.
Es sabido que las fuentes de las revelaciones son los textos sagrados de las religiones y de los mitos fundacionales de las civilizaciones. La Biblia, el Corán, la Torá, las runas vikingas, el popol vuh, el I Ching y otros, contienen arcanos donde los estudiosos desentrañan significados, sirven de oráculos. Algunos marxistas parecen recrear, pues, esta práctica. Ya no se trata de aquel absurdo de adaptar la genética a las premisas del materialismo histórico, el proyecto de los años treinta del ingeniero agrónomo ucraniano Trofim Lysenko, el cual tuvo resultados desastrosos para la agricultura soviética. Ahora se trata de no ir a la saga de otras creencias en cuanto a descubrir revelaciones. La consigna es buscar afanosamente en los textos de Marx, Engels y Lenin, para sólo nombrar la santísima trinidad, la verdad que nos hará libres, juiciosos, sabios, felices, nos llenará de sueños y esperanzas.
Y es en este sentido donde cabe considerar al marxismo como algo parecido a una religión. Una religión sin Dios, eso sí, pero donde curiosamente, como lo hace entrever la socióloga, no falta la idea de un mundo luminoso, fantástico, donde el sueño se hace realidad. Un mundo por venir, pero, obviamente, asentado en un porvenir terrenal, el reino de los cielos materializado en la tierra.
Otro asunto que me llamó la atención es que Rivera Cusicanqui se cuida de hacer una comparación pedestre de su experiencia con los escritos de Lenin. Un pastor o un creyente hacen algo muy parecido con su Biblia. Pero eso no parece ser tan atractivo como lo es indagar en el I Ching, que es sofisticado y exótico ¿no es cierto? Sin embargo, desde la perspectiva planteada, leer los evangelios o los textos de Lenin viene a ser, a todos los efectos prácticos, más o menos lo mismo: revelar la verdad escondida detrás de unas palabras sagradas.
* A la entrevista completa se puede acceder desde el siguiente link: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/contra-el-colonialismo-interno/
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En una novela llamada “Escuela para pobres”, del escritor venezolano Alejandro Padrón, se cuentan las experiencias que viven unos millonarios que tienen la bizarra idea de aprender a ser pobres. Para lograrlo se inscriben en una misteriosa escuela, donde aprenden a mendigar, a buscar su comida dentro de la basura, a dormir debajo de puentes y a escapar de los peligros que acechan en las calles de las zonas lumpen y marginales de la ciudad.[1] La novela plantea hasta qué punto somos realmente libres de elegir nuestro destino, pues casi siempre estamos sometidos a las presiones y limitaciones que nos imponen unas creencias, una educación, una cultura, la religión, la sociedad, la familia. Ocurre una suerte de “trampa de la riqueza”, de la que los millonarios de la novela, aún deseándolo, parecieran no poder escapar.
Esta muy buena ficción literaria me ha hecho pensar en la trampa contraria, esta sí muy real, la que afecta a un poco más de ochocientos millones de personas en el mundo: la pobreza extrema. Abundan los estudios sobre el crecimiento y el desarrollo económico que ahondan en las causas y las consecuencias que supone para una parte relevante de la población mundial, especialmente de los países de África, Asia y América Latina, vivir en condiciones precarias, sufrir la desigualdad económica y tener pocas posibilidades u oportunidades para revertir esta condición social.
La situación de los pobreza en el mundo y su necesidad de alivio, cuenta con las voces y la acción de prestigiosos economistas, como el Nobel de Economía Amartya Sen, quien ha desarrollado un marco teórico en torno a la definición de pobreza, particularmente desde el enfoque de la privación de capacidades, su medición y su relación con la calidad de vida y el desarrollo humano. Por su parte, el Nobel de la Paz Muhammad Yunus ha puesto en práctica, desde mediados de la década de 1970, vías innovadoras de acceso al financiamiento para los pobres, de la cual emergieron los microcréditos como una estrategia para salir de la trampa de la pobreza.[2] La relevancia del tema se pone una vez más de manifiesto al otorgársele el Nobel de Economía del 2015 a Angus Deaton, quien ha dedicado su trabajo investigativo al ámbito del consumo, el bienestar social y el diseño de políticas efectivas para combatir la pobreza. El tema ha ganado un importante espacio en los foros globales de las instituciones internacionales, donde es un tópico recurrente de análisis y reflexión y constituye el trabajo central de diversas ONG en el mundo.
Un aspecto atinente al estudio de la pobreza es que no resulta del todo fácil medirla. Si es vista como carencia de ingresos, la pobreza es, por definición, relativa. Una persona con un nivel de ingreso que lo califica como pobre en Estados Unidos, no necesariamente lo es, por ejemplo, en Nicaragua. Por esta razón, algunas mediciones propuestas están sujetas a discusión y pueden ser arbitrarias. En la práctica, considerando los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU, con respecto al objetivo: “Erradicar la pobreza extrema y el hambre”, se utilizó un criterio del Banco Mundial, consistente en definir una persona en pobreza extrema como aquella que vive con ingresos menores a un dólar con veinticinco centavos (1,25 $) diarios, siendo la siguiente línea de pobreza la de las personas que subsisten con un ingreso menor a 2 $ diarios.
Para el caso de América Latina y el Caribe, la Cepal elaboró su propio indicador de pobreza extrema, siendo ésta la situación en que no se dispone de los recursos que permitan cubrir al menos las necesidades básicas de alimentación. Se considera, pues, pobres extremos a aquellas personas que residen en hogares cuyos ingresos no alcanzan para adquirir una canasta básica de alimentos, así lo destinaran en su totalidad a dicho fin. Por su parte, se entiende como pobreza total la situación en que los ingresos son inferiores al valor de una canasta básica de bienes y servicios, tanto alimentarios como no alimentarios. Otras mediciones de organismos nacionales e internacionales también se decantan por indicadores que se centran más en las llamadas necesidades básicas insatisfechas (NBI) que en definir la pobreza en función de una línea base de ingreso.
Sea cualquiera de las mediciones que se tomen, la pobreza, y en particular la pobreza extrema, constituyen una rémora para el desarrollo pleno de la sociedad que la padece. De hecho, hay naciones que sufren tanto el flagelo que, como lo señala el economista Paul Collier en su libro “El club de la miseria” (Turner, 2008), son sociedades enteras las que están entrampadas en la pobreza, de la cual, por décadas, por siglos, no han podido salir. Por otra parte, pueden existir marcadas diferencias territoriales en los niveles de pobreza de un mismo país. Al respecto, en un estudio de la OCDE, se señala que en México mientras en el estado norteño de Nuevo León, la pobreza afecta a alrededor del 20% de la población, en el estado sureño de Chiapas alcanza al 76%.[3]
En cuanto a la evolución en los últimos 25 años de la pobreza extrema en el ámbito global hay buenas noticias. El ODM que precisaba el logro de reducir la pobreza extrema a la mitad en el 2015 se cumplió cabalmente, pues mientras en 1990 cerca de 2.000 millones de personas vivían en extrema pobreza, un 36% de la población mundial, en 2015 son aproximadamente 836 millones las personas que enfrentan esta condición, un 12% de la población del planeta. El Banco Mundial estima que con las políticas adecuadas la pobreza extrema pudiera ser erradicada en el 2030. En el caso de América Latina, la reducción de la pobreza extrema siguió la tendencia global, pero, por lo menos desde el 2011, considerando toda la región, ésta no ha experimentado nuevas reducciones. La pobreza extrema se ha estancado en un nivel en torno al 11-12% de la población, lo cual representa aproximadamente 69 millones de personas en esta situación, según el informe “Panorama Social de América Latina 2014” de la Cepal.[4]
El problema de la pobreza no sólo atañe a los países en desarrollo, puesto que también se ha vuelto un asunto de interés político y económico en las naciones ricas. El problema no es tanto el porcentaje de pobreza, que sigue siendo bajo en todos los países desarrollados, sino el porcentaje que ha alcanzado un indicador que mide el riesgo de que una persona caiga en la pobreza o la exclusión social. Cuando se toma en cuenta este indicador, el resultado es que ha ido en aumento en los últimos años, especialmente en Europa, de manera que en 2014 aproximadamente uno de cada cuatro europeos, alrededor de 122 millones de personas, estaban en riesgo de caer en pobreza o exclusión social. Los mayores incrementos se han dado en Grecia y en España, donde está afectada por esta situación el 36% y el 29,2% de su población, respectivamente.[5]
Un problema que se ha revelado concomitante a la pobreza es el aumento de la desigualdad económica, incluso en varias naciones desarrolladas, siendo la investigación vertida en el libro de Thomas Piketty “El capital del siglo XXI” (FCE, 2014), el trabajo más completo y reconocido en los últimos años sobre este asunto. En realidad, la desigualdad ha aumentado tanto globalmente que en un reciente informe de Credit Suisse se asegura que el 1% de la población mundial tiene una riqueza, en dinero líquido o en inversiones, que es equivalente a la riqueza del 99% restante. En números más concretos, el 0,7% de la población mundial acapara el 45,2% de la riqueza total y el 10% más rico tiene en su poder el 88% de los activos totales.[6]
En cierta forma, la desigualdad ilumina otras características de la pobreza extrema que no salen a la luz cuando se describe mediante una línea base de ingreso, al menos por dos razones. La primera razón tiene que ver con lo vulnerable que resulta medir a un pobre en función de sus ingresos, mucho más si vive en un país que tiende a ser altamente volátil en cuanto a su crecimiento económico o sufre de desequilibrios macroeconómicos que reducen las transferencias fiscales de ingresos o donde se generan altas tasas de inflación. En este caso, la probabilidad de que una persona que traspasó esta línea de ingreso recaiga en la pobreza extrema es relativamente alta. La segunda razón tiene que ver con el acceso a los servicios, pues el hecho de que una persona traspase la línea de ingresos, definiéndolo como alguien que ya no es un pobre extremo, no significa tener fácil acceso a servicios básicos u otros servicios, como los financieros, o que no resulte costoso acceder a ellos, servicios que resultan cruciales para escapar de la trampa de la pobreza.
Al respecto, se puede mencionar que en términos de accesos a servicios aún alrededor de 2.500 millones de personas en el mundo no tienen una cuenta financiera y cerca de 1.400 millones no tienen servicio de electricidad, para señalar dos restricciones vinculadas con la pobreza. Por su parte, el mayor costo por acceso a determinados servicios básicos que sufren los pobres se deja entrever en el caso de los hogares de algunas barriadas marginales de Lima, donde el acceso al servicio de agua potable les cuesta 10 veces más que a los hogares de urbanizaciones de clase media o ricas. Esta paradójica situación supone que las familias pobres sacrifican un mayor ingreso relativo, que les serviría para el consumo de otros bienes esenciales o el disfrute de otros servicios.
En torno a estas mediciones y los avances o retrocesos relativos en el combate a la pobreza, se focalizan las discusiones acerca de cuáles son las políticas más efectivas para su erradicación. Como en todos los análisis de políticas públicas, en el caso de las implementadas para enfrentar la pobreza importa tanto o más la calidad de la política y las competencias de las instituciones involucradas que la cantidad de recursos destinados a las mismas. Un ejemplo manifiesto de ello ha sido las políticas de este tenor que a lo largo de tres lustros se han llevado a cabo en Venezuela.
El aspecto fundamental a destacar aquí es que en Venezuela los éxitos relativos obtenidos en la reducción de la pobreza no necesariamente han hecho mella en sus causas estructurales. Esta se encaró mediante políticas que privilegiaron el aumento del gasto público dirigido a las familias de escasos recursos, a través de transferencias de efectivo, subsidios al precio de los alimentos y de los servicios básicos, mediante la implementación de programas, las llamadas “misiones”, orientados a incrementar su acceso a la salud y a la educación. Si bien es cierto que en los últimos 15 años se redujo ostensiblemente la tasa de pobreza, en la medida que la calidad de las políticas implementadas no ha sido una norma y que el gasto público real destinado a atender las necesidades de los pobres ha disminuido, como un efecto de la caída de los ingresos fiscales petroleros, la reversión de la disminución de la pobreza se ha convertido en una amenaza latente.[7]
En el plano internacional, la llamada “ayuda para el desarrollo” destinada por los gobiernos de los países ricos, organismos multilaterales y donantes institucionales a las naciones pobres, ha resultado un ámbito de discusión relevante entre académicos, líderes políticos y empresariales y los propios donantes, en cuanto a la evaluación de la efectividad de las políticas vinculadas a la ayuda, especialmente las dirigidas a reducir la pobreza.
En este sentido, existen por lo menos dos posturas contrapuestas. Una primera postura se corresponde con la de quienes si bien objetan la forma como ha sido utilizada la ayuda, sostienen que se necesita más no menos. El otro planteamiento supone que dicha ayuda ha significado una pérdida del dinero invertido, o es dinero que ha sido desviado por autoridades corruptas para engordar sus propias cuentas. En este contexto, la ayuda ha terminado generando incentivos perversos, que no benefician a los pobres a los que está destinada.
A horcajadas de esta discusión, ha surgido una tercera corriente que ha puesto a prueba la efectividad de las políticas contra la pobreza, mediante un trabajo empírico y de campo en las comunidades más necesitadas de varios países. Son una suerte de laboratorios de la pobreza, en cierto sentido son las verdaderas escuelas para pobres y sus prácticas han arrojado hasta ahora resultados muy interesantes de analizar. En la próxima entrada nos ocuparemos de este tema.
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[1] Mi amigo y colega Alejandro Padrón también es librero, por lo cual le dediqué una entrada en este blog a él y su librería llamada LA LIBRERÍA “LA BALLENA BLANCA” La referencia de la novela es “Escuela para pobres” Editorial Mondadori, Caracas, 2009.
[2] Un libro de Amartya Sen que ya es un clásico en el tema de la pobreza y el desarrollo es “Development as freedom”, publicado en 1999, donde Sen expone su concepto de pobreza como un problema de privación de capacidades y libertades. La referencia en español del libro es “Desarrollo y Libertad”, Planeta, Barcelona, 2000. Una breve exposición de cómo se gestó y cómo funciona el famoso Grameen Bank, el banco de los pobres creado por Muhammad Yunus, se encuentra en una conferencia suya publicada en la revista Letras Libres de abril del 2006, a la cual se puede acceder desde el siguiente link: http://www.letraslibres.com/revista/convivio/el-banco-de-los-pobres
[5] Un informe de Eurostat, la agencia estadística de la UE, define el riesgo de caer en pobreza como la posibilidad de que una persona reciba ingresos, descontadas las transferencias y los impuestos, que sean inferiores al 60% del ingreso promedio nacional. Esta información se obtuvo de un artículo del diario El País: “La pobreza golpea duro en el Sur de Europa desde el inicio de la crisis” del 16 de octubre del 2015 , al cual se puede acceder desde el siguiente link: http://economia.elpais.com/economia/2015/10/16/actualidad/1444997502_865517.html
[7] Como se discutió en otra entrada de este blog: COCOON Y EL CURIOSO CASO DE LOS POBRES EN VENEZUELA QUE VOLVIERON A SERLO, es muy posible, según mediciones no oficiales, que la tasa de pobreza en Venezuela haya alcanzado nuevamente niveles del 45-50% del total de los hogares, porcentaje observado en los años inmediatamente anteriores al inicio de la revolución bolivariana.
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William Easterly es un economista ex-funcionario del Banco Mundial y profesor de la New York University (NYU). Es autor de un libro excelente llamado “The Elusive Quest for Growth: Economists´ Adventures and Misadventures in the Tropics” publicado en 2001, cuya relectura me ha permitido volver a ponderar sus planteamientos acerca de las causas y consecuencias del crecimiento económico y de por qué éste falla en tantos países, particularmente los latinoamericanos.[1]
Easterly expone una gran cantidad de información y evidencia empírica alrededor de las causas y consecuencias del crecimiento económico y la pertinencia o no de algunos de los modelos económicos clásicos explicativos de este proceso. El ahorro, la inversión en capital físico y humano, la ayuda al desarrollo, el endeudamiento externo, la educación, el conocimiento y la tecnología, en particular en cuanto a sus efectos de difusión y emparejamiento, son analizados bajo el tamiz de su impacto en generar incentivos favorables o desfavorables para que las sociedades no desarrolladas escapen o permanezcan en las “trampas de pobreza” en las que frecuentemente perviven.
Easterly es cuidadoso en no presentar recetas para el crecimiento o pontificar sobre un factor en particular como la panacea para el desarrollo. Por lo contrario, subraya una multiplicidad de aspectos y situaciones en los que los factores mencionados y otros más se pueden convertir en incentivos perversos, incentivos que hacen que las acciones o inacciones de los agentes económicos y de los gobiernos no puedan alinearse en la dirección de contribuir con el crecimiento económico.
Su análisis se extiende a la influencia que tienen las políticas económicas en el crecimiento. Se pasea por una gama de políticas fiscales y monetarias, como las orientadas a la estabilización de los precios, el control de las tasas de interés, el manejo de los déficits presupuestarios, la política comercial y la política cambiaria. En todos los casos trata de demostrar que las fallas de éstas, o la mala calidad de su instrumentación, terminan siendo costosas, en términos de crecimiento económico, para una nación.
Para apoyar sus argumentos, ofrece datos y evidencia empírica, existente para la época, sobre la relación entre las políticas económicas de mala calidad y el impacto negativo que tienen en el crecimiento económico. Así, una política económica que deriva en una elevada tasa de inflación conduce generalmente a un menor crecimiento económico. De la misma manera, altos déficits fiscales (como porcentaje del PIB) lastran el crecimiento. La fijación de las tasas de interés, que desemboca en tasas de interés reales negativas, también se cobran su cuota-parte en la merma del crecimiento. Y un efecto similar, de ralentizar el crecimiento económico, tienen los regímenes del tipo de cambio que terminan operando con una amplia brecha en el diferencial cambiario.[2]
A manera de ejercicio académico, vamos a poner el acento en el análisis que Easterly hace de las políticas cambiarias distorsionadas, acento que luego nos permitirá establecer un análisis similar en relación con la política cambiaria del gobierno venezolano de los últimos años y sus efectos. En este sentido, en su obra presenta información de un grupo de países cuyos regímenes de tipo de cambio los llevó a tener, en diferentes periodos, diferenciales cambiarios elevados, es decir, una brecha significativa del tipo de cambio oficial en dólares con respecto a su cotización en el mercado negro.
Easterly revisó los datos de varias economías con distintos diferenciales cambiarios en diferentes periodos. Para las economías que presentaron un diferencial cambiario por debajo de 40%, el crecimiento promedio anual del ingreso per cápita se situó en el orden del 0,1%. Por lo contrario, aquellas economías con un diferencial cambiario de cero, tuvieron un crecimiento promedio anual de 1,7%. La peor situación se presentó para los países cuyos gobiernos permitieron que el diferencial cambiario sobrepasase el 1.000%. En todos los casos, la tasa de crecimiento del ingreso per cápita fue negativa, de un promedio anual de -3,1%. Ejemplifiquemos con el caso de Ghana, que en 1981-1982 tuvo un diferencial cambiario promedio de 2.991% y una tasa de crecimiento promedio del ingreso per cápita de -7,7%. También fue el caso de Nicaragua en 1984-1987, con un diferencial cambiario promedio de 4.409% y una tasa de crecimiento promedio del ingreso per cápita de -5,6%.
Tres apreciaciones respecto a la información presentada por Easterly son pertinentes. Primero, no dice que el diferencial cambiario es la “causa” del mal desempeño económico, solo argumenta que hay una estrecha relación entre una política cambiaria distorsionada y malos resultados en cuanto a crecimiento económico. Segundo, los malos resultados se originan especialmente cuando el diferencial cambiario supera un umbral del 1.000%. Tercero, no establece, en rigor, una relación con el crecimiento económico de largo plazo, como se infiere de los periodos relativamente cortos que toma en cuenta para el análisis, pero la intención de lo que quiere demostrar se mantiene: un diferencial cambiario elevado es un lastre para el buen desempeño económico.
En Venezuela, el control de cambio, instrumentado desde febrero de 2003, con el objetivo explícito en su momento de frenar una importante fuga de capitales, se ha caracterizado por ser una política sometida a múltiples presiones institucionales, a devaluaciones y a distorsiones, teniendo como resultado la emergencia de una gran brecha entre la tasa oficial aplicada y la cotización del dólar en el mercado negro. Es sobre esta diferenciación cambiaria que vamos a aplicar la relación de Easterly, tomando en consideración un corto periodo: 2011-2015. Vamos a suponer que el diferencial cambiario de un año es el determinante del crecimiento del ingreso per cápita de ese año. Por supuesto, como tradicionalmente se estila decir, la correlación no necesariamente implica causalidad. ¿Cuáles han sido los resultados? ¿Corroboran la relación de Easterly o la descartan?[3]
Para establecer la relación se estimó el promedio de la cotización del dólar en el mercado negro para el año y se calculó el diferencial cambiario, tomando en consideración el tipo de cambio oficial que operó durante ese año. En el caso de los años en los que operan varias tasas, se tomó como referencia la tasa menor. Luego se comparó el diferencial cambiario con la tasa de crecimiento del PIB per cápita del mismo año. Para obtener el ingreso per cápita se usó una medida burda, pero válida para los propósitos del ejercicio, consistente en restar a la tasa de crecimiento del PIB, la tasa de crecimiento de la población, de aproximadamente 1,4% anual durante el periodo en análisis.
En este orden de ideas, tenemos que en 2011, la tasa oficial se situó en 4,30 Bs/$, mientras que el promedio del dólar paralelo para el año fue 8,65 Bs/$ y el diferencial cambiario de 101,26%. Según datos del BCV, la variación del PIB de 2011 fue 4,2% y el correspondiente crecimiento del ingreso per cápita 2,8%. Para 2012, la tasa oficial se mantuvo en 4,30 Bs/$, el promedio del dólar paralelo escaló hasta 11,35 Bs/$ y el diferencial cambiario fue de 163,93%. El PIB experimentó un crecimiento de 5,6% (4,2% en términos de ingreso per cápita). En 2013 se produjo una devaluación de 46,5% fijándose la tasa oficial en 6,30 Bs/$. El promedio del dólar paralelo fue de 28,66 Bs/$ y el diferencial cambiario de 355%, mientras que la tasa de crecimiento del PIB fue baja, pero positiva, de 1,3%. No obstante, la tasa de crecimiento del ingreso per cápita fue prácticamente nula.
En 2014 se mantiene operando, junto con otras tasas, el tipo de cambio de 6,30 Bs/$. El promedio del dólar paralelo fue 86,00 Bs/$ y el diferencial cambiario alcanzó la cifra de 1.265%. Aunque el BCV no ha hecho oficial la información correspondiente a la variación del PIB para todo el 2014, si comparamos la variación del PIB del primer semestre del 2014 con la respectiva al primer semestre del 2013, se tiene que éste experimentó un crecimiento negativo, de -4,9% (-6,3% en términos de ingreso per cápita).
En lo que va de 2015 sigue vigente un régimen cambiario en el que operan varias tasas, manteniéndose la tasa de 6,30 Bs/$. Estimado a partir de los datos correspondientes a los meses de enero hasta julio, el promedio del dólar paralelo fue de 340,07 Bs/$ y el diferencial cambiario escaló hasta reflejar una significativa brecha de 5.298%. Este último dato indicaría que este año, previsiblemente, la economía venezolana sufrirá una contracción importante. En este sentido, la proyección del FMI es que el PIB disminuya en un 7%, la de la CEPAL es que caiga en un 5,5% y algunos analistas venezolanos señalan un probable hundimiento de 8-10%.
Como se puede observar, los datos presentados para cada año están en consonancia con la relación que establece Easterly. Además, se infiere que el incremento explosivo del diferencial cambiario en los últimos dos años, superando el umbral de 1.000%, está vinculado al resultado negativo obtenido respecto al crecimiento del PIB del 2014 y a las estimaciones que proyectan un crecimiento del PIB igualmente negativo para el 2015.
El régimen de control de cambio no ha servido para impedir la importante brecha entre el tipo de cambio oficial y la cotización en el mercado negro. Tampoco ha sido efectivo para evitar la fuga de capitales, lo cual fue la justificación fundamental para instrumentarlo inicialmente. Como se documenta en el estudio “From Financial Repression to External Distress: The Case of Venezuela” del economista venezolano Miguel Ángel Santos y Carmen Reinhart, el control de cambio ha inducido la fuga de capitales, la cual se estima acumuló 130.000 millones de dólares en el periodo 2003-2013.[4] También se ha producido una importante salida de capitales por la vía de la sobrefacturación de importaciones, una de las consecuencias de la existencia del control de cambio.
El diferencial cambiario se agravó en el primer semestre del 2015, entre otras razones por la caída de los precios del petróleo, lo cual redujo la entrada de divisas proveniente de los ingresos por exportaciones petroleras en un 30-40%. Dado que el gobierno volvió inoperativo un fondo de ahorro macroeconómico creado en 1999 y aunque ha utilizado las reservas internacionales hasta mermarlas ostensiblemente, no ha habido manera de compensar esta caída. Las divisas en poder del gobierno representan el 95% del total ofertado y son férreamente controladas y administradas a discreción. Por tanto, ha ocurrido una sustancial restricción de las mismas para cubrir las importaciones de bienes y servicios demandados por el resto de los sectores económicos.
Por lo demás, la distorsión cambiaria ha retroalimentado con el proceso de emisión de dinero inorgánico para el financiamiento del gasto público, especialmente el financiamiento de PDVSA, que en el 2014 supuso un incremento de la liquidez monetaria de un 65,4% con respecto al 2013, lo cual presionó el incremento del nivel general de precios, como se colige de la alta tasa de inflación alcanzada en el 2014, de 68,5%. Cuando se compara la liquidez monetaria de agosto del 2014 con la respectiva de agosto del 2015, se observa un incremento de 90,7%. Por tanto, no es extraño que se proyecte una tasa anual de inflación para el 2015 superior a los tres dígitos. El aumento del diferencial cambiario puede ser explicado en parte entonces como un proceso donde muchos bolívares persiguen pocos dólares, en un entorno de expectativas inciertas y desfavorables para la economía venezolana.
¿Por qué se mantiene una política cambiaria que ha afectado tanto a la economía venezolana? Hay una variabilidad de factores que explican el empeño del gobierno en esta política fallida. La condición capitalista-rentística de la economía venezolana sería una de ellas, el modelo económico que se ha querido imponer en los últimos tres lustros, basado en el populismo redistributivo, sería otra. Ambas condiciones sirven muy bien al objetivo de diversos grupos de interés y de agentes que pugnan por capturar rentas en el corto plazo, en la medida que no existen los incentivos favorables para invertir en el futuro. Pero analizar esta problemática escapa al propósito de este tema.
[1] Easterly es conocido sobre todo por sostener un intenso debate, especialmente con Jeffrey Sachs, sobre la efectividad de la ayuda para el desarrollo que otorgan organismos multilaterales, gobiernos de países ricos y donantes institucionales a las naciones pobres. El libro tiene una versión en español con el título: “En busca del crecimiento. Andanzas y tribulaciones de los economistas del desarrollo” Antoni Bosch Editor, Barcelona, 2003.
[2] En los últimos tres lustros se han ampliado la literatura académica, especialmente la relacionada con trabajos econométricos que toman en cuenta una gran número de países y diferentes periodos, que corrobora los daños de las políticas económicas erráticas sobre el crecimiento económico. Se ha comprobado que la presencia de altas tasas de inflación o grandes déficits fiscales, al actuar como una suerte de impuestos a los incentivos de los agentes para invertir en el futuro, terminan mermando las posibilidades de crecimiento económico. No obstante, algunos de estos trabajos han estado rodeados de serios cuestionamientos.
[3] Se hace en esta nota un breve recuento de la política cambiaria desde la instrumentación del control de cambio en febrero de 2003, cuando se implementó un sistema administrado de divisas conocido como CADIVI. Para esa fecha el tipo de cambio se fijó en 1,6 Bs/$, siendo modificado en el 2004, llevándose hasta 1,92 Bs/$ y creándose un mercado de permuta, para hacer transacciones de divisas a través de títulos valores. Entre 2005-2009 el tipo de cambio fue de 2,15 Bs/$. En 2010 una nueva devaluación, en enero, supuso la puesta en práctica de dos tipos de cambio para diferentes bienes y servicios, de 2,60 Bs/$ para sectores prioritarios (salud y alimentación) y 4,30 Bs/$ para el resto de los sectores. Se eliminó el mercado permuta y se creó otro sistema de transacciones de divisas para personas naturales y jurídicas conocido como SITME. En el 2011-2012 se vuelven a unificar los dos tipos de cambio, manteniéndose el precio de 4,30 Bs/$. En febrero de 2013 el tipo de cambio oficial se devaluó, fijándose en 6,3 Bs/$, se elimina el SITME y se crea el SICAD, complementario a CADIVI. En 2014 CADIVI pasa a llamarse CENCOEX y opera para el tipo de cambio de 6,30 Bs/$, destinado exclusivamente para alimentos y medicinas, SICAD I opera para transacciones de divisas de personas naturales y jurídicas de otros sectores a una tasa inicial de 11,36 Bs/$ y se crea SICAD II, un mecanismo de subasta de divisas en donde participan las empresas. En 2015 se mantiene CENCOEX a la tasa vigente, se unifican SICAD I y II y se crea un sistema marginal de divisas (Simadi) que funciona de acuerdo a la oferta y la demanda. A lo largo de la existencia del control de cambio ha operado una tasa no oficial que no es otra que la cotización del dólar en el mercado negro, el llamado “dólar paralelo”.